El Egocentrista

El Regalo

Los chicos llegaron al centro donde entraron a un restaurante de comida china, se sentaron a la mesa en tanto un camarero se acercó a tomarles la orden. Louis y Henri ordenaron una sopa de fideos y Marck arroz chino. El lugar estaba decorado con los típicos adornos asiáticos de la china oriental.

—Oigan, ¿abrimos los sobres? —preguntó Henri sacando el suyo.

—¿Estás tan ansioso? —interrogó Louis sonriendo.

—Pues sí.

—¿Qué opinas tú, Marck?

—Pues, si ya quieren abrirlos… hagámoslo —inquirió Chamorro.

Los tres jóvenes abrieron los sobres en los cuales había un pasaje de avión, una reservación en un elegante hotel y un cheque con una buena suma de dinero. El viaje era con destino en Rio de Janeiro, los jóvenes se quedaron viendo aquello asombrados.

—Dos semanas —dijo Marck—, todo para que estemos aquí para fines de año.

—Sí, una semana completa antes del fin de año —ratificó Louis.

—Bien —dijo Marck guardando el sobre nuevamente—. Ya decidieron a donde irán a estudiar.

—No estoy totalmente seguro, me estoy debatiendo entre dos… ¿y tú?

—Seguro querrá ir a Harvard —chistó Henri.

—No, que va, tampoco es para tanto. No es que me crea Isaac Newton —soltó Chamorro en tono seco—. Creo que iré a la Universidad de Columbia.

—Pero en definitiva estudiarás fuera del país.

—Claro.

—Pues yo también la tenía en mente, y ¿Por qué no seguir a mi amigo? Es bueno tener alguien conocido fuera.

—Seguro.

—Entonces yo también, para que sigamos juntos —indicó Henri—. Dile a Ximena también.

El comentario sonrojó a Louis, por lo que provocó que sus amigos no evitaran reírse de él, lo que empeoró la vergüenza del joven. En tanto reían les sirvieron sus órdenes, pero, Henri no paraba de reírse y Marck al escuchar la risa y la expresión de Louis también soltaba risas un poco más discretas.

—Por favor, amigos paren —pidió el chico muy avergonzado, iniciando a comer para poder disimular.

—No, tienes razón —dijo Marck poniéndose serio—. Disculpa —pero Henri estaba rojo de tanto reír y no se detenía.

—Ya, Henri.

—Lo siento —expresó con dificultad por la risa—, es que no puedo parar.

—Ya estuvo bueno —indicó Marck—. Compórtate.

Mántica hizo de mucho esfuerzo para detenerse, pero lo consiguió quedándole la cara roja, roja. Los tres empezaron a comer.

❉❉❉❉

Ximena estaba en su cuarto acostada en su cama viendo en su celular una foto del joven, donde él estaba sonriendo, llevaba puesta una camisa de color azul y su cabello negro estaba un tanto alborotado por el viento. Esa foto ella se la había tomado en uno de sus tantos paseos, habían ido al mirador de Catarina. Esa foto la transportó a aquel paseo con tan solo cerrar los ojos.

****

Habían quedado en salir de paseo, era viernes una hora después del colegio, se pusieron de acuerdo en encontrarse en el centro comercial, ella había llegado vestida de forma casual, con unos jeans color azul y una camiseta color rosado, un reloj del mismo color, unos tenis blancos haciendo juego con un bolso del mismo color, llevaba una coleta anudando su cabello y en la mano una gorra de color blanco. Al ver al chico la joven sonrió y se apresuró en acercarse, el chico vestía un polo color azul manga corta denotando sus brazos que reflejaban prácticas de ejercicio, un jean negro junto a unos tenis de color blanco, e igual un reloj (Rolex) negro con una gorra en la mano de un mismo color.

—Buenas tardes —dijo, eran las cuatro de la tarde—, disculpa la tardanza.

—No te preocupes, no tengo mucho de haber venido.

—¡Ah! Y… ¿A dónde vamos?

—Ya lo verás.

Ambos jóvenes subieron al automóvil, en el trayecto Louis bajó la capota del auto y el viento del atardecer les daba en el rostro, el cabello de Ximena volaba sin control en tanto la chica reía, con solo el recorrido Pardo estaba disfrutando del paseo puesto que le encantaba pasar tiempo con el joven. Después de un rato la joven se dedicó a observar el paisaje, ella era una persona de muy poco salir, siempre que sus padres querían que salieran, ella rogaba de que no, le encantaba pasar en la casa, sobre todo en su habitación. Fueron pocas las veces; pero desde que principió su amistad con Prego salía más a menudo y le encantaba. Luego de media hora de recorrido llegaron al mirador, la vista era preciosa, las aguas de la laguna reflejando el azul claro del cielo con los tenues rayos de sol muy hermoso, las verdes colinas hacían contraste con tal hermosura y como toque final el aire fresco decembrino.

—¡Qué bella vista! —exclamó la joven contemplando el bello panorama.

—Sí, muy hermoso.

—Sin duda nuestro país es lindo.

—Sí —afirmó el muchacho—. Me alegro de que hayas aceptado la invitación.




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