El diario del agua

Cap. 8: Volver a tratar

Al abrir los ojos se percató que estaba en una habitación color gris e inmensa, le recordaba mucho al instituto, no había luz pero de alguna manera lograba ver todo con claridad. A lo lejos se veía un hombre, estaba en posición fetal, no se movía, parecía muerto en vida.

Se acercó, cada paso que daba lo hacía ver más grande hasta estar parado detrás de él aunque a una distancia prudente. Junto a él había una lámpara apagada, carraspeó para atraer su atención, el hombre se dio vuelta, apenas alcanzaba a distinguir sus figura en la oscuridad que mágicamente lo envolvía, quizás la luz no deseaba llegar hasta él, o quizás la oscuridad no deseaba tocar más que aquel hombre.

— ¿Cómo llegaste acá? —preguntó algo paranoico. Se dio cuenta que estaba viéndose bastante patético frente a una raza débil, pequeña e inferior—. Un dios... llorando y lamentándome frente a alguien de tu especie... —el hombre se paró tembloroso apoyándose en la pared, no parecía muy estable por lo que se vio obligada a retroceder para que no la aplastara.

Cuando Candy logró verlo bien se dio cuenta que la mitad de su cara se estaba quemando. Miró por unos segundos su excéntrica ropa bastante admirada e impresionada. Tenía una campera hecha de manijas de los relojes antiguos, su corbata parecía un péndulo de esos relojes enormes. Eso le dio una idea de quién era

— ¿Eres el dios del tiempo? —le preguntó curiosa. 

El hombre se quedó callado con lo especifica y osada de su pregunta, no parecía importarle el hecho de que se estaba muriendo o ni siquiera lo sabía. Tampoco sabía quién era y de seguro mucho menos sobre la recompensa. Parecía haber llegado de casualidad hasta él. Intentó calmar sus lágrimas, no importa de qué raza o que tan fuerte fuera, temía morir, su instinto de supervivencia lo hacía sentir triste a la certeza de que su final era inevitable. Logró calmarse, se dispuso a hablar.

—Soy la encarnación del tiempo —le corrigió. Por primera vez en muchos años se había distraído del dolor, parecía que había alguien interesado en él—. Fui encerrado en el diario de secretos, si estás aquí vos debes de haber ingresado en él porque mataste a la guardiana para liberar por unos segundos su poder.

~Y~

— ¡Profesora no respira! —gritó una de las amigas de Candela, Simona estaba muy preocupada por su compañera, quien repentinamente se desmayó, apenas logró detener su caída.

La profesora se acercó con grandes zancadas, se acercó a ella, hizo un esfuerzo por tomar su pulso, pero no encontraba nada. Al principio creyó que lo hacía mal, así que apoyó su oído en el pecho de su alumna, en ese momento se percató de que su corazón no latía.

— ¡Llamen a la ambulancia! —gritó Simona aterrada. El curso estaba histérico y hacían un esfuerzo por mantener la calma. 

Un joven atinó a marcar al SAME para pedir una ambulancia. La profesora intentaba hacer la maniobra de resurrección, no conseguía que la chica respirara o su corazón latiera, parecía que había muerto repentinamente. Le preguntaba a su amiga, una joven castaña, si había comido algo o había hecho un movimientos extraño que le diera un indicio de que le sucedía, pero todas sus respuestas eran negativas.

Los paramédicos llegaron rápidamente, habían sidos llamados por una falsa alarma así  que ya se encontraban en el colegio. Le tomaron el pulso, su corazón seguía sin latir, le daban descargas para intentar reactivarlo, la desesperación aumentaba y las probabilidades de que la joven despertara disminuían. 

Le colocaron una mascarilla y la subieron a la ambulancia. La conectaron a un respirador artificial y se encargaron de que una máquina hiciera su corazón latir. .

—Señorita Candela, ¿puede oírme? —le preguntó mientras iluminaba su ojo con una linterna—. Sus pupilas se contraen, no hay muerte cerebral. Creo que ha entrado en coma... —murmuró sorprendido.

~Y~

—Oh... Yo soy la propietaria, pero no he matado a nadie —dijo admirada por la enorme altura de esa persona, los problemas se borraron de su mente por unos minutos—. ¿Por qué te encerraron?—el hombre se encogió de hombros, no tenía la respuesta.

— ¿Qué haces acá? —le preguntó tranquilo, se sentó para tenerla un poco más cerca y escucharla mejor.

—Vine a ayudarlo —al decir esto el hombre se rió gentilmente, parecía cansado.

—Ya he escuchado eso miles de veces, miles de criaturas diferentes vinieron para intentar curarme, todas eran miles de veces más viejas y experimentadas que vos y todas fracasaron. ¿Qué es lo que tienes que te garantiza mi sanación?

Candy se quedó unos minutos callada, pensando, no tenía tiempo que perder así que fue completamente sincera.

—Tengo esta rama y buenas intenciones, usted para mi es un obstáculo que debo pasar para ir con mi hermano y rescatarlo, su vida ahora depende de cada una de mis decisiones. No creo que sea lo suficiente como para curarlo, pero al menos puedo tratar, tengo que ir por mi hermano... ¿Eres Red, no?



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En el texto hay: mundos fantasticos, guerras magicas, aventuras magicas

Editado: 28.04.2020

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