Volkan tenía una enorme sonrisa adornando sus labios, ya se estaba impacientando al no recibir respuesta por parte de Nicole que estaba a nada de recurrir al plan B.
Tomó las llaves de su auto, y maldijo por no hacer que alguno de sus empleados trabajara en fin de semana. Puesto que le era fastidioso conducir por toda la ciudad hasta el hospital.
Durante el camino, dio la orden de que el niño fuera llevado a otro lado, a un hospital donde fuera atendido como se debía. Imaginar que ni él mismo se entendía, porque a decir verdad, podía meter a Nicole en prisión por tomar una falsa identidad y por fraude, sin embargo, su corazón latía frenético cuando la tenía cerca o escuchaba su voz.
Estacionó el auto en un lugar libre, y fue hacia dónde se encontraba el director del hospital, que para su suerte, hablaba con una persona del personal.
— Buenos días, señor Richter —saludó el doctor, extendiendo su mano—. Me han informado que ha mandado a pedir un traslado hasta aquí sobre un infante. ¿Puedo saber a qué se debe?
— Es el hijo de mi esposa —decir que era su hijo, le dio pesar—. ¿Hay donantes disponibles para él?
— Venga conmigo —el doctor se hizo a un lado para que él caminara—. Sobre su pregunta, hay donantes dispuestos a todo en estos momentos. Fue una buena opción que decidiera venir personalmente y que ese niño estuviera aquí en el hospital.
— Bien, y de paso quita el nombre de mi esposa de las listas negras que tenga —entraron a la oficina del director—. Ya no tiene por qué estar ahí.
— Lo haré, y de paso haré algunas llamadas al gremio y algunos hospitales de los alrededores —asintió, y le indicó que se sentara—. ¿Puedo saber que le hizo cambiar de opinión tan rápido?
— Nada que le importe —respondió seco—. También quiero una de las habitaciones VIP para el niño, que esté cómodo y que no le falte nada.
— Será de ese modo —asintió el otro, y le pasó un sobre—. Ayer en la tarde me fue entregado esto, no lo pude llamar porque no tuve tiempo. Son las pruebas de ADN que mandó a realizar, en dado caso de que tenga duda, puede hacerlas en otro lado.
— Entiendo —guardó el sobre en el bolsillo de su pantalón—. Puede ser que en estos momentos me encuentre un poco mal por las cosas que están pasando, pero recuerde que nadie puede saber nada.
— Por supuesto —asintió el hombre, y luego miró la pantalla de su computador—. Hay un problema con la sangre del niño —Volkan frunció el ceño—. Es AB negativo.
— Seré su donador, sin ningún problema —recordó las palabras de Nicole—. Tenemos el mismo tipo de sangre, el niño y yo.
— De acuerdo —el sonido del comunicador los alertó—. Acaba de llegar el paciente justo ahora, lo atenderá mis mejores cirujanos.
— Bien.
Volkan se levantó del asiento, caminó hasta la sala de espera en el área de cirugía en dónde vio a Nicole con los brazos cruzados, viendo cómo se llevaban a su hijo. Su ropa estaba llena de sangre, la que posiblemente era de su hijo.
— Nicole —la llamó, y ella lo miró con sus ojos hinchados—. Ya está todo listo para que tu hijo tenga su cirugía…
— También es tu hijo, Volkan —susurró, dolida—. No hables como si Jedward fuera un bicho raro, porque todo esto es culpa tuya.
— ¿Mía?
— Sí, porque tú querías verme muerta y ahora mi hijo se debate entre la vida y la muerte —dijo del mismo modo que antes—. En estos momentos espero que mueras de una forma tan dolorosa que ni tus padres puedan reconocerte después.
— También te amo, esposa mía.
— Amas tu trabajo —le dio la espalda, y fue a sentarse a una de las sillas—. Espero que te aburras rápido de mí, porque me das asco.
— Es una pena, porque yo no tengo planes de aburrirme rápido de ti —la tomó del brazo—. ¿En dónde dejaste a Frederick?
— Él fue a buscarnos ropa, no tuvimos tiempo de nada —miró su brazo—. Me estás lastimando.
— Debiste decirme a mí que necesitabas ropa —Volkan aflojó el agarre—. Tienes que quedarte en la habitación en lo que voy a donar la sangre, no te muevas de aquí.
— ¿Y así es como dices que no es tu hijo si hasta tienen la misma sangre? —preguntó incrédula—. De paso, haces las pruebas de ADN, para que no te queden dudas, bastardo.
Volkan contó hasta diez, la dejó en la habitación designada para ese mocoso, la cual parecía una habitación de hotel.
Fue al área que antes había visto para ser la donación de la sangre, en lo que preparaban al niño para la dichosa cirugía. Sin lugar a dudas, era una cirugía bastante cara al ser de los riñones.
Mientras le hacían los estudios pertinentes, y le sacaban la sangre, revisaba las revistas de farándula. Sutilmente, iban a ir conociendo a Nicole de a poco, por el hecho de que su vida amorosa era un misterio y con eso la iba a amarrar bien a su vida.
— Ya está, señor —dijo la enfermera—. En unos minutos será llevada con su hijo, al igual que las otras bolsas.
— Si tenían sangre, ¿por qué dejaron que la donara?
— Es una sangre que muy pocas veces es encontrada y el director del hospital nos dijo que debía ser guardada esas dos bolsas de sangre en dado caso de que hubiera alguna complicación, y porque su hijo la iba a necesitar después de la cirugía.
— Entiendo, gracias.
Hizo una mueca al sentir esa herida en el brazo, era increíble todo lo que estaba haciendo por alguien que ni siquiera era su hijo. Chasqueó la lengua, movió el cuello de un lado a otro, y luego fue hacia la habitación dónde se suponía que tenía que estar Nicole, sin embargo, ella no estaba ahí sino Frederick.
— Se está duchando —explicó su amigo, sin dejar de ver su celular—. Lo hiciste, en verdad lo has hecho.
— No sé de qué me estás hablando —se hizo el tonto, y luego se sentó en el mueble que estaba junto a la ventana—. Di las opciones, ella tomó la más conveniente, por supuesto.
— ¿Por qué no buscas a Natacha y dejas a esa chica en paz? ¿No estás viendo que no puede hacer nada ni con su propia vida?
#130 en Otros
#57 en Humor
#461 en Novela romántica
#184 en Chick lit
matrimonio por contrato, padre e hijo, segundas opotunidades
Editado: 26.12.2022