El Explorador

CAPÍTULO I: "LAS VOCES (II)".

Ambos, en el resto del recorrido que faltaba para llegar hasta la casa, no volvieron a emitir ningún comentario más con respecto a lo ocurrido con el psiquiatra. Parecería que todo continuaba calmo, siguiendo su curso con una estricta normalidad, sin embargo; en la cabeza del joven, "Las Voces" continuaban su parloteo incesante. Si el objetivo de las mismas era destruir su cordura, lo estaban consiguiendo con creces.

Una vez hubieron llegado a destino, Sandra se dirigió a la cocina, pensaba cocinar algo rico para levantar los ánimos; pero antes de eso extrajo su celular marcando al número de su marido –quien era albañil–, en aquel momento dado laburaba haciendo la terraza para la casa de un conocido. No contestaba el celular. Probó tres veces más, hasta que por fin atendió.

La llamada no fue para nada bien recibida por el hombre, quien apenas atendió respondió de la manera más brusca diciendo: “¿se puede saber qué te pasa? Estoy laburando mujer, vos tal vez tengas la tarde libre, pero yo no”.

–Te quería avisar que voy a cambiar a Noah de psiquiatra. Me parece que el que tenía es un ordinario.

–¿Y por esto me jodes? No tengo tiempo para hablar del asunto, chau.

–Lorenzo, es tu hijo.

Colgó.

Sandra apretó indignada al celular exponiendo una guarangada, acto seguido lo soltó en la mesa furiosa, apoyó su mano sobre la frente y se limitó a llorar de rabia. Deseaba el divorcio, ya no aguantaba ni un minuto más a aquel tipo.

Noah se encerró en su pieza, se sentó en el borde de su cama, y encendió su netbook que había recibido en la escuela por el gobierno de los Kirchner, si bien la intención era incentivar a los jóvenes a que votaran por su partido; a él le tenía sin cuidado los partidos políticos.

A través de la PC, se conectó al wifi hogareño y abriendo el buscador escribió en él: "como callar las voces de mi cabeza", clickeó la barra de "me siento con suerte" e inmediatamente cargó una página web la cual leyó con atención aconsejando más de lo mismo. Cerró la pestaña, desanimado.

No consiguió poder evitar expulsar una lágrima de angustia. Se la secó utilizando la yema del pulgar, volvió a explayarse en el teclado tanto con presión como rapidez, intentando encontrar una respuesta a una incógnita que venía temiendo encontrar. No obstante, al pulsar enter saltó un mensaje de bloqueo que consiguió hacerlo sobresaltar. Admiro estupefacto aquello unos segundos, hasta que llevó el cursor en el icono de volver a cargar, no obteniendo un resultado distinto al ya mencionado. Levantó las manos al aire en señal de indignación, para luego cerrar la netbook sin apagarla o dejándola invernar.

Dejó a un lado el aparato para incorporarse y comenzó a caminar por su habitación pensativo. Se asomó a la ventana, cuando sin previo aviso, unas intensas jaquecas lo atacaron hasta hacerlo doblegar por causa del dolor; se sumaron a eso un montón de potentes voces retumbantes como de trueno que hablaban al unísono, junto a un agudo pitido ininteligible.

Seguido a eso, unas imágenes empezaron a aparecer de manera violenta. Observaba un cielo azulado, desprovisto de esponjosas nubes, en donde una especie de objeto transparente; similar a una bala de rifle calibre 50, se desplazaba recortando el paisaje. Lo veía por primera vez, mas sin embargo, sabía que el objeto que caía en la inmensidad del cielo, no caía en realidad; aterrizaba, también que no poseía transparencia... se camuflajea.Y que no se trataba de una mera cosa, sino una nave espacial.

La nave espacial, donde residían "Las Voces"... al menos una de las tantas que conocía.

Al darse cuenta de su entorno, notó que se hallaba acostado en el piso, su mentón envuelto en una película de espuma, y oía los desesperados llamados de su madre tras la puerta. Le costó trabajo procesar la situación, tal cual aquel que ordena sus ideas/espacio/deberes, al despertarse recién de un reconfortante sueño. Al hacerlo, se secó la barbilla e incorporó mencionando:

–¡Quedate tranca vieja! ¡Estoy joya!

Por causa de las peticiones de su madre, le abrió el paso para recibirla. Ella apenas lo vio, realizó la minuciosa inspección para constatar que no corría ningún peligro.

–¿Qué te pasó? Estabas gritando y pataleando como poseído. Me asustaste. ¿Te sentís bien? Llamo a un médico para que te vea, ¿querés? ¡Contestame Noah!

–Dije que estoy bien, vieja. No te preocupés, no pasa nada ¿sabés? Quedate tranca.– Mintió Noah y el disimulo fue bastante pobre, lo que alertó a la madre y decidida marcó en su celular el número de guardia del hospital más próximo a la zona.

Él intentó evitarlo, fracasando en el intento por completo.

Era irrelevante cuantos doctores intentaran encontrar la solución a su problema, lo sabía... nadie por mayor voluntad altruista que tuviese conseguiría ayudarlo.




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