El Espejo de Cristal.

10: Historias.

Al regresar a su habitación, Raven esperaba alguna explicación por parte de Alfie, pero el joven fantasma desapareció apenas cerró la puerta. Tampoco estaba Lexi para hacerle compañía, o quizás vigilaba desde algún lado siendo invisible, no lo sabría de cualquier manera. Le causaba curiosidad saber quién era la señora Quiverspear y qué importancia tenía, más importante era saber por qué no querían que supiera de su estancia en el palacio. Por un momento pensó que podría tratarse de alguien que le ayudara, una oportunidad de escapar de allí.

Fue a la puerta y comenzó a golpearla haciendo todo el ruido posible, gritó haciéndose escuchar a través de las paredes intentando llamar la atención de la mujer. Era arriesgado, había una posibilidad de que el demonio la escuchara y aunque se había comportado amable, sabía que también podía ser cruel con quien le desobedezca. Un último golpe la impulsó hacia atrás empujándola,

Lexi apareció atravesando la puerta.              

—¿Podría guardar silencio, por favor?

—¿Cuál es el problema? Primero me invitan a una cena y después me encierran sin ninguna explicación.

—Surgió un asunto importante que el amo está atendiendo, él le explicará después. ¿Puede, por favor, ser paciente?

—¿Se supone que deba quedarme aquí aburrida? —suspiró tomando asiento en la cama—. ¿Al menos tienen libros que pueda leer?

—Por supuesto, le buscaré algunos de la biblioteca, pero debe prometerme que guardará silencio y se quedará tranquila.

Raven asintió no muy convencida, pero al menos tendría algo con lo que sí estaba familiarizada y podría distraerse. La mención de la biblioteca le despertó la curiosidad, le hizo preguntarse qué tantos libros tendría o si era mejor que la del pueblo. Raven tenía muchas preguntas acerca de su captor, y solo sabía su nombre, era un avance, pero no el suficiente.

Cuando Lexi se fue, la joven se puso a indagar en su mente. Pensó en lo que debía estar pasando su padre, apenas llegaría al pueblo buscaría ayuda para salvarla, quizás contactaría con Caelina y ella se pondría manos a la obra. Sin embargo, iba a ser imposible hacer algo, en el pueblo nadie les creería o les harían pensar que ya estaba muerta. Y, aunque una parte de ella quería volver o decirles que estaba bien, sabía que lo mejor era dejarlo así.

Se puso de pie caminando hacia la ventana, y vio el patio trasero del palacio cubierto de nieve, pero lo que llamaba la atención eran los rosales enredados en los muros y las estatuas, con rosas tan rojas y espinas afiladas. A Raven siempre le habían encantado las rosas, porque en ellas había un recuerdo de su madre; era una flor que siempre estaba presente en su vestimenta, peinado o entre sus cosas y desde su muerte, se volvió un símbolo muy importante para Raven.

Lexi volvió con una torre de libros dejándolos sobre la mesa. Había tomado su forma física para trasladarlos, y en cuanto Raven los vió no reconoció los títulos.

—No sé qué libros te interesan, así que traje uno de cada tema.

La chica vio uno por uno los títulos, algunos eran de cocina, otros eran de botánica, pero los que más le interesaron fueron los de historias, pero no cualquier historia, eran de las demás cortes. Los libros de los reinos de Primavera y Verano tenía el símbolo del Sol en el lomo, mientras que los de Otoño e Invierno llevaban el de la luna. Había otro que no tenía nombre ni símbolos.

—¿De qué es este? —preguntó Raven.

—Es acerca de los sitios prohibidos de Lyrynova, ya sabe, El País de las Maravillas y Nunca Jamás.

Raven abrió el libro, en la primera hoja había un mapa de Lyrynova, señalando los dos lugares prohibidos. Sitios a los que a nadie le gustaba ir por sus peligros. Ella pensaba que aquello solo eran supersticiones, algo a lo que temían por ser desconocido, como la magia.

Casi suelta el libro cuando escuchó algunos golpes en la puerta. Lexi corrió a abrirle a su amo, quien las observó con curiosidad.

—¿Libros? —preguntó mirando la pila de estos.

—Le pido una disculpa, amo, la señorita estaba aburrida, así que seleccioné algunos de su biblioteca —se disculpó Lexi.

—No sabía que era amante de la lectura.

—Es mi pasatiempo favorito —dijo Raven cuadrando los hombros.

—En ese caso, permítame presentarle mi biblioteca completa.

—¿No seremos interrumpidos una vez más?

Sawyer pareció molesto con el tema, sus ojos bicolor se ensombrecieron. Trató de restarle importancia a la incomoda situación anterior.

—Le pido disculpas, la situación se salió de mis manos. Espero que lo entienda.

—¿Dónde está la biblioteca?

Sawyer se dio la vuelta saliendo de la habitación, Raven lo siguió mirando sus alas oscuras cubriendo su espalda. Ella quería tocarlas, quería saber qué tan suaves o duras eran, si podían doblarse fácilmente o si eran resistentes. Y lo más importante, si podía volar o no.

No recordaba a ningún príncipe haber sido víctima de una maldición, por lo que supuso que había nacido con esa forma.

Recorrieron los pasillos del tenebroso castillo, hasta que él se detuvo ante dos puertas enormes y pesadas. Se giró para verla.




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