El Diluvio I I Super Tierra

El Secreto

— No me digas así —  respondió molesta Sofía — mi verdadero padre sí que fue un gran hombre, no un ser débil como tú que tiene una chatarra como pareja, él ideó el éxodo que nos salvó, no era un mediocre — la muchacha respiró un poco para calmarse — te mande llamar porque quería preguntarte quienes son los amigos de Alberto.

— ¿Cuáles?

— Del grupo pro robots.

— ¿Por qué quieres saber sobre ellos?

— Llegó a oídos de los dirigentes la teoría que ellos pudieron estar implicados en lo de los insectoides.

— ¿Qué locura dices?

— Quiero que me des sus nombres ahora.

— No lo haré, estás loca, tu odio por tu madre...

— Esa cosa no es mi madre.

— Si lo es, ella te cuido, te dio su amor, cuando estabas triste te consolaba, si llorabas limpiaba tus lágrimas, que no esté hecha de carne y hueso como nosotros no te da derecho para tratarla así, no sabes el dolor que le produce tu rechazo.

— Dolor... — rió con ironía la muchacha — ellos no sientes, o crees que cuando tiró una tostadora al suelo le duele... estás tan loco como Alberto. Quería hacer esto por las buenas, pero si así lo quieres, quedarás detenido hasta que me des la información que necesito.

Más tarde, en la Comandancia.

— ¿Qué te pasa Sofía? Como te atreves a encerrar a nuestro padre.

— No es mi padre. Solo estoy tratando que me dé una información que necesito, pero no quiere.

— No tienes derecho a hacerle esto...

— Tengo todo el derecho, mi deber es el mismo del de mi verdadero padre, proteger a la humanidad, solo quiero que me de los nombres que de tus amigos, del grupo pro robots.

— Arréstame a mí entonces.

— Tienes razón, guardias, llévenselo y suelten al otro prisionero.

Tomás y Marian buscaron ayuda en todas partes del gobierno, pero nadie quería meterse en esa situación por miedo que pensarán que eran parte de esa confabulación.

— ¿Qué haremos Tomás?

— Por ahora solo esperar, son solo ideas de Sofía, hay muchos rumores, estoy seguro que no es verdad que crearon a esas criaturas, ella ve enemigos por todas partes.

Esa noche los amigos de Alberto se entregaron, a pesar de los interrogatorios y averiguaciones no pudieron probar nada contra ellos, así que una semana después los dejaron libres a todos. Unas noches más tarde, mientras el joven y sus padres estaban en su casa cenando, conversaban sobre la actitud de la joven.

— ¿Por qué mi niña se comporta así? — se preguntó por enésima vez Marian.

— Comenzó a actuar así luego que te encontraron en la nave, descubrió quienes fueron sus verdaderos padres, Manuel fue el mayor impulsor de la gran migración, y que había de lavarle el cerebro a todos, incluso a su hija, al saberlo Sofía empezó a comportarse como si fuera la mejor de todos, luego se fue, ahora usa el apellido de su verdadera familia, y nunca más volvió a contactarse con nosotros.

Muchos de los humanos seguían sin aceptar a las familias que tenían un robot viviendo con ellos, por eso los seres artificiales se reunieron en un galpón abandonado, para ver que podían hacer para que sus seres queridos no sufrieran discriminación.

— No sé qué hacer, a mi señora la echaron de su trabajo por tener un "muñeco de hierro" como esposo — comentó Roberto, un joven bajo, que aparentaba unos 30 años, moreno.

— A mis hijos los dejaron de lado sus amigos, en el trabajo los tienen aislados — contó angustiada una rubia, alta, de ojos azules, de nombre Elba.

— Creo que debemos hacer algo, sino esto terminara muy mal, por eso quería proponerles algo — dijo a todos Marian.

— ¿Qué cosa? — preguntó otro de ellos.

— Volver a la Tierra, para nosotros el problema de la capa de ozono no es mortal, y tal vez podamos encontrar como arreglarla — propuso la esposa de Tomás.

— Pero no quiero... — uno habló indeciso.

— Piensa que pasará cuando ellos envejezcan, o mueran, nosotros somos eternos, queramos o no los perderemos de una forma u otra, y esta ideal es para que no haya heridos, o muertos en una guerra por nosotros. Yo quiero volver ¿Quiénes me siguen? — término su discurso Marian.

Los asistentes se miraron, luego de meditar un rato lentamente todos levantaron la mano. En secreto prepararon la nave, sabían que sus familias no estarían de acuerdo con su decisión. En casa de Marian ésta les contó sobre su vuelta a la Tierra la noche antes de irse.

— No quiero que te vayas, no podría volver a vivir sin ti amor — suplicó Tomás, desesperado.

— No es bueno para nadie que nos quedemos, lo hago por ustedes, como esa vez en la nave — le tomó la cara a su esposo — te amo, pero esto es lo mejor, podrás encontrar una buena mujer que comparta tu vida, yo nunca envejeceré... no soy humana.

— No quiero que te vayas, sino para que fue todo lo que hicimos para reactivarlos — dijo llorando Alberto.

— ¿Por qué lo dices? — Marian se asustó — por Dios ¿Qué hicieron? — preguntó su madre, preocupada.

— ¿Estás detrás de los ataques de los hombres insectos? — lo encaró directamente el padre.

— Nunca haría algo así — al ver la mirada de acusación de sus padres se indignó — ¿Por qué no me creen? — el joven salió corriendo a la calle.

Ya de madrugada, el muchacho fue donde sus amigos, no les dijo del plan de su madre, contra su costumbre tomó de más, cuando iba por la calle sus pasos lo llevaron afuera de la casa de Sofía.

"Si no fuera por ella, mi madre no se iría".

Para Alberto fue fácil desactivar el sistema de seguridad, y entró por la cocina para hablar con su hermana, la vio sentada en el living, hablando por teléfono.

— Nadie lo sabrá, tranquilo, con pruebas o sin ellas ahora todos culparán a los grupos pro robot, pronto todos serán desactivados — escuchó un rato — no dejamos rastros, nadie nos unirá con lo de esos seres insectos, ya lo verás, plantaré las pruebas esta semana, nos vemos mañana — cuando colgó rió maligna — maldito cobarde, será mejor que desaparezcas lo antes posible.



#2743 en Ciencia ficción

En el texto hay: miedo, esperanza, agua

Editado: 18.12.2020

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