El Efecto Haylee x Baylee

¿Sabes dónde estás?

Diciembre 26, 2017
Berlín, Alemania

Lo primero que la joven Baylee Ravenson notó al despertar fue ese cegador resplandor blanco que inundaba toda la habitación; era tan fuerte que se vio obligada a tener que cerrar los ojos de nuevo. Quizás percibió aquella luz tan fuerte porque los abrió rápidamente, así que entre el dolor que tenía en el cuerpo y la confusión que sentía abrió los ojos lentamente hasta que pudo acostumbrarse por completo a ella.
La mirada de Baylee se dirigió a todos lados, o al menos hasta donde le era posible, intentando descifrar en dónde se encontraba, le dolía el cuerpo y al parecer estaba inmovilizada, eso o es que el dolor en el cuerpo le hacía pensar eso; intentó mirar abajo, justo en sus piernas, pero apenas si podía levantar la cabeza, intentó mirar hacia los lados, pero simplemente no podía girar, así que no le quedó de otra más que mirar hacia el techo y tratar de averiguar en donde se encontraba; aunque no era muy difícil; por el olor, los ruidos y demás era obvio que se encontraba en un hospital, en uno de sus intentos logró elevar el brazo para poder ver que era lo que sentía en él, notó entonces la sonda intravenosa que le comenzaba a molestar ahora que ya había despertado.
Pero las preguntas se acumularon en su cabeza, sin poder expresarlas, porque debido a una situación que desconocía hasta ahora, la garganta también le dolía, no podía separar los labios y eso en verdad comenzaba a asustarla, en ese instante deseaba que entrara alguien y que le dijera algo, sobre el porqué estaba ahí, y entonces, en su desesperación los recuerdos llegaron como un balde de agua fría haciendo que el dolor que sentía hacía unos pocos minutos después de haber despertado, incrementara, ahora eran más insoportables; supo que comenzó a alterarse cuando una mujer vestida de blanco, con el cabello muy bien recogido en un chongo sobre la cabeza, sin ningún cabello estorbando en su rostro, las manos limpias y muy bien cuidadas, se hizo presente en su habitación; eso y el ruido que provenía de aquel aparato del cual desconocía su nombre, pero que reflejaba el ritmo cardiaco que tenía y que ahora se había elevado, lanzando así un pitido que no dejaba de sonar y que habría advertido a la enfermera a cargo que debía de hacer algo.
—Señorita, debe de calmarse, por favor, debe de hacerlo... no quiero aplicarle otro sedante, por favor. —¿Otro sedante? ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? El miedo no se hizo esperar y ella se alteró aún más, quizás las palabras de la joven enfermera no habrían sido las indicadas, pero había sido lo único que se le habría venido a la mente mientras intentaba tranquilizarla.
Al ver que la joven no cedía, decidió hacer aquello que estaba evitando; pidió a su compañera que había entrado justo después de ella, la dosis requerida de sedante para poder tranquilizarla.
—La única manera de tenerla tranquila es con sedantes, pero tarde o temprano deberá de hacerle frente a la realidad. —Exclamó la segunda enfermera; ella estaba asustada, era la primera vez que tomaba guardia y que debía de cuidar de un paciente y el miedo de no saber qué hacer se asentó en ella mientras escuchaba las indicaciones.
—Si, pero mientras debemos de cuidarla. Es nuestro trabajo. El doctor vendrá más tarde a ver cómo sigue. — Baylee era una chica fuerte que sabía cómo reaccionar a las diferentes situaciones que se le presentaban en la vida, pero justo ahora, le estaban impidiendo hacerlo; ella era una chica resiliente, demasiado para su edad, pero esta situación en particular le estaba pareciendo extraña; los recuerdos iban y venían y la presencia del uso constante del sedante no ayudaba mucho; solo esperaba a que el médico que le fuera a atender más tarde pudiera decirle qué fue lo que ocurrió.
Los ojos de Baylee se cerraron por completo y las enfermeras pudieron regresar a sus lugares de trabajo, fuera de la habitación, siempre al pendiente de los signos vitales de la joven Ravenson.
Por la noche, el doctor Polo Thorndike se hizo presente en el hospital donde se encontraba Baylee. Había sido el más cercano al sitio donde la encontraron aquello excursionistas.
El caso había resultado un impacto; una mujer encontrada en medio de la carretera, con golpes y la ropa rasgada, con signos de violencia, además habían encontrado en sus resultados la presencia de drogas, y por primera vez, el médico a cargo solicitó el apoyo de las autoridades sin antes saber nada sobre la paciente, porque todos los indicadores eran obvios; señalaban que ella había sido víctima de violencia, de un abuso, y eso era un delito.
El doctor Polo Thorndike tuvo que ir a declarar sobre la llegada de la joven. Y los excursionistas también se vieron obligados a responder. El Dr. Thorndike había solicitado que la mantuvieran sedada, eso disminuiría el dolor del cuerpo, seguro que sentiría como si los cristales se le hubieran clavado nuevamente; además de la violencia física, habían señales de que habría sufrido un accidente automovilístico. Pero en la ciudad no se había hecho ningún reporte de algún accidente, revisaron todos los pueblos, y ciudades de Alemania, pero no había ningún reporte que se relacionara con ella.
Eso era lo más extraño de todo.
Por lo difícil del caso, los interrogatorios llevaron más tiempo de lo planeado, así que Polo Thorndike tuvo que esperarse a qué terminarán antes de ir con Baylee.
En ese mismo momento, Baylee llevaba tres horas despierta, mirando fijamente un punto muerto dentro de la habitación, estaba perdida en sus pensamientos, aquellos que creyó que se borrarían cuando el sedante entró en su cuerpo, pero no fue así; ella estaba ahora despierta, un poco abrumada por el sedante y los efectos comenzaban a hacerse presentes, pero consciente del por qué es que ella estaba ahí.
—Hola, buenas tardes, veo he estás despierta ya. Lamento la demora, pero tuve que hacer algunas cosas antes de venir. —Baylee ni siquiera miró al hombre que entró a su habitación, al contrario, siguió mirando el punto muerto en la pared.—¿Sabes dónde estás?—Baylee negó lentamente sin parpadear ni un poco, ni siquiera porque sus ojos comenzarán a arder.—¿Sabes lo que te ha ocurrido?—Y ahora Baylee asintió.—¿Puedes decírmelo? Es importante para saber...
—Asesinaron a mi padre frente a mí, nos drogaron a mi hermana y a mí y ahora estoy aquí... no sé... no sé qué más ocurrió luego de eso. —Y el llanto se hizo presente de igual manera mientras él revisaba la sonda intravenosa, se había lastimado con ella.
—Bien, está claro que te encuentras un poco confundida aun, entre el efecto de las drogas y el sedante, es entendible, debemos de esperar unos minutos más para que estés un poco más lúcida. —Baylee negó.
—¿Mi hermana? ¿Dónde está Haylee? —Polo miró a la enfermera, la chica se había dignado al fin a ver a su doctor, pero seguía sin parpadear.
—¿Hermana? —Baylee asintió.
—Haylee Ravenson. Mi hermana. Yo soy Baylee Ravenson, seguro que conoce a mí papá. Él trabaja aquí, en Rusia es muy conocido y.…—El rostro de Polo le hizo entender que estaba algo mal dentro de toda la explicación que estaba dando. —¿Qué sucede?—Baylee lo miró asustada y entonces Polo no tuvo de otra más que decirle la verdad.
—Conocemos a su padre, es un maravilloso colega que viene a ayudarnos cada que la doctora Thorndike se lo pide. —Baylee frunció el ceño.—Pero, lamento decirle que no estamos en Rusia, estamos en Alemania. ¿Cómo es que usted llegó aquí? El accidente del que habla fue en Rusia, hace aproximadamente dos días. ¿Porque aparecería en Alemania?
Y eso hizo que Baylee al fin parpadeara, haciendo que un par de lágrimas se derramaran por su rostro.
Thorndike sabía que ella era muy apreciada por su esposa, por Liza Thorndike, así que decidió hablarle, ella quizás lograría que Baylee se tranquilizara, ver un rostro conocido quizás sería un buen punto.
Liza Thorndike, la esposa de Polo, amiga de Hernan se encontraba de guardia aquel día, se dirigió a dónde Baylee y entró en la habitación, pidió a las enfermeras que no dejarán entrar a nadie más a menos de que ella lo solicitará, argumentó que necesitaba saber en qué estado se encontraba la paciente antes de todo lo que estaba por venirse; habían pasado dos días desde el incidente de aquella mañana; y la gente correspondiente había comenzado a moverse, lo que significaba que ella también debía de hacerlo.
Todos sabían que la médico Liza Thorndike y el Dr. Hernan Ravenson eran muy buenos amigos.
Liza había intentado tener hijos, pero no lo había conseguido, y veía a Baylee como una hija, la adoraba y cada que su amigo, Hernan, la llevaba al hospital le era imposible no consentirla demasiado así que ahora que su compañero había dejado este mundo, sentía que debía de protegerla, que debía de cuidarla como a su buen amigo le habría gustado hacerlo.
Ahora más que no tenía a nadie, salvo a su hermana, si es que ella había sobrevivido.
Liza se apresuró a averiguar sobre el estado de la otra Ravenson, pero no sabía nada, nadie la había reportado, no había llegado otra chica desconocida, y todos ahora en Rusia sabían que la familia había muerto, y los padres de Hernan estaba preparando todo para el funeral, además de que la familia de Baylee viajaría hasta Rusia para reclamar el cuerpo de su nieta; de la joven Haylee. Pero se llevarían una sorpresa, porque al parecer ella también estaba desaparecida.
—Hola, Baylee, ¿cómo te encuentras? —Liza se adentró a la habitación, pero Baylee ni siquiera se inmutó ante su presencia, estaba perdida en sus pensamientos, a sabiendas de que su vida no sería la misma después de lo sucedido con su padre en la mañana de hace dos días. —Hey Baylee, te hablo... mírame, por favor mírame. —Liza sabía que el estado de shock era normal en los pacientes que habían presenciado un accidente, algo que resultara traumático, pero según sus fuentes y según las noticias locales, las hijas de su buen amigo, Hernan Ravenson, no iban con él en el auto, además de que el mismo Hernan le habría contado a Liza el modo operandi que manejaría con sus hijas y los vehículos que utilizaran, así que era imposible que Baylee estuviera ahí.
Lo cual volvía más extraño el caso; si Baylee no iba en el mismo auto y el protocolo daba la seguridad a las hijas de Ravenson, no entendía como es que ambas hijas estaban desaparecidas, lejos de Rusia, separadas.
—¿Liza? —Baylee siempre fue cercana a Liza Thorndike. Porque siempre la vio como aquella tía que siempre quiso, su padre nunca dejó que conociera al tío Greg y Anastasia no tenía hermanos, así que nunca tuvo esa relación que tenía con Liza. —Oh Dios, me alegra de tener un rostro conocido cerca, ¿Puedes decirme la verdad? ¿Enserio estamos en Alemania? Tu esposo...—Liza asintió mientras tomaba de la mano a Baylee.
—Estamos en Alemania, Bay, Polo te dice la verdad. No te preocupes que haremos todo lo posible para que estés de regreso en Rusia.
—Sé que papá murió, no quisiera ir a Rusia de nuevo, el lugar en donde papá no me estará esperando. —Liza no sabía que decir en ese momento, ella estaba sufriendo su duelo por la pérdida de un buen amigo. Entonces Baylee aprovechó el silencio y decidió preguntar; —¿Y qué sabes de Haylee? ¿Ella está bien? ¿La has revisado tú? La verdad es que no confiaría en nadie más que no fueras tú para que la revisara. Tu esposo no me dijo nada, pero... supongo que es porque Haylee nunca fue agradable con él. —Liza sonrió débilmente antes de sostener la otra mano de Baylee. Eso que sería la gota que derramaría el vaso, pero se lo debía de decir;
—Baylee, hija, cariño. Haylee no llegó contigo. Y, por lo que sé, creo que ella tampoco está en Rusia. Nadie sabe nada de ella.
Y eso provocó algo en Baylee, algo que no sabía cómo explicar.
Pero intentó ocultarlo frente a Liza, ¿qué podría hacer ella? Nada, nadie podía hacer nada, ni por su hermana, ni por ella. Mucho menos por su padre.
—No pensabas decirme lo de papá, ¿cierto? —Liza se quedó en silencio mientras pensaba en su respuesta; la situación era difícil para ambas, no solo para Baylee.
—Baylee, cariño, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, y que haría cualquier cosa que me pidieras, sabes que te diría que si a todo, pero en esta ocasión, no. No pensaba decirte nada.
—¿Porqué? —Y aunque ella conocía la respuesta, se mostraba ansiosa.
—Porque eres nuestra bebé. —Y ahí estaba; lo que tanto odiaba escuchar. 
 




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