A pesar de la situación, Maxine sentía una cierta afinidad hacia Harry, quien estaba a su lado. Aunque parecía que Harry compartía esos sentimientos, Maxine desvió su atención hacia el libro. Si esa conexión era debido al alma de Tom Riddle, no quería pensar demasiado en ello. Miraba su reloj, pendiente de la hora que avanzaba rápidamente. De repente, la clase llegó a su fin, y Maxine fue la primera en recoger sus libros y salir del aula.
El pasillo, lleno de estudiantes que se dirigían en diferentes direcciones, resonaba con el bullicio característico de la vida en el castillo. Maxine, inmersa en sus propios pensamientos, se abrió paso entre la multitud, anticipando las tareas y desafíos que aún tenía por delante.
Dirigiéndose hacia su sala común, Maxine reflexionaba sobre la mejor hora para ingresar a la Cámara de los Secretos. Eran alrededor de las 11:15, y Maxine sentía que tenía tiempo de sobra para ocuparse de algunas tareas pendientes.
"Como saben, soy bastante manija", pensaba para sí misma. La necesidad de abordar cualquier tarea pendiente la impulsaba a tomar decisiones rápidas. Decidió sentarse y comenzar a redactar una carta a su “amiga” olvidada, Violet Della Rovere:
"Querida Violet, ¿cómo estás? Es increíble que me hayas olvidado. Verás, estoy bien aquí; he hecho algunos amigos y me gustaría saber cómo van las cosas con tu familia, ¿cómo está Simpo?..." Maxine dudó por un momento y decidió comenzar una nueva línea en la carta.
Escogiendo cuidadosamente sus palabras, escribió:
"Querida Violet, hola. ¿Cómo estás? Yo estoy bien, esperando alguna noticia tuya. Aquí las cosas y todos son un tanto raros y aburridos, pero si me respondes, compartiré contigo algunos chismes interesantes, ¿te parece? Con amor, tu amiga Maxine B."
Maxine se encontraba sumida en la confusión y la frustración al darse cuenta de su falta de conocimiento sobre el envío de cartas. Y más aún no saber cómo funcionaban los búhos trasatlánticos o lo que fuera que usarán los magos para comunicarse
En un gesto de impotencia, Maxine cerró los ojos, intentando contener su rabia. La idea de escribir una carta a su elfo doméstico resultó ser igualmente desafiante, ya que desconocía el procedimiento incluso con los búhos normales, una tarea que solía delegar en su mayordomo, Sebastian Tizius.
Sus manos se apoyaron en el respaldo de la silla, y Maxine, con la cabeza agachada, arrugaba las cartas entre sus dedos. En un arrebato de enojo, expresó en voz alta —Si de todas maneras, no le intereso a Violet! ni a Emiliano ni a los demás! —. Un suspiro resignado escapó de sus labios mientras reflexionaba sobre la distancia que se había creado desde la trágica muerte de su hermano. La habitación, con su ambiente tranquilo, se convirtió en un reflejo de los tormentosos pensamientos de Maxine.
Dirigía su mirada hacia su búho negro, al que había nombrado Negur (que significaba cool o genial en algun idioma), transmitiéndole sus frustraciones y limitaciones en el arte de enviar cartas.
Dándose cuenta de la falta de conocimientos sobre el manejo de búhos y cartas, Maxine optó por llevar a Negur al exterior, ya que la sala común carecía de ventanas. Con pasos lentos, Maxine caminó mientras Negur volaba a su alrededor. Salieron de la sala común y se dirigieron hacia la salida del gran comedor, donde el aire libre ofrecía un respiro y una vista del cielo mágico de Hogwarts.
Una vez allí, Negur se elevó en el aire, disfrutando de su libertad momentánea. Maxine suspiró, sintiéndose un tanto melancólica al anticipar la tarea inminente de lidiar con el cadáver del basilisco. Aunque el entorno exterior ofrecía cierta calma, los pensamientos de Maxine se encontraban atrapados entre la frustración y la anticipación de las tareas por venir.
—¿Qué pasa con esa actitud desganada, Maxine? — una voz desconocida resonó detrás de ella, pero ni siquiera tuvo ganas de girarse.
—¿Te conozco? — preguntó ella.
—Sí... ¡Cedric! — respondió él. — Ah, perdón Cedric, no es nada, no te preocupes — dijo Maxine mientras se sentaba en unos bancos cercanos. De repente, recordó que también debía salvar a Cedric ese año y que eso era más importante que los horrocruxes en ese momento. Se rió internamente, consciente de que las responsabilidades que asumía no hacían más que aumentar, y aunque empezaba a sentirse sensible, lograba aguantar un poco.
Cedric Diggory se sentó a su lado para observar al búho. A lo lejos, se podían escuchar risas y conversaciones de otros estudiantes que disfrutaban del aire fresco y el sol.
—¿Estás bien, Maxine? — preguntó él, como lo haría un psicólogo al cuestionar a alguien antes de que estallaran en lágrimas.
—Sí... es solo que las materias y eso, ya sabes — respondió ella, sonriendo mientras las lágrimas caían. Ella miró hacia atrás ocultándose para que él no se diera cuenta. Él quería abrazarla, pero ella lo rechazaba, asegurándole que estaba bien, y le preguntaba si tenía novia para evitar malentendidos, ya que lidiaba bastante con esos rumores.
Él le aseguró que no tenía novia ni nada por el estilo, así que ella lo abrazó un poco para desahogarse, no porque fuera Cedric, sino porque habría hecho lo mismo si hubiera sido cualquiera de sus amigos; era indistinto.
Estaban en una parte tranquila del patio de Hogwarts.
—No es que me interese si tenías pareja, Cedric, es solo que respeto mucho a las personas y esas cosas — le explicó Maxine.
—Ah, no te preocupes, yo también — respondió él abrazándola aún más.
Ya sintiéndose mejor, Maxine se separó de Cedric y le agradeció. Él, preocupado, tomó su mentón y notó el moretón de ayer, preguntándole qué le había pasado. Maxine lo apartó, respondiendole rápidamente que se había caído. Se puso de pie, llamó a su búho Negur para que volviera adentro y se despidió de Cedric, agradeciéndole por su breve pero reconfortante compañía.
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Editado: 18.02.2024