El Espejo de Cristal.

4: Sigue el camino.

El frío le calaba hasta los huesos, su aliento solo lo congelaba más y la capa no servía de mucho para cubrirlo. Cliff pensaba en qué lugar estaba más helado, si adentro o afuera. Y es que desde que despertó no había dejado de temblar. El montón de paja apilada en un rincón parecía ser el único lugar para cubrirse, pero ya había escuchado los chillidos de ratas en ella, y eso era suficiente para no acercarse. Se hizo un ovillo en donde no estuviera al alcance de los bichos, y donde aún hubiera un poco de luz de la luna, que entraba por una ventanilla ubicada en un muro alto y roca oscura. 

Se preguntaba quién era el dueño del castillo y qué planes tendría para él. Quizás pensó que era un ladrón, y había entrado para robarle sus pertenencias, pero Cliff solo quería un lugar donde salvarse de los lobos, comer algo y pasar la noche antes de seguir su viaje. Y, a pesar de que los lobos no podían alcanzarlo, aquel no era el lugar que esperaba. 

Tenía comida, o eso parecía, pues más que pan lucía como una roca mohosa, junto a un vaso de agua congelada. Esa noche estaba más fría que cualquier otra en la corte de invierno, y nevaba mucho más, solo recordaba una vez en que el clima estuvo así y fue hace años, luego siguió normal. 

Levantó la cabeza cuando escuchó la cerradura de la puerta, y luego vio la luz de las velas entrar cuando esta se abrió. Se levantó como pudo, esperando a que alguien entrara, pero solo escuchó los pasos alejarse. Titubeó antes de acercarse, pero al salir no vio a nadie, solo una sombra bajar los escalones de manera calmada. Se acomodó la capa y siguió a quien sea que fuera su liberador. 

Cruzó la puerta por donde vio a la sombra entrar, luego recorrió los pasillos que hacían eco con sus pasos, y finalmente llegó al vestíbulo. La sombra no estaba por ningún lado, tan solo la puerta semi abierta que dejaba entrar un poco de nieve y viento, la salida estaba justo frente a él, podía huir de ahí y regresar. 

Pero los lobos estarían esperando por él. Esta vez no habría salvación, no podía irse. 

—Eres viejo, pero inteligente —dijo una voz entre las sombras de las escaleras principales, gélida y ronca. Inhumana. 

—¿Quién está ahí?

—El dueño de este castillo. 

—¿Tú me liberaste? 

—No, debió ser uno de mis traviesos sirvientes. 

Un eco de risas se escucharon a través de las paredes. 

—Señor, yo no vine a robarle, solo quería un lugar para pasar la noche —dijo mirando a las escaleras, pero el sujeto no lograba verse con claridad. 

—Y te lo di, pero lo rechazaste, ¿o acaso pensabas que te daría el lujo de mi castillo?

—No, señor, yo solo... 

—Si no te interesa, puedes irte —repuso—, los lobos no dudarán en devorarte. 

—No quiero morir señor, yo tengo una hija que me espera. 

El dueño hizo una sonido como una exhalación. El murmullo se hizo presente en las paredes nuevamente. 

—¿Una hija? 

—Así es señor, solo somos ella y yo, si no llego...

—Interesante —dijo como si Cliff no hubiera hablado. 

—¿Disculpe?

Una sonrisa se dibujó en el rostro de la criatura. 

—Sea bienvenido a mi castillo, señor. 

~~~

Raven se despertó con los golpes de la puerta. Se la había pasado hasta la mitad de la noche leyendo, y gracias a eso las páginas estaban un poco arrugadas, Raven no se dio el tiempo a acomodarlas por la insistencia de la persona. 

Pensó en que era Caelina, aunque conociéndola ella ya habría entrado como si nada a su casa, siempre dejaba la puerta trasera abierta para ella en caso de que Raven estuviera dormida o de compras. Al abrir, se topó con un señor bajito de unos cincuenta años, sostenía algo envuelto en una tela. 

—¿Señor Willis? 

—Raven, qué bueno que estés bien —hizo una pausa para tomar aire—, creo que esto les pertenece. 

Le tendió en las manos el objeto envuelto, Raven lo sacó de la tela con manos temblorosas y pudo ver con claridad el cuchillo de su padre. Ella no dijo nada al respecto, esperó a que fuera el señor quien le confirmara lo que pensaba. 

—Lo encontramos esta mañana mientras salíamos a cazar —explicó—, había señales de pelea, restos de madera y tela, e incluso sangre. 

Ella abrió la boca para hablar, pero las palabras no le salían. 

—No encontramos ningún cuerpo. 

—¿Cómo?

—Hemos revisado los lugares al rededor, pero no hay rastro de algún cuerpo, ni siquiera del caballo. 

Raven sintió que la presión sobre su corazón disminuía. Si había al menos una posibilidad, se adheriría a ella sin importar qué. 

—¿Creen que esté vivo?

—Es una posibilidad. Seguiremos buscando. 

La joven asintió cerrando la puerta. Giró el cuchillo en sus dedos, esta vez lo sentía como una pista que seguir, que la llevaría a donde estaba su padre. Sacó el arma de su funda y una hoja de papel perfectamente doblada cayó. Se sentó sobre sus rodillas para tomarla, y desdoblarla con cuidado. 




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