El Estúpido Encapuchado: Libro O

Capítulo 2: Estúpido Romeo

Leímos la última carta que le envié seguido de ir a almorzar; regresamos a mi habitación y nos sentamos en las sillas del escritorio. Me sudaban las manos de los nervios y mi cabeza rondaba en pensar, por donde empezar la historia. Me levante de la silla y abrí la ventana perdiendo mi mirada en un punto fijo entre las calles y fachadas de las casas. Recordé en ese momento todo lo pasado y, sin moverme del lugar, empecé la historia.

★Todo comenzó aquel inolvidable sábado de mi cumpleaños número trece. Recibí tu carta con el regalo que me habías enviado y pude darme cuenta que si llegaste a recordar lo que te pedí. Regresé a mi puerta y recibí una llamada de mi grupo de Literatura. Tenía que ir al edificio de Melissa, la líder del equipo de danza. Llamé a mi madre, avisándole que llegaría antes del almuerzo; al no responderme, le deje una nota sobre la mesa y salí apresurado. 
Al llegar a la calle de Melissa, luego de una hora de viaje en el bus, (Vivo en el distrito Noreste de la ciudad y Melissa, en el distrito Este) observé a "ella" en la puerta del departamento, ella lucía hermosa con un vestido floreado, esperando a la puerta automática abrirse. Camine hacia el lugar donde se encontraba y le indique con señas que me espere, para poder entrar juntos.★
—Espera, "Ella" era Carolina. ¿La chica de la cual me estuviste hablando en las últimas cartas, cierto?—me interrumpe Teo, seguido, muevo mi cabeza asintiendo. 
★Si, ella se veía realmente hermosa y mi corazón, por primera vez, no dejaba de latir. Sostuve la puerta para que pueda pasar y entre detrás de ella. Ya adentro me di cuenta que éramos los últimos. Se encontraba el resto del grupo molestándome porque era demasiado obvio en la escuela que me gustaba mucho aquella hermosa chica llamada Carolina.

Melissa tomó la palabra mientras yo conversaba unas cosas con Arturo. Ella explicó acerca del proyecto de Romeo y Julieta que consistía en representar una escena de la obra mencionada de Shakespeare en cinco minutos. El mínimo era de dos actores y puesto que Arturo no quería actuar, la mayoría votó por Carolina y yo como los actores de la escena de El Baile de las Máscaras. Melissa era la que nos dirigía el momento de cada diálogo, mientras nos desplazamos en el "escenario" conformado por un juego de muebles donde nuestro público eran los padres de Melissa, hasta el momento que tuvieron que salir. En los ensayos siempre en la escena del beso, solíamos detenernos debido a que estaba prohibido pero recuerdo que me moría por recibir uno de ella. Era demasiado tímido para yo ir a robárselo o pedirle que me besara tomando como excusa mi cumpleaños.

—Deberías ir y pedírselo.— me intentaba convencer Arturo.
—¿Qué quieres que le diga? "Carolina, ¿te puedo besar?" Es ilógico.— le respondí con sarcasmo y voz baja.
—No seas tan quedado, Enrique. Si ella no le gustaras, no aceptaría ser Julieta.— Arturo intenta persuadir me para que cometa el error que podía llevarme a la victoria y a la vez a mi tumba.

Mientras Arturo y yo discutíamos en las escaleras del departamento; Melissa se encontraba probándole vestidos a Carolina junto a las demás chicas del grupo. Yo me había disfrazado como un trabajador de la segunda Revolución Industrial, debido que para la imagen por internet era lo que más se asemejaba a Romeo, aunque creo que era Romeo modernista. 
Pasó el tiempo y ya faltaba una hora para regresar a casa, así que las apresure diciéndoles lo más común de la cultura juvenil.
—¡Apuren! Me tengo que ir.— vociferaba desde las escaleras.
—¡No griten que los inquilinos los echarán!— nos respondía Nicole, una de las compañeras, con igualdad de intensidad de mi reclamo anterior. Seguido uno de los inquilinos nos silencio con el típico "shusheo".
Pasó cinco minutos y nos dejaron pasar. Al entrar, sentía la felicidad de un perro cuando lo dejan pasar adentro de la casa, después de haberlo botado al patio todo el día por distintas razones. Mencionado mi ejemplo anterior, al ver a Carolina con ese hermoso vestido, no dude en imaginarme babeando por ella como el perro.

Repetimos la escena con nuestro vestuario casero. Mientras mis ojos se centraban en ella, su rostro se tornaba al color de la grana. Mis manos se encontraban sudorosas y mi cuerpo temblaba de nervios. Me dirigía hacia ella con la galantería de Romeo pero con el sentimiento profundo de un niño temeroso. Nos miramos fijamente y me acerque tentado por esa fruta prohibida ubicada entre sus mejillas. Sentía cómo ambos labios se juntan con un tierno beso. Me quedé ansioso luego de aquella profanación de labios, me sentía con ganas de saber que pasaría después; pero nunca lo supe con exactitud.
Salí de la casa, luego de un silencio incómodo de parte de todo el grupo. Me extrañaba que Arturo no me molestara con ella. Estaba muy incómodo llegando al paradero sin saber que pensar. Sentí haber arriesgado todo y haber perdido lo poco que tenía. Crucé la calle, tomé el autobús y no miré atrás. 
En el camino, me encontré con un compañero de otra sección llamado Lyam. Se sentó a mi lado con una sonrisa amable, deseando un buen cumpleaños. Él vivía a pocas calles de mi casa, así que tenía un compañero con el cual regresar de "perder la guerra".★

 




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