Capítulo 9
En marcha
Ellie se encontraba sentada tras su escritorio. Intranquila se acomodó los anteojos y alisó la falda de su vestido gris oscuro. Observó su calzado y se aseguró que estuviera limpio. Había llovido bastante aquella mañana y tuvo que pasar sobre pequeños charcos de agua que dejaron manchas en sus zapatos.
—Ah…no, amigos…esto no puede ser. Si no son lindos, al menos estén limpios…Miren que hoy quizás recibamos visita, pórtense bonito, los necesito muy juiciosos…—decía a sus zapatos mientras pasaba un paño limpio sobre ellos hasta hacerlos brillar.
Sintió un sobresalto cuando escuchó dos toques en la puerta. Estaba segura que era Gerard y lo hizo pasar.
Él entró sonriente y a ella le pareció que se veía cada vez más guapo.
—Buenos días, Ellie. Aquí estoy…listo para que comencemos —saludó alegre y seguido colocó sobre el escritorio un pequeño objeto que traía en la mano.
— ¿Y esto que es? ¿De qué se trata? —preguntó ella tomándolo en su mano para observarlo de cerca. Era una figura de madera réplica del caballo de Troya.
—Te cuento…este es mi amuleto de la suerte. Es un caballo de Troya… ¿sabes lo que es eso?
Ellie asintió intentando no decirle lo absurdo que le parecía que comenzaran un asunto tan serio hablando de batallas griegas y amuletos.
—Por supuesto que lo sé, es básica historia general. Un enorme caballo de madera donde se apostaron los mejores guerreros en la antigua Grecia…pero discúlpeme, señor Ingvar, aquí tenemos mucho trabajo que hacer. Deje eso quieto en cualquier esquina y pongámonos a trabajar que lo que nos espera es una verdadera batalla y para tener éxito necesitaremos algo más que su amuleto de la suerte…
Gerard sonrió con un gesto de aceptación y echó el objeto a un lado para centrar en ella toda su atención.
—Como tú ordenes… ¿por dónde comenzamos? —haló el taburete de madera y se sentó quedando frente a ella. El aire profesional del ambiente invitaba al trabajo en equipo.
Ellie estaba ávida de comenzar con el plan. Le había dedicado horas de pensamiento. Por su mente pasaron muchas ideas, algunas de las cuales las había expresado antes en reuniones de trabajo pero nunca consiguió respaldo para implantarlas. A cada idea que proponía, encontraba obstáculos y una interminable burocracia de permisos y aprobaciones. Al final, la idea pasaba al olvido y su entusiasmo hecho pedazos.
—Creo que lo primero que debemos hacer es modernizarnos en las redes sociales. Necesitamos actualizarnos. En estos tiempos, es la forma más directa de llegar al consumidor.
Gerard frunció el entrecejo.
—Eso ya lo tenemos…—advirtió.
—Pero es demasiado genérico y aburrido. Son los típicos anuncios que todo el mundo se salta. De lo que estoy hablando de una campaña digital masiva y cautivadora. Algo que llame la atención. Pagar anuncios que salgan como preámbulo en los videos más vistos y comentados. Estar donde está la gente. ¿Sabía que esta compañía, Ingvar Woods toda exitosa como es, todavía se anuncia en el periódico como fuente principal? ¡Eso ya es obsoleto! ¡Las nuevas generaciones no leen el periódico!
—No entiendo… ¿Por qué no se ha hecho esto antes? —cuestionó.
—Muy buena pregunta. Lo que sucede es que cada vez que se sugiere este tipo de mercadeo, surgen obstáculos y oposiciones de todas partes y al final todo queda en nada. Pero usted es jefe aquí, usted es un Ingvar, usted puede hacer que las cosas sucedan.
A Gerard le contagiaba su entusiasmo. Había conocido infinidad de personas, lidiaba cada día con empleados buenos y comprometidos pero nunca había visto el ímpetu y la iniciativa que desbordaba Ellie.
—Pondremos esto en marcha hoy mismo…yo me encargaré de obtener las firmas y los permisos que sean necesarios —afirmó totalmente confiado en que renovar la publicidad daría los primeros frutos para alcanzar la meta.
— ¡Perfecto! Vaya usted a conseguir la aprobación que yo me encargaré de preparar la publicidad. Ya verá que en los primeros días que salgan esos anuncios tendremos un alza en las ventas. Estoy segura...—afirmó Ellie convencida hasta el último de sus huesos que así sería.
Trabajaron mano a mano en el proyecto pasando horas en montar la campaña. Publicidad, estudios de mercadeo, ilustraciones, diagramación, todo un mundo de cosas que coordinar. No obstante, los permisos se obtuvieron en cuestión de horas y al final de la tarde tuvieron una propuesta de anuncios ingeniosos y llamativos.
—Los primeros anuncios saldrán esta noche…preparémonos para observar esos números crecer…—dijo ella mordiendo su labio inferior como saboreando el éxito con anticipación.
Horas de trabajo…horas…y más horas.
La noche cayó y los encontró todavía trabajando, rendidos pero satisfechos.
—Ha sido un día genial. Estoy ansioso por comenzar a ver esos resultados—dijo él satisfecho.
—Yo también…pero ya es tarde. Para mañana tengo otra idea en mente que puede funcionar…
— ¿Tan pronto?
—Le recuerdo que estamos en una guerra contra el reloj…no se preocupe que ya vimos que podemos hacerlo…
—Pero no me dejes así, adelántame algo al menos…
—No sea tan curioso…mañana le cuento. Y bueno…ya tengo que irme. Queda un tren por tomar y un gato que alimentar…
— ¿Tienes un gato?
—Así es…y como le dije, debo apresurarme…
— ¿Quieres que te acompañe a la estación? O mejor aún, puedo llevarte en mi auto —ofreció.
—No se moleste…nos vemos mañana —se despidió.
—Insisto, es lo menos que puedo hacer después de un día como este —
—Ya le dije que no se moleste y que nos vemos mañana —insistió.
Apagó las luces y cerró la puerta de la oficina.
Gerard se resignó reprimiendo el deseo de decir algo más, como si le faltara algo, como si el día no debiera terminar así. De pronto deseó que ese mañana fuera para siempre. La vio bajar las escaleras y tomar la ruta de salida por la cocina.