El diario de secretos

Epílogo

Un niño lloraba con su cara metida entre sus piernas, estaba en el rincón de la pequeña casa que compartía con su hermana. Habían pintado las casas grises con vivos colores para alegrar el ambiente a los nuevos chicos secuestrados. No podían liberarlos, pero si hacerlos sentir mejor. Por esa razón había tenido doble turno en esa maldita máquina, se había percatado de que estaba desarrollando una fuerte claustrofobia, el día anterior se treparon a los techos y se pusieron a cantar, lo que hizo que tuvieran un turno triple, cada día habían más turnos. 

Sabían las reglas, no era un castigo especial, sin embargo las seguían rompiendo. No podían evitarlo, odiaban el hecho de que les sacaran su casa, ahora intentaban transformar esa horrible cárcel en su  antigua casa.

—Buuu —escuchó una familiar voz frente a él, la cual intentaba ser fantasmagórica.

Levantó su rostro empapado de lágrimas y vio una figura con una sábana blanca, la persona que estaba debajo de ella se intentó levantar, la tela era tan larga que la hizo caerse. Mordió su labio para no reírse.

—Agh, traje feo... —dijo una voz de niña—, quise decir, buuuuuu.

El "fantasma" comenzó a correr por toda la habitación golpeándose con cada mueble que se encontraba en ese lugar, reiteradas veces se golpeó contra la pared, hasta que cayó al piso. Candy se sacó la sábana de encima suyo, se quejaba del dolor de los golpes. Marcos no aguantó más y comenzó a reírse a carcajadas, su hermana dejó de quejarse y se levantó, aún dolorida.

—Ya no llores —dijo dándole la mano para que se parara—. No me gusta que llores —se sentó en la cama cruzada de piernas.

— ¿No te sientes mal por lo último que le dijiste a mamá cuando se fue? —le preguntó y luego se dio cuenta de lo que había dicho, antes de morir le gritó a su madre que la odiaba... ¿Como no se iba a sentir mal?— perdón.

—Todos los días me he sentido mal por ello —dijo triste—. Simplemente he pensado que no vale la pena arrepentirse de esto y sentirme mal por ello. ¿Sabes hermano? Te prometo que si algún día encuentro la manera de derrotar a la muerte reviviré a mamá y le pediré disculpas por lo que le dije...

—Aunque eso nunca pasará —contestó Marcos.

—Si lo crees sucederá —dijo ella sonriendo. Marcos consideraba que Candy estaba siendo más infantil para superar la pérdida de sus padres y esta nueva tortura. Debía de ser una forma de lidiar con todo, para él era llorar, para ella ser la niña que tuvieron que ser antes de que les arrebataran la infancia.

Ahora mismo se encontraba en la cama, con su rostro entre sus brazos, apoyado en sus rodillas y recordando ese momento en el que lo tuvo todo, antes del secuestro, antes del fallido plan de escape, antes de la magia, todo era una locura.

Su camisa estaba rota, tenía sangre en varias zonas, el hombro le dolía horrible. Se despojó de la prenda superior y se quedó acostado en la cama. Golden fue corriendo hacia él. Se subió de un salto a la cama de Marcos y se quedó acostado en su panza.  

— ¿Donde estuviste mi amor? —le preguntó con cariño al perro, era como su hijo—. ¿Cómo sobreviviste a esta locura?

El perrito se acercó a su rostro, su colita se movía demostrando que estaba feliz, comenzó a lamer su mentón. Acariciar a la mascota de su hermana hacía que su estrés y tristeza se redujera. Le permitía pensar con mayor tranquilidad. 

— ¿Qué estás haciendo, Can? No logro entenderte, intentas pagar un favor... no pudiste pensar con claridad... no sé qué está pasando con nosotros —dijo Marcos pensativo mientras miraba por la ventana de la habitación—. Se supone que nunca pelearíamos entre nosotros, destruiremos nuestra familia si seguimos peleando.

~Y~

—Iniciemos el exterminio —sentenció uno completamente enfadado.

—Creo que será lo mejor, ambas especies han intervenido ya lo suficiente en nuestros planes.

—Todas las especies se meten en nuestros planes —declaró uno de los brujos.

— ¿Qué problema tienes con el exterminio de esas criaturas? —habló molesto.

—Son muy especiales, todo en su cuerpo sirve para los maestros de pociones. Sus poderes deberían ser estudiados, no quiero que un espécimen como ese se pierda. ¿Cómo tan solo piensan desarreglar el equilibrio?

—No debería de importarte, esos chicos que están interfiriendo... Si nadie tiene nada más que acotar la decisión será unánime y enviaremos a la paloma blanca.

Apretó la mandíbula, si hacía otro comentario perdería su única chance de proteger a esos seres fantásticos los cuales oía desde que era chico y creía ciegamente en sus poderes. Esos niños habían atraído toda la atención hacía esos seres. ¿Por qué se metían en asuntos de humanos? Eran considerados hijos de divinidades y estaban metidos en tantas trivialidades.

~Y~

—Tienes un aura muy extraña —lo enfrentó Lilim una vez se encontraron en el jardín, mirándose ambos a los ojos con un resentimiento más viejo que el tiempo que llevan vivos los humanos.

El joven rió alegre y Lilim se puso aún más seria, esa maldita aura era la de un ángel y no cualquiera. Un guardián como ella, no quería trabajar con alguien como él. No sabía cual era la razón por la que se encontraba allí.

—Relájate, este amuleto es para engañar a los demonios débiles y hacerlos correr creyendo que soy un ángel —señaló un extraño collar con líneas irregulares de color verde— y a los demonios tontos como vos—. Tocó su nariz de manera juguetona.

—Como te odio —le dijo y flotando se fue a la habitación. El joven sonrió, encantado con la presencia de un demonio tan especial como ella, uno de los 10 condenados, sería divertido jugar un poco más, pero debía controlarse.

~Y~

Candela miraba por la ventana, todo era horrible y triste, odiaba ver a sus hermanos pelear, pero no podía tomar partido. Si apoyaba a uno el otro se sentiría herido.



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En el texto hay: demonios y angeles, diarios magicos, guerras magicas

Editado: 28.04.2020

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