Capítulo 10
Una Celebridad
—Señor, Ingvar…—musitó Ellie.
—Buenos días, señorita Ellie…
—Vaya…sabe mi nombre…
—Por supuesto que sé su nombre. No solo eso sino que he revisado su hoja de vida y conozco de sus grandes méritos. Ahora estoy más convencido que nunca que usted puede ayudarme…—afirmó con una sonrisa amable que contrastaba con lo gélido de su mirada.
Ellie lo miró asombrada. ¿No había sido este hombre el que amenazó con echarla y salió furioso de su oficina dando un portazo hacia tan solo un par de días?
—Como le dije antes…—comenzó a decir ella pero Iker la interrumpió en medio de la oración.
—Ya sé lo que me dijo antes pero, por favor, olvidemos ese día. Le pido disculpas, sé que fui muy grosero con usted y en verdad lo lamento —se excusó.
Ellie intuyó su falta de sinceridad. Más allá de eso, presentía malas intenciones. No obstante, era un Ingvar y no podía echarlo de su oficina ni insultarlo como le hubiera gustado. En cambio, forzó una leve sonrisa y siguió con la farsa.
—Olvídelo, no tiene importancia —ripostó.
—Sí que la tiene…yo nunca debí exaltarme de ese modo. Ahora sé que es usted un gran acierto en nuestra compañía, que es una mujer brillante y una gran conocedora de su trabajo. Escúcheme…-la miraba fijamente a los ojos y su voz resonaba por todo el lugar- sigo pensando que usted es la persona ideal para ayudarme a subir esos números en ventas. Que unirnos será conveniente para los dos…no se olvide que estoy dispuesto a ofrecerle la vicepresidencia —insistió.
Ellie tragó fuerte.
Estaba decidida a negarse pero debía escoger muy bien sus palabras. Necesitaba sacarse de encima este lastre con mucho cuidado. A nadie le convenía tener un jefe como enemigo o caer en desgracia con él.
—Escúcheme, señor Ingvar…cuando le pedí la vicepresidencia, creía que me la negaría rotundamente y que ahí terminaría todo. Jamás imaginé que estuviera dispuesto a ofrecérmela y se lo agradezco.
La voz le fluía clara y aplomada y eso le dio confianza para continuar.
—De todos modos, no se trata de eso…verá…lo que usted quiere no es poca cosa, requiere de herramientas que no poseo. En especial, lograr ese tipo de resultados en tan poco tiempo sería algo….milagroso por decir lo menos. La línea de muebles exclusivos en esta época de estrechez económica no es trabajo fácil y no me siento capacitada para lograrlo. Le agradezco infinitamente la confianza que pone en mí pero…yo no soy la persona que necesita, no puedo ayudarle más allá de mis labores normales de trabajo… ¿sí me comprende? —concluyó sintiendo un sudor que la bajaba por la espalda.
Iker volvió a mirarla con aquellos ojos intimidantes y ella sintió que él estaba a punto de otro estallido de cólera. Pero no fue así. Lo vio repasar su mirada por todo el lugar, como buscando las próximas palabras que diría, como demostrando que no se daría por vencido y que insistiría hasta lograrlo. De pronto, su mirada quedó fija en el pequeño caballo de Troya de madera que Gerard había dejado sobre el escritorio.
Ellie notó la expresión de su rostro al observarlo. Era una mezcla de sorpresa y confusión. Debió quitarlo de allí pero ya era muy tarde. Esperó su reacción, algún comentario sobre reconocerlo o cuando menos preguntar su procedencia. Pero no dijo nada. Y no supo cómo interpretar su silencio.
De pronto se puso de pie dispuesto a marcharse.
—Hagamos algo…le daré tiempo para pensarlo y pasaré por aquí nuevamente en unos días. Todavía estamos a tiempo...que pase un excelente día, señorita Ellie…-se detuvo un momento antes de cruzar la puerta y volteó a mirarla para añadir con voz grave:
Que no es Elisse, ni Ellen, ni Elaine, ni Elena. Solo Ellie…no es difícil de recordar. —concluyó Iker contundente.
Ellie quedó inquieta y con la sensación que aquello no terminaba, que él no se daría por vencido. Recibiría al menos otra visita suya y temía que sucediera en el peor momento.
Suspiró con resignación y comenzó a enfocarse en la nueva idea que traía. No iba a permitir que una mala golondrina le hiciera el verano.
Gerard llegó poco después y aunque la idea de que se hubieran cruzado en el camino le causaba angustia, la emoción de comenzar a trabajar la nueva idea era mayor. Y su sonrisa la hizo olvidarlo todo.
—Siéntate, no perdamos tiempo. Quiero decirte lo próximo que haremos —le dijo entusiasmada.
—Tú dirás…—dijo, arrebatado con la energía de la chica.
—Tengo que comenzar con una pregunta… ¿Tienes algún amigo que sea una celebridad? ¿Actor, cantante, deportista…? —preguntó Ellie asumiendo desde ya que la respuesta sería afirmativa. Sabía que los jóvenes Ingvar habían estudiado con la élite, se movían en altas esferas, paseaban por las discotecas de moda y eran aficionados a los deportes.
—Eh…pues sí. ¿Eso que tiene que ver?
— ¿Crees que si le pides un favor podría concedértelo?
—Supongo que sí…de hecho, me debe varios favores…he tenido que cubrirle las espaldas muchas veces…—respondió.
A Ellie los ojos le brillaron de emoción
— ¡Perfecto! Ha llegado el momento de que te devuelva el favor…
—Me parece muy bien… ¿de qué se trata?
—Como usted sabe, cualquier producto puede tomar ganar fama si se relaciona con algo ya famoso. Quiero decir, necesitamos que esta celebridad nos haga el anuncio sin que parezca un anuncio. Pagar publicidad con famosos es muy costoso y toma mucho tiempo…tiempo que no tenemos. Así que lo que le va a pedir es una foto donde se destaque un mueble de nuestra marca exclusiva y que le otorgue el permiso para usarla. Eso es todo. No habrá filmaciones ni pasar horas en un estudio de grabación ni nada de eso. Es bastante sencillo. ¿Cree que lo puedas conseguir? —