El espectro de Samhain y la dama de los túmulos

Capítulo XV

Jian no era bueno con los niños, y para ser más franco, ni siquiera se llevaba bien con la mayoría de la gente. Esto era un hecho del que estaba completamente seguro desde que era muy joven. No es que fuera tímido con la gente nueva, ni nada semejante (no se consideraba un alhelí ni "una violeta que se encoge"), sino por el contrario como alguien muy sociable, quizás un poquitín excéntrico... ¿pero era realmente tan malo ser diferente?

Su mundo entero gravitaba alrededor de su abuela Chen, la tía Li-zhen, el señor Yang, de alguno que otro amable vecino de Limehouse... también de Shakuntala, la joven y amada doncella confiable de la familia (de la que estaba secretamente enamorado).

Incluso en su infancia, al principio cuando los demás niños se acercaban a él porque se sentían atraídos por su riqueza, no por quien realmente era. Nunca miraban a través de su espíritu, y aunque al principio fingían interés por él no podían ver más allá del dinero.

Al final terminaban dejándolo al descubrir la verdad sobre sus padres y que no tenían muchas cosas en común. Pero esa decepción a veces se convertía en odio al descubrir que era un hijo ilegítimo, hijo de un adulterio y por esa razón debía estar apartado del resto.

La repulsión que sentían por él fue tanta que durante toda su niñez se quedó solo, sin compañero de juegos. No podía ilusionarse con las cosas que los demás tenían y que para él serían sólo pasajeras.

Mientras que su padre debido a su estatus de nobleza pudo vivir sin las consecuencias que enfrentó su madre, el señor Xu Sheng (se negaba a llamarlo padre) ocultó su existencia por la vergüenza que sentía al haber cometido "un error de juventud" engañando a su esposa embarazada con la hija de un simple mercader, a quien también mintió al ocultar su identidad y rango social.

Hua Liling estaba destrozada al descubrir que se había enamorado de un hombre que no existía y que le había prometido formalizar su matrimonio.

Al sentirse deshonrada, con su reputación mancillada al quedar embarazada sin haberse casado y con temor a posibles represalias, se retiró a vivir en una provincia más lejana junto con su madre Chen y hermana mayor, Li-zhen.

Jian casi no recordaba esos primeros años en los que había vivido en China, a excepción del suave tacto de su madre al abrazarlo.

Incluso su hermoso rostro se estaba volviendo difuso en sus recuerdos.

Ella había sido su mundo entero en aquel entonces. Pero al cabo de un tiempo murió dejándole solo, siendo una mujer de constitución frágil, su vida fue efímera y bella como las flores de cerezo.

También le había heredado su delicado estado de salud. El asma era una enfermedad complicada cuando existía poca comprensión sobre ella, y sin embargo su familia se esmeraba en cuidar su salud por medio de la medicina tradicional china.

Era tan molesto tener que estar confinado a un cuerpo tan débil y enfermo. Pero no tenía derecho a quejarse incluso si dolía o el cansancio le dominaba, pues su propia madre afrontó la misma enfermedad lo hizo en silencio y siempre con una suave sonrisa.

El niño frente a Jian estaba visiblemente asustado, no dejaba de temblar como un cachorro herido desde que él había entrado al refugio.

Era un niño europeo, inglés (probablemente londinense), y según dedujo por su acento alguien de clase media o alta. Parecía de apariencia menuda, aunque viéndolo más de cerca era alto para su edad, su cabello era negro como el suyo, pero ondulado y a la altura de la barbilla. Su piel era pálida, como si los rayos del sol nunca le hubieran alcanzado y sus ojos eran de un inquietante color azul cinéreo.

Además, tenía un feo corte en su frente...

—¿Te duele? Eso se ve bastante mal, aunque ya tiene una costra.

El niño aparto su mirada, y rápidamente Jian se dio cuenta de que tenía un carácter cauteloso.

—Estoy bien, ya no me duele. Más importante, ¿qué es este lugar?

No, por supuesto que era importante atenderlo. Jian sabía que las heridas podían trascender al mundo físico con distintas manifestaciones dependiendo de su gravedad.

—Estamos en el submundo, así es como llamó a este lugar, aunque quizás estés más familiarizado con el concepto de limbo.

—Habla más claro por favor.

—Es el término que mejor lo describe, en el sentido de que es un estado indefinido entre la vida y la muerte como una especie de puente.

—¿Por qué me preguntaste si estaba vivo o estaba muerto? ¿No es este el purgatorio?

—Se dice que el Di Yu está en lo más profundo de aquí y de ahí se bifurcan varias sendas. Es peligroso ir ahí, se supone que solo los muertos van ahí, pero hay quienes dicen que está vacío todavía y que a los espíritus se les conduce al Sheol... Aquí también hay otros caminos, pero llevan a otros lugares, al mundo las hadas, por ejemplo.

—No logró entender nada de lo que me dices. ¡No tiene ningún sentido! ¿Eres real siquiera? Yo sigo soñando...

—Me temo que soy bastante real, al igual que este lugar. Hace rato te encontraste con el anciano ¿verdad? No es un tipo amigable, siempre asusta a todos los que entran aquí, él dice que este es su bosque. He escuchado que lleva muerto cientos de años, pero nadie sabe si realmente es un humano.

—¿Qué son esas cosas brillantes que tiene bajo su poder?

—¿De verdad quieres saberlo? Son espíritus atrapados en el limbo, se sienten atraídos por su propio reflejo. Su lámpara es como un espejo, hasta ahora no creo que él les haga daño. Es una relación meramente simbiótica, el viejo puede andar por la oscuridad sin perderse y los fuegos fatuos no están en peligro de ser apresados por otros seres. Créeme no importa que tan decrépito parezca ese hombre, es tan territorial que asusta a cualquiera cuando se enfada. Hasta hace que los demonios retrocedan.

—Entonces llegué en un mal momento, no parecía de buen humor.




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