La mañana ya se había puesto, desde la bodega donde dormía, se podía oír como llegaba los primeros hombres a la taberna; Milton hacia rato que estaba despierto, era la costumbre; había arreglado su colchón y había abierto la pequeña ventana que había en lo alto de la bodega para escuchar el tránsito del camino; las personas iban y venían; era muy transitado ya que al este de donde se encontraban, había muchas aldeas pesqueras y plazas donde mercaderes vendían sus productos.
Milton tenía una rutina que le había enseñado el señor Roland: su jefe y la única figura paterna que había tenido en su vida; el le decía: «primero debes arreglar tu colchón; si no lo arreglas se te llenará de pulgas, luego debes lavarte la cara, ya tienes una cara muy fea para que además este sucia, por ultimo debes cerrar bien la bodega a menos que quieras encontrarte un borracho acostado en su vomito arriba de tu colchón. Al terminar tus labores matutinos debes venir ayudarme con los clientes. y el ya había tomado practica en esas tareas.»
Milton acompañaba al señor Roland desde que tenia nueve años y faltaba poco para su cumpleaños número diecisiete. Ya era un joven imponente con sus casi cuatro codos de altura y su físico fuerte de tanto cargar con los cajones del señor Roland, cuando llegaban del mercado con provisiones. El siempre le recordaba: "si sigues trabajando bien, cuando este bajo tierra tu te la quedaras (refiriéndose a la taberna)." El no tenía ningún pariente; su único hijo había perecido en la guerra muchos años antes que naciera Milton y su esposa había muerto de fiebre. Nunca se volvió a casar y solo se preocupo por la taberna: mantenerla bien y hacer las mejores comidas de la región, o al menos eso alardeaba. Era la taberna más conocida y transitada por los señores del camino: "mercaderes, caballeros, señores, bardos y algún que otro mercenario." A Roland no le gustaba los problemas y mantenía lejos a mercenarios y mujerzuelas. Soñaba con dejarle a taberna a Milton, pero el tenía sus propios sueños. Milton quería ser un caballero, uno famoso como esos que Roland le enseñaba de las historias Ribereñas, Milton era de origen plebeyo; era lo máximo que podía aspirar a convertirse. Desde que tenía trece años tenía escondida una espada de madera, de las que se usan para entrenar. Milton no podía comparar una verdadera ya que Roland no le pagaba con dinero, le daba comida y un lugar donde dormir, y el veía como algo mal pedirle dinero. Igual no le importaba, era lo suficiente esa espada, lo único que tenia que hacer era entrenar, aunque no sabía como hacerlo exactamente. Había leído sobre como sujetar adecuadamente la espada en unos pergaminos viejos que había encontrado en la bodega, y comenzó con eso. Todas las mañanas se levantaba poco después del alba hacia sus labores y entrenaba con su espada de madera.
Esa mañana, luego de hacer sus labores matutinos, estaba dispuesto a entrenar como de costumbre. Busco su espada, que la tenía escondida arriba de una biga, un lugar donde Roland no llegaba a ver, la tomó y comenzó a tirar unas cuantas estocadas al aire, se decía por dentro: "todos comienzan así, hay que saber lo básico." mientras tiraba golpes al aire.
Al pasar un rato maniobrando su espada, noto el aumento de murmullos afuera, era algo inusual por lo tal se sorprendió. Se quedó quieto y intento escuchar. al pasar un instante escucho unos golpes en su puerta y se asusto; se le cayó la espada al suelo y hizo un ruido escandaloso; se escucho tras la puerta:
—¿Que sucede? —era la voz del señor Roland —. Milton, necesito de tu ayuda; hay muchos clientes. ¿tardarás? —estoy al salir —dijo Milton, levanto la espada del suelo tratando de hacer el menor ruido, y siguió —enseguida subo.
Milton se preocupo por todo el escándalo que había arriba en la taberna.
Dejo su espada arriba de la biga donde la escondía, reunió valor y se dirigió hacia el bullicio.
Sabia que tendría que enfrentarse a la multitud.
Al llegar arriba, Milton observo todo el salón y noto que había media docena o más de caballeros, con sus cotas de mallas, chalecos de cuero y en sus escudos tenían los blasón de casas que servían. Milton distinguió unos cuantos símbolos, ya que Roland le había enseñado algunos, entre ellos estaban: "el símbolo de los Troy, que eran una casa noble de linaje antiguo del reino de los ríos; el símbolo de los Hanley, que era una casa noble de la costa en desembocadura del rio Dorado; uno de los Stockton, una de las casas nobles más importantes de la desembocadura del Dorado; y los Blackfox quien era señores de dudosa estigma." Los otro símbolos eran algo más extraños para Milton y no los logro distinguirlos, seguramente pertenecían a caballeros errantes o mercenarios.
Roland paso por detrás de el y le dijo —lleva este jarrón de cerveza al caballero de pelo raleado que está sentado solo en la punta, ha llegado con mucha sed y debe de estar enojado —.
Salia a jirones humo de la cocina, Roland había dejado unos cuantos platos en la barra y Milton los llevaría a las mesas; era su trabajo. Las mesas estaban todas alineadas a la ventana, tenían vista afuera donde podías ver el sendero bajo donde se seguía para ir al sur, a las aldeas pesqueras,
y el sendero alto era para llegar a la fortaleza: Torre la Doncella, de la Casa Moller cual estaba al norte de la taberna, el asentamiento de los señores de dichas tierras. Roland era de la Casa Dunne:,una casa de baja nobleza de estas tierras. Tenían pocas cosas, pero la Taberna, llamada La Doncella Roja la habían construidos los ancestros de Roland; le pertenencia a el, pero debían pagar tributos a los Moller.
Era un camino de tierra si llegaban del sendero bajo, que venia del norte; era casi seguro que venían del pueblo Villadosrosas, unos de los pueblos mas cercanos y mas habitados del reino.
También era el asentamiento de la Casa Birchwood, de buena nobleza.
Milton tomó la jarra y la llevó. El ambiente en la taberna estaba a rebosar por toda la muchedumbre, en su mayoría eran caballeros, aunque había pescadores, que se notaba por el fuerte olor que desprendían al acercarse, y otros eran marineros ribereños, amigos de Roland. El era de hacer muchas amistades y así vendía sus comidas. Cerca de la taberna, al este, estaba la gran ciudad portuaria de Stockton en el Dorado, y muchos marineros venían de allí; se notaba por su ropaje mas sofisticado que los pescadores de las aldeas del Dorado.
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Editado: 24.05.2024