El gran dilema

Capítulo 14: La cosa más dulce

Harlem le colocó a Emily una enagua color blanca para poder así proceder con el miriñaque que le daría un caricaturesco volumen al disfraz de Alice In Wonderland —de la película de Tim Burton— color rojo, con hermosos y delicados detalles en blanco y negro que utilizaría aquella noche en la indeseable fiesta que ofrecía Mona.

—En aquella bolsa está, ejem, el otro disfraz —comentó Harlem apenas terminó de colocarle el enorme vestido a Emily, provocando una oleada de sangre caliente que se instaló con rapidez en sus mejillas, ahogándola un poco en el interior de la enfundada enagua.

Este era el segundo Halloween con Danton, y la ley —impuesta por Harlem y la poca capacidad de negarse que poseía Emily— era que había dos disfraces, uno para la fiesta, muy del estilo de Em, y el otro... bien.

El año anterior había sido de Marianne Dashwood de Sensatez y Sentimientos, el cual hacía perfecta alusión a la diferencia de edad que esta tenía con su pareja, el coronel Brandon, en comparación con la que ella tenía con Danny. Aunque completamente desentonante, él había ido disfrazado de Rambo.

Y bueno, el otro disfraz, era nada más y nada menos que el disfraz que debía utilizar —de nuevo bajo estricta obligación de Harlem— con Danny luego de que volvían de la fiesta de Halloween. Disfraces bastante escuetos y precarios que dejaban a la vista demasiada piel para el gusto de Emily. En pocas palabras, lencería erótica.

El año pasado le había tocado el de policía. Este año, por las plumas blancas que la bolsa semi transparente le dejaba vislumbrar, le tocaba hacer de ángel. Un ángel muy perverso, de seguro.

—Ay, Harlem... —se lamentó, ya bastante incómoda de tan solo verlo allí.

—No vengas a jugar a la vergüenza —le reprochó pegandole con el fajito del cinto de medir en uno de sus descubiertos hombros—. Dejas a tu hombre contento en Halloween, sólo él te ve ese disfraz, nadie más. A veces hablas como si él nunca te hubiese visto desnuda y esa, tratándose de Danton, no me la creería.

Ella negó con la cabeza abrazándose el cuerpo.

—Es que estoy tan...redonda —murmuró pensando en sus kilos de más, en lo hinchada que se presentaba, en lo brillante que lucía su piel y en lo poco atractiva que se sentía últimamente, todo en ella se veía tirante en ese momento, y lo único que seguía salvaguardándose de su aspecto físico, eran sus pechos.

—Estás hermosa —susurró para luego tocarle la barriga—. Pero no se propasen de acción, que no me aplaste a Danton Junior.

—Harlem, no hay ningún Danton Junior ahí dentro —sentenció intentando sonar segura mientras le sacaba la mano de manera amable.

—¡Oh! ¿Cómo lo sabes? ¿Ya te hiciste el test? —cuestionó con rapidez, lucía decepcionado.

—Bueno, no, pero...

—¿Y tu periodo? ¿Ese ya llegó?

—No, pero aun así yo...

—Ya no más peros —la giró con rostro victorioso—. Ahora vayamos con Cranie.

Fuera de la habitación, la siempre esbelta y filosa Cranberry Flowers discutía con Antoine, para no variar.

—Pero que horror —masculló la misma olvidando que mantenía una acalorada lucha de egos con el hermano mayor de Danton. Ahora sus enormes y lineales ojos verdes se encontraban sobre el vestido de Emily.

—Es Halloween y es un vestido hermoso —se defendió el modisto que lo había creado—. ¿Qué, tú no te disfrazas?

—No. No me gusta, es ridículo —exclamó muy rápido.

—¿No estabas disfrazada? —cuestionó Antoine desde el sofá en el que estaba sentado casi todo el tiempo.

—Cállate, pelele.

Emily se sentó en la silla que la chica le señalaba tan poco amable como era usual y se dejó acariciar por el pincel de los jóvenes pero experimentados dedos de la aún adolescente Cranberry, como siempre, para un maquillaje sobrio y poco exagerado.

Danton llegó media hora después, ya con el disfraz puesto. Aunque no era mucho disfraz, sólo un pantalón oscuro y una ajustada camisa blanca sobre la cual llevaba aquella clase de faja pequeña de cuero porta armas.

—¿Un detective? —le cuestionó su hermano—. Eres muy ocurrente siendo que te pasaste meses vestido así para tu última película.

Sin embargo Danny no se inmutó, caminó hasta la barra y se apoyó sobre la misma para observar a Emily con una sonrisa entusiasta, esa sonrisa que ponen los niños cuando ven algo que les gusta y los sorprende. Por un momento, Emily creyó que tenía puesto el otro disfraz, el escueto y erótico.

—Alicia —murmuró.

—Soy impenetrable —rio Emily, dando una ligera vuelta para demostrar lo tieso y poco manejable que era el vestido.

—¡Por Jesús! —exclamó irónico Antoine tapándose los oídos.

—No es la primera vez que debo enfrentarme a un copón invertido —respondió Danton tomando una manzana que había en el frutero a su lado para darle un mordisco—. Soy capaz de atravesar hasta miriñaques de acero.

—Quiero ver eso —lo retó Emy con una sonrisa de lado.

—¡Por Alá! —exclamó Antoine con todas las ganas de joder que poseía.

Danton rodeó la barra, aún sin llevarle el apunte a su hermano, la palabra pelele también estaba tatuada a fuego en los labios de Dan, pero ya se había cansado de repetírselo —Tony era inmune a ella— tomó a Emily por la cintura, aceptando el reto con un ligero apretón en la espalda —que debería haber sido el trasero de no estar el miriñaque— antes de comenzar a besarla como a ella le gustaba; lento y profundo.

—¡¿En serio?! —masculló Cranberry exasperada—. ¡¿Acabo de maquillarla y tú le metes la lengua hasta la tráquea?!

—Agradece que en público sea sólo la lengua lo que le mete hasta la tráquea—deslizó Antoine, lo suficientemente lento y claro como para que ellos oyeran.

Danton acabó el beso, pero aun así no dejó de abrazar a Emily, escondido en su cabello para poder contener la risa que ella sabía que a él le cosquilleaba la garganta.



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En el texto hay: contrato, amor, actor

Editado: 15.07.2020

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