SVALBARD
—W, ¿cómo escapamos de esta fortaleza? —preguntó asustada Gunda al ver que no tenían salida y que se encontraban rodeados.
—No sé, estamos atrapados y Ming Yang no me responde los mensajes.
Gunda Olsen y W estaban en el banco de comida de Svalbard. Su situación era complicada, habían logrado penetrar esta gran bóveda y llegar hasta su objetivo, pero lastimosamente, cuando W iba a dispararle a Annie, su amiga Gunda resbaló a causa del hielo que estaba esparcido sobre el piso; el ruido de su caída hizo que los vigilantes les descubrieran y entonces Annie tuvo chance de escapar.
Gunda de nacionalidad noruega, conoció a W hace diez años en un campamento militar. Se hicieron amigos inmediatamente y entrenaron juntos seis meses aprendiendo el arte militar. W fue expulsado del campamento y tuvo que devolverse de inmediato para Estado Unidos, sin embargo, siempre recordó a Gunda, todos los días intercambiaban mensajes de texto, contándose con detalle lo que iba pasando en sus vidas.
Ella tenía 40 años, era alta, esbelta, rubia, sus ojos cafés claros brillaban con el sol y sus mejillas rojas combinaban con los atuendos monocromáticos de su guarda ropa, así como le pasa a todos los que viven cerca al Polo Norte. Nunca fue a la universidad; todo lo que sabía, lo había aprendido en el campamento donde conoció a W. Era experta en defensa personal, manejo de armas y tácticas de espionaje. Dedicaba su vida a cuidar las parcelas de su padre en su país natal, pero no perdía oportunidad para armar su equipaje y escaparse como incógnita en misiones particulares de búsqueda, rescate y espionaje.
—W, si no te rindes, no dudaremos un segundo en matarte —gritó uno de los vigilantes que custodiaba la bóveda.
—No creo que tengan las agallas para matarme. Además, a Annie le sirvo más vivo que muerto.
—No estés tan seguro de eso W, ella nos dio la orden de encontrarte, vivo o muerto. Créeme que tu vida no es lo que nos importa en este momento.
—¿Por qué no llegamos a un acuerdo? —gritó Gunda desde el lugar donde se encontraba escondida.
—¿Qué tipo de acuerdo? —preguntó el vigilante mientras se acercaba al lugar de donde salía la voz de la mujer.
—Llévanos donde Annie y que ella decida lo que quiere hacer con nosotros.
—Jajaja, estás loca si piensas que voy a llevarlos donde mi jefe. Ya te dije, ella me dio la orden de llevarlos vivos o muertos y estoy pensando que va a ser mejor la segunda opción.
Mientras Gunda iba hablando, el vigilante y otro colega, se acercaban poco a poco al lugar de donde venía la voz. Iluminó con su linterna justo ahí donde se emitía el sonido, pero se dio cuenta que en aquella esquina solo había un parlante. Cuando se dio la vuelta, ya era tarde, su compañero estaba en el piso, noqueado por un golpe en la cabeza. Cuando intento reaccionar con su arma, recibió un golpe que le hizo caer de dolor; Gunda le había lanzado una patada en las rodillas. Inmediatamente le arrebató el arma de las manos, arrancó con astucia el radioteléfono que le colgaba en la cintura y le lanzó otra patada en la cara que lo dejo sin sentido. W, quien estaba oculto al otro lado de aquella habitación, salió de su escondite y se acercó entre la penumbra al lado de su amiga.
Un par de horas antes, su plan de matar a Annie había fracasado debido al accidente de Gunda sobre el hielo. Cuando cayó, W la levantó con cautela agarrando su mano y se la llevo a uno de los tantos cuartos del “Arca de Noé de los Alimentos”, el lugar donde se guardaban las semillas de todo el mundo. Dos vigilantes que estaban custodiando a Annie, salieron en búsqueda de los intrusos y lograron divisar a lo lejos como entraban a una de las estancias; inmediatamente cortaron el fluido eléctrico, lo que dejó a W y a Gunda en la penumbra.
En ese mismo instante, Gunda ubicó su parlante Bosé debajo de la mesa y se escondió en otro sitio de la habitación. Comenzó a hablar por un micrófono portátil que estaba conectado por bluetooth al bafle, haciendo que su voz saliera de aquel artefacto, de esta manera lograría despistar a su enemigo. Cuando pensaban que todo estaba bajo control, las luces de aquella habitación, se encendieron. W y Gunda se encontraban rodeados de una decena de hombres vestidos de traje azul con casco.
Minutos antes W había enviado la ubicación en tiempo real a su amigo chino Ming Yang, dándole a entender a través de un código, que estaba en problemas, sin embargo, los mensajes se quedaban en espera, parecían no salir del teléfono móvil. W y Gunda soltaron las armas y se rindieron al ver estos robots, tan conocidos para ellos.
Gunda, tomó la palabra:
—W, ¿Cómo escapamos de esta fortaleza? —preguntó asustada al ver que no tenían salida y que se encontraban rodeados.
—No sé, estamos atrapados y Ming Yang no me responde a los mensajes.
Al terminar esta frase, W y su amiga recibieron un golpe en la cabeza y perdieron el sentido.
…
24 horas antes…
—¿Cómo es posible que ya sepan quién fue el que compro la isla de Alcatraz? —preguntó Annie con voz de enojo a Michael.
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Editado: 19.10.2023