Notó que su escudo comenzaba a fallar, su cabeza seguía sangrando sin razón aparente. Se decidió por bajarlo por completo.
— ¡Candy, vete ahora! —gritó Guadalupe preocupada.
— ¡No lo haré! ¿Es un trato o no? —miró a esa cosa.
—E-estúpida Candy, ¿t-tengo que cuidarte de todo? —murmuró Guadalupe.
— ¿Trato o no? —preguntó nuevamente adquiriendo una voz más dura y una posición agresiva, dejando de lado su faceta asustadiza.
—Tras...go del fuego —dijo con dificultad.
No le sonaba ni de casualidad esa especie, no recordaba que su tío lo haya dicho en algún momento. En serio se la estaba pasando bastante mal, no quería imaginar como estaba el resto.
— ¿Qué posee la "poseedora" que la hace tan importante? —preguntó con cuidado.
—Un li...bro q-que brilla y tiene flor... —explicó de forma pausada.
Sabiendo eso, se quedaría con él hasta que las liberara y luego se escaparía con el diario. Era la primera vez que tramaba algo y no tenía idea de que hacer.
—La portadora del diario de secretos soy yo —le habló seria.
—Diario...¡Dámelo! —le exigió.
—Deja a mis amigas —lo miró desafiante—. Y te lo daré.
El fuego aumentó sobre ella, se corrió para que una viga no cayera sobre ella. Algunas cenizas encendidas comenzaban a desgastar sus prendas.
—Una... me muestras el diario, te doy resto —negoció con ella. Vio que sus compañeras se estaban por incendiar.
—Está bien.
El trasgo, tiró a Josefina con tanta fuerza que cayó en el fuego.
—Ups... —se lamentó sarcásticamente.
Candy gruñó, se acercó con agilidad, esquivó un rodillazo que intentó propinarle el trasgo. Silbó llamando a Flama, él debía de ser inmune al fuego. Intentó distraerlo con esmero para que no hiriera las demás. Intentó desatar a Ainara, el trasgo intentó atacarla por detrás, volteó y lo vio levantar sus garras, no podía hacer nada.
De entre el fuego se asomó Josefina corriendo, en su brazo había una serie de complicadas marcas de color azul, le dio una patada a esa cosa. Ambas se unieron para golpearlo y hacer que retrocediera, si una era herida la otra se plantaba implacable para hacerlo retroceder, no pensaban ceder de ninguna manera. El maldito trasgo daba golpes demasiado fuertes y las lastimaba, mientras que ellas solo le hacían rasguños mínimos. Intentaban que cayera del balcón.
Unos segundos antes de que cayera Candy intentó golpear a con una patada al trasgo, este tomó su pie para detenerla, Josefina atinó el último golpe y el trol empujo a ambas al vacío, la pelirroja llegó a agarrarse justo a tiempo al borde del lugar. Sentía como el maldito trol se aferraba a su espalda clavándole las uñas y estás cediendo por su peso, los rasguños parecían esta obteniendo una forma que parecía de manera casi intencional. Sostenía uno de sus tobillos, sabía que si subía la criatura lo haría con ella.
—Sociedad... quiere tu cabeza. Oro por ella —pronunció de manera dificultosa—. Quieren todos diarios.
No entendía nada, estaba concentrada en no morirse, se resbalaba. Josefina corrió a su encuentro completamente desesperada. La tomó de su otra mano e intentó ayudarla.
—Pesa... mucho —pronunció dificultosamente formando una sonrisa. Temió que fuera la última persona que vea en su vida.
—Aguanta —le dijo asustada—. Te ayudaré—. Se acercó más a ella— haz que se suelte y yo te podré alzar como si que fueras aire.
—No, primero ayudalas. Sacalas, que no se quemen. Yo veré cómo salir de esta, después de todo la mayoría de los problemas me los busco solita.
Josefina no sabía qué hacer, o cargaba con la muerte de una o de tres. Cualquiera sabría qué opción elegir, pero ella aun estaba en duda, Lilim había tenido razón. Nunca dejaría que se pierda una vida... era demasiado blanda, aunque sea el bien común, quería salvarlas a todas.
El ruido de flama hizo que un rayo de esperanza las iluminara, tuvieron suerte y venía transformado ya en un enorme pájaro, Candy era la única que podía ver que en realidad era de fuego azul.
—Flama déjalas subir y llevatelas —le ordenó Candy a su fénix mientras su rival desataba al resto de sus compañera.
Una por una las chicas subieron, Candy suspiró, era momento de soltarse... si esa mierda seguía viva mataría por encontrar el diario.
—Josefina-a llamó por última vez —ven por favor, debo darte el diario —suplicó—. Necesito caer con esta cosa para que muera.
La joven de espaldas no prestaba atención a sus súplicas.
—Flama, vete —le pidió en un susurro, el pájaro levantó vuelo y se llevó a las tres.
— ¡Flama esperá! —gritó Ainara nerviosa, pero el fénix hizo caso omiso, sabía que hacía lo correcto.