Tu peor enemigo

Por años rebusqué de entre los cajones, por años recorrí laberintos tan oscuros, le reclamé a la vida el por qué me trata tan mal, el por qué me va tan mal. Tal vez herí sentimientos intentando con desesperación encontrar una respuesta a mis vientos en contra y a mis caídas libres; una respuesta que encontré un día en el rostro de la silueta de un chico indeciso dibujada en el espejo riéndose de mí.

Le pregunté qué quién era y con una voz, y una actitud engreída y de superioridad me contestó “Tu peor enemigo”.

Tu peor enemigo eres tú mismo, y es un enemigo nada fácil de vencer, porque lo tienes en casa, porque te conoce, porque a diferencia de ti, él tiene conocimiento de tus debilidades y fortalezas; sabe cómo usarlas, sabe cómo atacar, porque cree en ellas, porque sabe de ellas, y el simple hecho de que tú hasta ahora no lo hayas hecho, significa que nunca has estado dentro de la jugada.

Has dado vida a un “Yo” que tiene el objetivo primordial de hacerte caer, hacer que no confíes en ti, que jamás creas que eres capaz de lograr algo, alguien que te grita una y otra vez que debes subestimarte, que está bien creer que algo no es para ti sin siquiera haber tenido la oportunidad de intentarlo.

Todos hemos permitido que eso suceda, lo que marca la diferencia es el darte cuenta de que esa versión de ti hará todo menos ayudarte, y si quieres avanzar, tienes que pelear con ella, tienes que enfrentarla, ¿es una ardua misión?, sí, lo es, porque esa versión de ti confía plenamente en quien es, porque cree en lo que es capaz de hacer, y está perfectamente preparado para enfrentar cualquier batalla que se le presente en su camino, y tú por en cambio, dispones de muy poco armamento para hacerle frente a toda su tropa de ataque; ¿qué tienes que hacer?, hacerte de armas, desposarlo de algunas, escabúllete entre la noche ciega, quítaselas, ¿te descubre?, pues peleas, pero no corres, porque entonces le estarías dando la razón a él, de creer que no eres capaz ni digno de poseer las armas que él ahora tiene en su poder; te quedas y peleas y le demuestras que por supuesto que eres digno, porque son tuyas, porque él no es otra cosa mas que un ejemplar de tu negatividad en su máxima expresión. Te quedaste, luchaste con uñas y dientes para retirarle alguna de las armas que por ley te corresponden, y perdiste la batalla; regresaste al siguiente día con el alza del sol y volviste a caer, y tal vez dirás “Estoy destruido y no he conseguido nada”, ¿de verdad lo crees?, vamos a analizar el panorama, ¿quieres?; te armaste de valor, levantaste la frente, cerraste tus puños con coraje, apretaste los dientes, te diste la vuelta y te enfrentaste a él y a toda su furia, ¿qué tenemos aquí?, osadía, determinación, coraje; caíste y regresaste al día siguiente, ¿qué hay aquí?, asiduidad, perseverancia, desdén por creer que algo está perdido; estuvo tan concentrado en detener cada uno de tus ataques que le fue imposible mirar más allá de lo que realmente acontecía, se cegó, y no se dio cuenta de que ya lo estabas desposando de armas sumamente poderosas; ya las tienes, ya son tuyas, ahora defiéndelas, a capa y espada, no importa cuántas veces caigas, lo que importa es que nunca te quedes en el suelo, y conócelo, te invito a que lo hagas, ¿por qué?, porque te aseguro que será tu lugar de descanso en continuas ocasiones, siempre, hasta el final de tu existencia, entonces velo como un amigo, tómate un café con él, platica con él, cuéntale de tu desgracia, termínate tu café y ponte de pie que el tiempo apremia.

Recuerda que el límite lo pones tú, estudia, analiza y conviértete en el semáforo de tu vida, decide cuándo avanzar, y cuándo es momento de marcar el alto, y por supuesto no puede faltar el “Pásale, pero a madres”.

Recuerda que la imagen que ves a diario en el espejo tiene el poder de destruirte si tú se lo permites.