Volkan movió el cuello lleno de estrés, no entendía bien qué demonios estaba ocurriendo en esos momentos, pero de algo estaba seguro, es que ese mocoso tenía un 50 % en su sistema que era idéntico a él.
Ver a Nicole después de tres años, con un niño y a punto de casarse le hizo dislocarse un poco de todo. Seguían casados, y aunque no usaran el anillo, Nicole seguía teniendo su apellido.
Sus investigadores le habían comentado que ella se había ido a otro estado para estar más cerca de su madre, lo cual le dio un mal sabor a tal punto de que hizo todo lo posible para que ella pasara miserias y regresara a su lado en busca de ayuda.
El timbre de la casa fue tocado con mucha exigencia, lo cual le hizo fruncir el ceño, porque nadie tenía permitido ir a esa hora a molestarlo y también porque ningún empleado podía dejar pasar a nadie a menos que fuera Fred o…
— Nicole —saboreó el nombre de la mujer que estaba al otro lado de la puerta—. ¿Qué estás haciendo aquí?
— Por tu culpa, mi hijo ha sufrido por el tratamiento para que sus riñones sigan funcionando —le apuntó con el dedo—. Dejé que me hicieras la vida de cuadros, pero nunca voy a permitir que le hagas daño a mi hijo.
— No sé de qué me estás hablando…
— ¡Sí que sabes! —Nicole lo empujó con enojo—. Sin trabajo, sin recursos y sin poder ir a un hospital. Por tu culpa mi hijo nunca ha podido recibir un trasplante de riñón porque ya me tienes fichada. ¿Qué era lo que tanto querías de mí?
— Que regresaras…
— ¡¿Por qué no buscaste a Natacha?! —él se quedó en silencio—. Fue la que pagó para hacerme pasar por ella, tú no tienes el derecho de hacerme esto. Suficiente con que me dejes sin trabajo, sin embargo, te has metido con mi hijo.
— No me metí con tu hijo, desde que pasó eso debiste venir a mí para que te ayude con ese engendro del diablo —Volkan cerró la puerta—. No hay razón…
— ¡¿Qué viniera contigo?! —gritó enojada, y apretando los puños—. ¿Consideras a Jedward como tu hijo?
— No es mi hijo, ya te lo dije, no puedo engendrar.
— ¡Pues hazte la jodida prueba de ADN!
— No te estoy gritando, deja de hacerlo conmigo —habló calmado—. Escucha, si sabías lo que tenía tu hijo, debiste decirme.
— Ni siquiera tenía idea de que por tu culpa todos me dieron la espalda, no puedo decir ni siquiera mi nombre porque ya estoy en una lista negra y la única persona que me ha ayudado durante todo este tiempo es Frederick.
— Entonces es cierto que están juntos —rio, carente de humor—. Es por eso que pensaste que estábamos divorciados.
— Lo estamos, porque tú te casaste con Natacha, no conmigo.
— No veo a Natacha por ningún lado —apuntó alrededor de la casa—. ¿La estás viendo?
— Deja de molestarme tanto con algo de lo que también fui víctima —la mirada de Nicole era suplicante—. No merezco esto, deja que mi hijo tenga esos riñones y no me verás por ningún lado.
— Entonces, regresa conmigo como mi esposa y me haré cargo de todo —soltó, sin creerlo y Nicole palideció—. Vuelve conmigo y…
— ¿Por qué razón volvería contigo? Hace años deseabas meterme en prisión porque tomé la identidad de otra persona…
— Todavía quiero hacerlo —la agarró por los hombros—. Solo que tengo un cambio de planes para ti, Nicole, y espero que cumplas con todo lo cometido.
— No te atrevas a jugar con la vida de mi hijo, busca a Natacha y hazla pagar por esto —le dio un empujón, haciéndolo a un lado—. Solo vine a decirte eso, y que no soy la misma chica con la que te casaste. Si me enamoré de ti y el día que escuché tu conversación con Frederick te iba a contar la verdad y que estaba embarazada.
— Tuviste meses para decirme todo…
— Hay cosas que es mejor tenerlas en secreto por un bien común.
Dejó que se marchara, por qué no entendía las razones por las cuales le dijo esas palabras. Ella no podía estar en su vida de regreso y menos como su esposa.
Esa noche, no pudo dormir, por más que trató de hacerlo y eso venía ocurriendo desde hace años. Su chofer lo estaba esperando como siempre en la entrada de su casa, aseguró todo lo que estaba en su casa y fue a la empresa.
— ¿Quiere ir a desayunar primero? —preguntó su chofer.
— Vamos a la casa de Frederick, tengo que ver algo con mis propios ojos.
Chofer asintió conduciendo hasta la casa de Frederick. Era extraño que estuviera pidiendo ese favor, porque nunca lo hizo en el pasado, mucho menos intentó acercarse a él antes. Siempre era en el trabajo o en su casa.
Volkan fue viendo los pendientes que tenía ese día, mientras el tráfico iniciaba y las personas querían ir a sus trabajos, por algún motivo, fue a parar a la galería de fotos que tenía asegurada.
Eran fotos de Nicole y él en su luna de miel, ni siquiera pudo ver los cambios que había en ella. Natacha siempre decía lo que pensaba, quería o hacía.
Muy al contrario de Nicole, que después de tres años tomó esa actitud por los golpes de la vida. Su luna de miel había sido cambiada por Grecia, porque quería conocer varias ciudades de ahí.
Dejó todo de lado por un mes completo, complaciéndola en todo y tratando de hacer que ella comprara las cosas más caras y en lo único que quería gastar el dinero era en cosas absurdas que no tenían nada bueno.
Hasta le hizo usar a la mala una de esas pulseras baratas durante el viaje y la misma que guardó cuando supo que Natacha lo dejó para irse a otro país con su supuesta amiga. Por esos cambios en Nicole, fue que se dio cuenta de que no eran la misma persona y que sin lugar a dudas tenía que contratar a alguien para que investigara.
— Detente aquí —le ordenó al chofer.
Vio a Nicole salir de la casa para despedir a Frederick, lo cual le dio una mala sensación, porque lo hizo con un beso en la mejilla, algo que no debió de hacer.
Esperó pacientemente a que él se marchara, salió del auto y arreglando su traje y viendo cómo esa zona era una de las más seguras de la ciudad, solo que en esos momentos a él no le preocupaba.
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matrimonio por contrato, padre e hijo, segundas opotunidades
Editado: 26.12.2022