El Espectro en el Cobertizo

XXXII - DESENLACE

Automóviles llegaban desde el lejano horizonte, a medida que el Sol se elevaba con mayor presencia. Una densa humareda comenzaba a generar atención y tras un largo trayecto logré constatar una cueva. Quizá se tratara la caverna del supuesto oso.

Aunque tuve un mal presentimiento, no tuve más alternativas que internarme en el nuevo escondrijo y pobre del que quisiera buscarme en la penumbra interior.

El caso parecía quedar concluido, ante la demencia de los oficiales que hubieran conocido a la criatura. Uno de ellos, incluso, mordido. El melenudo de la orden sentía un sabor agridulce al reconocer dos esbirros y no al principal candidato. Sentía que algo se escapaba de sus teorías.

Con la llegada de Abela, Nona y Bell, nuevas interrogantes accarreaban al encontrar la cabaña en pésimas condiciones y al descubrir que los crímenes se habían producido en su zona de confort.

De hecho, Abela no podía ignorar el hallazgo de la escopeta y los cartuchos. El reconocimiento sobre que Jeff pudo haber estado implicado era claro.

Tras densos comunicados, se reconocía que Jeff Gravsson era uno de los cuatro trabajadores dispuestos para la limpieza de carreteras y el único posible sobreviviente, quedando su paradero desconocido.

A sugerencia de Nona, Abela y su hija acabarían mudándose a Crystal Forest para mayores recaudos.

Avecinándose el atardecer, a punto de emprender el viaje de regreso, Bell se encaminaba por fuera del hogar hacia el cobertizo. Allí, el melenudo, engominado, cotejaba huellas y le hizo entrega de una bufanda a rombos, con rastros de sangre. Luego se retiró rápidamente, llevando consigo el Cristo redentor de madera, ante la llegada de la prensa y de los detectives de criminalística.

– Es peligroso quedarse con eso en la escena del crimen – Exclamó subitamente.

Y viéndole retirarse al misterioso hombre, la adolescente cerró su bufanda y volvió la mirada hacia el Buick, donde su madre y abuela le llamaban constantemente.

A distancia suficiente, el malherido Jeff andaba por un sendero sin retorno. Portaba la estaca aún entre sus manos.

La curiosidad humana no conoce límites. Incluso, cuando el peligro les pudiese arrebatar el aliento...

Ciegamente se destinaba hacia la caverna aquella, cuando la llegada de la noche le tomó por inadvertido. Con ella, los siniestros aullidos de una manada de lobos se hizo presente.

– ¡Sé que estás aquí, necio! – Balbuceaba en el límite de sus fuerzas.

Y, tras discernir la caverna en la distancia se sintió rodeado de cuantiosos depredadores. Sus heridas habrían atraído la atención.

Dispuesto estaba a hacerles frente, cuando una enorme silueta le alcanzó por la espalda, le devoró y sus gritos se confundían, irremediablemente, con los aullidos en la noche.

 

FIN

 

 

 

 

 

 

 

 

 

– Necio tú –



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En el texto hay: misterio, gore, sobrenaturales

Editado: 19.10.2022

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