Dicen que Dios da sus mejores batallas a su mejor guerrero, pero ¿qué pasa si ya no quiero seguirlo siendo?, ¿es que acaso mi opinión no cuenta?, ¿o es que acaso él sabe que he de sobrevivir a final de cuentas?, que sin importar cuan grande sea la tempestad, no me voy a ahogar.
Cada uno dirá que se considera el mejor guerrero de todos, ¿y qué crees?, es válido, es muy válido. Porque cada uno de nosotros vive en realidades distantes en cierta forma. Cada uno pasa por obstáculos distintos, ¿en diferente intensidad?, puede ser. Pero a final de cuentas, cada uno en su realidad, la siente como una batalla, como otra fuerte batalla, e incluso, como la peor batalla de sus vidas, y con un alza tan grande respecto a las otras que sientes que esa batalla te llevará a la culminación de la guerra, una victoria que no tendrás el honor de apreciar y de celebrar, porque no serás tú quien salga victorioso.
Cuando crees que estás viviendo la peor etapa de tu vida, giras la dirección de tu mirada hacia las realidades de los otros, y llegas a pensar e incluso ves que todo marcha bien en sus vidas. Que no hay nada que irrumpa en su felicidad. Pero no es así. Como ya lo dije, creo que vivimos y somos realidades distintas en una realidad universal. Y debido a ello, la vida, la sabía y majestuosa vida, no puede atacar de la misma manera para con todos. Por eso, para lo que a ti te puede parecer un rasguño dentro de la realidad de otro, para él puede ser una masacre. Somos realidades que se viven con una diferente intensidad y por lo tanto deben golpearse con una diferente intensidad.
Hace unos días pensé en que ya no quería ser el mejor guerrero, pero ahora me doy cuenta de que eso es un pésimo plan. Yo soy el guerrero, el majestuoso guerrero de mi propia realidad. Y al yo desear ya no ser el mejor guerrero, estoy deseando que mi realidad llegue a su fin. Porque nadie más va a vivir mi realidad por mí. Nadie más va a enfrentar los desafíos que de ella se deriven. Porque solo yo sé lo que vivo. Solo yo sé por qué de repente apareció un monstruo en medio del mar. Y solo yo sé cómo vencerlo.
No eres un guerrero, eres EL guerrero. Deja de mirar las realidades de otros. Intentan salir bien librados de una batalla al igual que tú, aunque muchas veces se dé la impresión de que caminan sobre el agua.
Recuerda siempre que tú eres el guerrero, y que de nada te servirá quedarte arrodillado en medio de un rincón. Recuerda que nadie más va a salir a pelear por ti. ¿Hay miedo?, sí. Siempre hay miedo. Es como la cereza del pastel. Lo único que debes hacer es comerla. La cereza es deliciosa, y si degustas el sabor del miedo, vas a estar bien.
Eres brillante. Ponte esa armadura. Empuña esa espada. Y sal al ruedo.