No sé cómo se me ocurrió que pedirle consejos a Marco sobre cómo intimidar con una mujer ¡él ni siquiera ha podido conseguir una novia! Suspiré y dejé de escuchar su palabrería sin sentido.
—No te enojes —me dice Marcos—. Si no me entiendes. Entonces, mira una película de lesbianas.
Levanté una ceja.
—Las que he visto no me han mostrado cómo hacerlo —dije.
El negó con la cabeza.
—No, esas no. Tú vez esas cosas empalagosas. Yo hablo de porno, Mirella.
Sentí que mi cara enrojecía.
—No sabía que había —murmuré.
—Las hay en la red —explica Marcos—. Algunas son realmente buenas, otras no tanto, pero algo de referencia te dará.
Marco sacó del bolsillo del pantalón su celular, se puso los audífonos, buscó algo, después me lo entregó. En la pantalla estaba un vídeo de dos mujeres, una sería cerca de sus treinta años y la otra lucía mucho más infantil por el cabello rubio y era menos voluptuosa.
Me sonrojó cuando vi que la mayor estaba amordazando a la otra.
Los latigazos comenzaron a sonar por el auricular, agradecí que los audífonos estuvieran puestos. Los gemidos forzados de la rubia estaba tirar por el tacho la poca excitación que estaba experimentando.
El porno era grotesco al ir avanzando. No estaba segura qué tanto podía dilatarse una vagina de una chica de quince años, pero estaba segura que no llegaría a introducir fácilmente un pene de goma de proporciones considerables, como lo hacía ver el vídeo de la menor. Y que los gemidos de la rubia, de placer, no serían iguales a los de Rosa por tener algo como eso entre las piernas.
El porno era irrealista.
Marco buscó otro vídeo, pero ya me quedaba pocas ganas de ver algo más.
Este era más tranquilo. Eran dos chicas jóvenes, había besos, toques sutiles y al ir avanzando el vídeo todo se volvía más intenso, más íntimo. Hay zonas que tocaban con cierta delicadeza y precisión. Los gemidos eran forzados.
El porno era actuado.
Marco parecía disfrutar más del vídeo que yo. Miró la hora y me entregó su celular, estaba en la página donde habíamos visto los otros dos vídeos.
—Ten cuidado que un profesor te vea. Puedes meterte en serios problemas y a mí —dijo—Después vengo por mi celular. Alguien me citó en el patio, ojalá sea una linda chica.
Marco estaba con una sonrisa risueña y muy feliz mientras se iba.
No tenía ganas de seguir mirando otros vídeos.
Tenía que encontrar otra ayuda.
***
Entre mis opciones de guía, alguien se asomó en mi memoria, y por los últimos dos bochornosos recuerdo, Magaly era una chica que tenía una amplia experiencia. Recuerdo el suave tacto que tenía sus pechos, también cómo era acorralada por Laura «la patrona» en la pared para tener contacto íntimo.
Magaly parecía ser la más adecuada para que me ayude en algo.
—Así que... —dijo Magaly al terminar de escucharme— quieres saber cómo hacerlo con una chica.
Asentí.
—Creo que va a llegar el momento en estos días —dije—. Rosa parece estar deseándolo.
—Eso depende de cada pareja —comenzó a explicar—. Algunas les gusto lo rudo, juegos de roles o algo más calmado. Tendrías que hablarlo con Rosa. Y descubrir cuál les gusta a ambas.
Asentí.
—¿Y los toques? —pregunté, con cierta vergüenza.
Magaly me miraba intensa. Tomó mi muñeca y me jaló, como lo había hecho en su casa en esa tarde de investigación. Ella me llevó al baño y sentí que mi rostro enrojecía. Cerró la puerta y me miró.
—Primero, tienes que dejar de actuar como una virgen —dijo Magaly.
—Soy virgen —murmuré.
Magaly se acercaba más y su perfume penetraba en mi nariz con intensidad, era embriagante su olor, y volví al momento donde estábamos en su habitación, ella estaba encima de mí, haciendo que la tocara.
—Las mujeres tenemos puntos sensibles, al momento de ser tocadas en esas áreas no llenan de placer. Nos gusta.