El diario de secretos

Cap. 13: Pasado

Hace siete años el timbre de una casa era tocado, quienes se encontraban dentro salieron corriendo en dirección a la puerta con gran emoción.

— ¡¡Mamá, papá!!

Esa vez se habían salvado de la niñera, podrían decírselo a sus padres y deshacerse de ella de una vez por todas. Quizás la mejor parte de ese plan era que lo harían en frente de esa mujer y cuando quiera atacarlos sus padres la detendrían.

La menor de ellos saltaba al pomo de la puerta, intentando alcanzarlo. Su corazón estaba acelerado, abrazaba con mucha fuerza su oso, regalo de sus progenitores. Su hermana mayor los tomó a ambos de los hombros, forzando a que los miren.

—Mamá y papá nunca toca el timbre —recordó ese detalle a sus hermanos menores. Los tres se miraron asustados y abrieron lentamente la puerta.

Allí había un policía, les sonreía de forma simpática. Pelo rubio platinado, ojos grises, piel demasiado pálida. Se agachó para estar a al altura de los tres, apoyando sus manos sobre sus rodillas.

—Hola, peques. ¿Hay algún adulto en casa? —preguntó el hombre, parecía nervioso.

— ¡Marcela! —gritaron los tres al unísono.

— ¡Ya va! —gritó la mujer de muy mala manera. 

Hicieron pasar al policía mientras la mujer se arreglaba para atenderlo. Comenzó a mostrarles trucos de magia, los chicos se veían maravillados e intentaban encontrar la forma de explicarlos.

Escucharon los pasos de su niñera, sus pequeños cuerpos se pusieron tensos. El policía notó eso, arrugó el entrecejo y miró a la mujer que bajaba.

— ¿Qué sucede? —preguntó asomándose al living, se la escuchaba un poco preocupada.

—Lo siento... ¿No sería mejor hablar en otro lado? —preguntó el policía sacándose el gorro.

—Lo que tenga que decir puede hacerlo frente a nosotros —habló la mayor cruzada de brazos. 

Le sorprendió la determinación de la niña, miró a la que parecía ser la adulta a cargo de ese trío, ella con un ademán le dio permiso para continuar hablando.

—Los padres de los niños, murieron mientras venían para acá...

~Y~

Había pasado una semana desde que Candy había desaparecido. El grupo se había reunido para poder debatir qué hacer. Golden no paraba de llorar por la desaparición de su ama y se la pasaba buscándola o en su cama, los animales siempre sufren cuando sus compañeros se van. 

Josefina llegó, tocó la puerta y Lilim le abrió, se encontraba con los pies en el piso y eso era algo raro, pero desde que Candy desapareció había adquirido esa costumbre. Entró caminando de forma pesada, saludó a la familia de la desaparecida. 

Tomó las manos de su madre al saludarla, notó que tenía los nudillos destrozados, estaba con unas ojeras enormes.

Estaban relativamente calmados, Lilim podía sentir la energía de su protegida, significaba que estaba viva y eso era mejor que nada. A pesar de que había hecho muchos esfuerzos para localizarla no lo lograba. Saber que seguía respirando era suficiente, por ahora. 

—Quizás está en la antigua casa —pensó Candela en voz alta bastante angustiada.

La alerta de desaparición ya se había emitido, la policía la estaba buscando.

— ¡Claro! —exclamó María—. Ella amaba esa casa, si no está creo que podríamos encontrar alguna pista de en donde se escondió.

Luis hizo que las niñas subieran a su camioneta. Candela iba hacia la puerta cuando María la tomó del brazo, aplicaba bastante fuerza en ella y le impedía moverse. No se resistió, se quedó inmóvil, ni siquiera la miraba a los ojos. Podía sentir su enojo, era una de sus muchas habilidades. 

Notó que estaba mal dirigido, no debería ser hacia ella, sino a si misma, pero no se daba cuenta.

—No me parece justo que vos sepas más de mi nieta, no eres de su familia sanguínea. Puedes fingir todo lo que quieras que sos su madre, pero nunca lo serás.

Lo había dicho como un insulto, aunque no se dio cuenta que ella no quería ser su madre. Sonrió, tenía una gran ventaja, sabía donde lastimarla y ella no.

— ¿Por qué será que Candy me puede llamar "mamá", aunque sea una mentira, pero nunca fue capaz de llamarlos "abuelos" o "tío"? —Candela se soltó de su agarre con desprecio y se fue hacia el auto, quería encontrar a su "hermanita". 

La mujer se quedó callada.

~Y~

—Disculpe, señora, sé que no me incumbe, pero ¿cómo se hicieron los niños esas heridas?—preguntó el policía. Los tres jovencitos lloraban a mares en el jardín y él buscaba una excusa para quedarse y ver como se encontraba el ambiente familiar. 

Desde lejos se podían ver algunos moretones negros y otros verdes en los brazos descubiertos de la mayor y el niño.



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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