—Yo si los cuidaré, no seré como ella... yo realmente seré una buena hermana mayor, como se lo merecen.
— ¿Dónde estás?—se preguntó caminando nerviosa. Recién había salido de la comisaría. Habían pasado más de diez horas desde que había tenido noticias de Candy.
Sabía que ella tenía mucha libertad, pero nunca se abusó de eso. Siempre le avisaba a dónde iría o con quien estaría. Nunca la hizo desconfiar, así que solo podía haberle pasado algo malo.
Estaba esperando que la llamaran, lo que pasó en el colegio fue muy extraño. Aún no lograba entender cómo es que se fue así como si nada. Estaba segura de que apenas encontrara a Candy haría bolsa a ese colegio con una denuncia.
Intentó llamar a una de las amigas de la pelirroja. Buscó el celular que le habían dado y volvió a probar.
Esperó unos minutos, pero la mandó al contestador.
~Y~
Belén miraba por la ventana, su compañera no se conectaba y no tenían noticias de parte de sus padres, ni siquiera tenía forma de contactarlos.
Recordaba la extraña forma de actuar de su amiga. Esos ojos llenos de sangre, ese andar tan errático, esa falta de pigmentación en su rostro.
Se había asustado demasiado, todo el resto de la tarde no pudo mantenerse tranquila. Intentó mirar algunos videos y hacer algunos trucos en el trapecio que tenía en la habitación.
Quería hablar con su madre cuando llegara, pero no sabía como decirle los cambios extraños que estaba sintiendo en sí misma.
Y no se refería a los de la adolescencia.
Se miró al espejo durante unos minutos, se sentía bastante mal y preocupada. Dos de sus amigas, quienes habían faltado, se encontraban en un reunión de un trabajo que tenían y ni enteradas estaban del incidente.
Le llegó un audio de Ainara.
—Hey, Bel, no sé si estoy exagerando, pero tengo la sensación de que algo anda mal. Tranquila... debe ser mi imaginación.
Ahora le gustaba menos, cuando Ainara sentía que algo pasaba era porque algo realmente pasaba, sea malo o bueno.
—Espero que todas estén bien...—murmuró.
~Y~
Despertó algo aturdida, no quería abrir los ojos por lo cansada que se encontraba. Escuchó el sonido de un teléfono, estaba segura que no era el suyo.
Se sentía observada, así que se incorporó un tanto alarmada, estaba sobre una superficie dura.
Miró en todas direcciones, había una campera con las iniciales de la policía sobre ella funcionando como una manta. A su lado había un piso color gris, del otro una pared blanca con una línea azul.
Quien la miraba era una mujer rubia, no parecía teñido, lo llevaba atado en un rodete. Sus ojos eran color celeste, como el cielo. Parecía bastante preocupada, como una madre. Dentro de la niña crecía el temor de haber hecho algo incorrecto y terminado ahí.
— ¿Hi-hice algo malo? —preguntó con su mirada cansada.
La mujer se rió de forma dulce, al parecer no había encontrado una niña drogadicta, solo una perdida.
—Tranquila, no hiciste nada malo. ¿Te sientes bien? —asintió rápidamente con su rostro más inocente y sonriente—. Estabas en los bosques de Palermo, convulsionando y decías cosas incoherentes. Tuviste suerte que te hayan encontrado pequeña— revolvió su cabello con algo de dulzura—. Soy la subjefa Jhonson, ¿cómo te llamas?
—Candy —respondió—. Gracias, por traerme hasta aquí.
—Dime. ¿Cómo se llama tu mamá o papá? Así lograremos contactarlos.
—No tengo, tengo a Candela, ella vive conmigo —dijo tranquila sacando su celular y marcando su número—. ¿Hola, cande? —habló por el auricular.
—¡¡Candy!! —gritó, al parecer había estado llorando, se sintió muy mal por ella, su forma de hablar era pesada.
Se reprimió internamente, no debía preocuparla así.
—Me vas a romper los oídos —dijo bromeando para animarla.
Logró escuchar una pequeña risita. La chica de ojos verdes tenía una voz muy aguda, sobre todo cuando gritaba.
— ¿Dónde estuviste todo el día? Me llamaron del colegio diciendo que te habías ido y cuando tu amiga intentó frenarte vio tus ojos llenos de sangre. ¿Te sientes bien? ¿Qué te pasó?
—No sé muy bien —confesó— estoy en una estación policial, dijeron que me encontraron en el bosque convulsionando.
—Debe ser el golpe que te diste en la cabeza. Dame la dirección voy para allá.
Le pasó el teléfono a la oficial, quien se quedó hablando con la chica que estaba del otro lado de la línea.
La sub-jefa le dio permiso para vagar por la comisaría. Se quedó mirando cómo los demás oficiales trabajaban. A algunos de los trabajadores le parecía gracioso verla caminar tan despreocupada y mirarlos de forma tan curiosa.