Sin si quiera notar la situación tan problemática, por la que tuvieron que pasar, Godwin y Cetis. Los niños seguían felices de la vida, a excepción de una pequeña. Demasiado lista para su edad, pero demasiado joven para entender las complicaciones del mundo. Cecily, quería respuestas.
«Tal parece, que el problema de las cajas se solucionó, pero aún no me siento tranquila. ¿Qué es lo que paso realmente?, ¿cómo lo solucionaron? Tal vez si le pregunto a Cetis, podré obtener algunas respuestas», pensó la pequeña, al mismo tiempo que caminaba hacia Cetis.
—Cetis, Cetisss, ¿qué tal la pasaron en la ciudad?
—Bien, fue un viaje tranquilo, a excepción de ya sabes..., la gente no deseada, al final tanto Godwin como yo, llamamos demasiado la atención —contestó Cetis, sin algún cambio evidente en su sonrisa.
—Pero… ¿cómo solucionaron el problema?, es decir al día siguiente que salieron, llegaron las cajas mejoradas. Cada una de estas con mayor cantidad y calidad que las anteriores. ¿Cómo?, ¿cómo lo hicieron?, ¿se pelearon? Ya sé, Godwin los asustó, ¿cierto?,¿cierto?
—Nada de eso, la compañía se equivocó, tal parece que las rocas iban en otro cargamento, pero uno de los empleados se confundió y comenzó a llenar las cajas que estaban cerca de él, sin checar su contenido. Es tan sencillo como eso, el empleado fue despedido y el propietario se disculpó —contestó Cetis, para después seguir leyendo su libro— no pienses mucho en ello, tú no tienes por qué preocuparte por este tipo de cosas.
—Per-
—Bueno, ya va siendo hora de dormir —dijo Cetis, cerrando su libro— vamos, que debemos descansar.
—Está bien...
«Tal parece que las cosas no son tan sencillas, debo saber que sucedió, con esto lograre ayudar a Cetis. Pero..., no es justo, sólo soy 3 años menor que ella no le cuesta nada contarme lo que paso. Aa~, dejaré de pensar en ello, mañana temprano me dedicaré a escudriñar la verdad», reflexiono Cecily, para después enrollarse en sus sabanas y dormir.
Al día siguiente, una pequeña silueta, deambulaba en la oscuridad de los pasillos. La sombra, se tambaleaba de vez en cuando de un lado a otro, como si se tratase de un torpe zombi, en búsqueda de comida.
«Se que quería levantarme temprano, pero esto es ridículo, es decir el sol ni si quiera a salido. Como sea no me rendiré, primero iré por vitaminas galletescas, para aguantar el día»
La silueta misteriosa, llamada Cecily, comenzó a caminar hacia la cocina. Sin embargo, para su sorpresa un rayo de luz provenía de la puerta de aquel lugar, dejando la duda, ¿quién estaría a tales horas en la cocina?
«Ya se, es Cetis, debe estar preparando galletas, jejeje. No esperaba menos, como siempre cuidando de nosotros», se imaginó la pequeña
—Pero..., ¿qué es eso?
Era imposible que la muchacha contuviera esas palabras, la escena dentro de la cocina le hizo decirlas, en lugar de lo esperado, de una niña hermosa como Cetis. Se encontraba un chico feo y gordo, rodeado por una gran cantidad de ingredientes: trigo, azúcar, leche, huevos y algunos otros mas, de aspecto extraño.
«Se que, a Godwin, le gusta comer..., pero esto es demasiado, esos ingredientes son suficientes para cocinar el desayuno de todos los niños»
Aquel joven se encontraba con una extraña expresión, se veía tan serio como si hubiese encontrado, el secreto de la vida. Mirando firmemente los ingredientes, cual rival en un duelo a muerte. Godwin, murmuraba algunas palabras extrañas, sin siquiera apartar la mirada de su rival.
—Creo, que observare un poco más —susurro Cecily, para darse el valor para seguir espiando.
De un momento a otro la tensión en el ambiente cambio, el espectáculo comenzó. Manteniendo aquella extraña cara, Godwin, agarra el trigo para después, molerlo sólo con sus manos desnudas, logrando transformarlo en un polvo fino y hermoso. A continuación, una enorme olla hace su aparición, tan grande que un niño entraría sin problema alguno.
Godwin, agregó el polvo de trigo en la olla, pero no se detuvo ahí, siguió agregando y agregando ingredientes; huevos, leche, azúcar..., y algunos otros de origen desconocido. El polvo de trigo sufrió una drástica transformación, paso de ser una arena blanca a una masa gelatinosa, muy parecida al lodo, por su color café.
—Ah~, que desperdicio de comida —dijo Cecily, mientras exhalaba con gran decepción— Y yo que esperaba algo delicioso.