Lucero, después de ayudar a su mamá en las tareas domésticas lavando los platos, barriendo, limpiando las ventanas y lavando la ropa, decide acostarse en su cama, cierra los ojos plácida y lentamente. Su respiración es profunda, pero tranquila y silenciosa.
Bienvenida- le susurra una voz.
Lucero se asusta y voltea hacia aquella extraña criatura humanoide. Con su pijama y lúcida, ve frente a ella un ser andrógino con mucho ropaje, muchas velas a su alrededor y un báculo hecho del más bello platino, junto a una hermosa puerta de oro y madera tallada minuciosamente por las más habilidosas manos. Mira a su alrededor y contempla un escenario colorido sin noche ni día, despintado y chorreado como hermosas acuarelas en un papel. Parece un sitio sin dimensiones, desprovisto de volumen.
Poco a poco, la duda se apodera de ella (¡Si hace un rato cerró sus ojos y comenzó a dormir!). Si bien la situación no suena lógica, le da curiosidad contemplar lo que hay detrás de la inmensa puerta, majestuosa, custodiada por aquel ser extraño. Es entonces que empieza a hablar:
-Disculpe...
-Si.
-¿Dónde estoy?
- No es la pregunta que esperaba.
- Lo repetiré devuelta: ¿Dónde estoy?
- Niña curiosa, de gran corazón, deja volar tu mente a tu interior y allí hallarás la respuesta.
Dubitativa, Lucero va de acá para allá tratando de saber dónde está, puesto que el guardián no se lo dirá. Perdiendo la paciencia y los ánimos, se decide a abrir la puerta, pese a que puede llegar a ser muy peligroso.
La pequeña de 10 años se adentra en un mundo extraño. Sin embargo, los aromas que percibe y la voz que escucha, le son muy familiares. A pesar de no oírla hace mucho, recuerda bastante bien a su amiga Dina.
Para su sorpresa, no se encuentra en casa de Dina, sino en un jardín floreado con una gigantesca fuente esculpida en mármol, donde reposan bellas enredaderas, y alrededor todo tipo de flores muy llamativas, de distintos colores y formas.
A unos pasos, se encuentra una silla de roble blanca donde está sentada su amiga, sonriente. Lucero se acerca lentamente y de repente la escena se desvanece y Dina se convierte en un gigantesco demonio que destruye todo a su paso, haciendo despertar a su amiga sobresaltada, aparentemente de una terrible pesadilla.
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Después de aquel terrible sueño, Lucero duerme normalmente y, al amanecer, despierta con la voz de Leonor, su madre:
Llegarás tarde a la escuela- le replica.
¿Qué hora es?
Son las siete y media de la mañana, hoy no toca desayuno sino leche condensada para consumir en el camino ya que tu padre fue a trabajar temprano.
Lucero se viste rápidamente, toma su mochila y emprende viaje hacia la escuela rural con su bicicleta lila. Normalmente en ese medio de transporte, tarda media hora en llegar, pero faltan diez minutos para que comience la clase. Con una mano en el volante de la bici, pedaleando y con la otra mano chupeteando la leche, tropieza y se topa con Valente, un “vecino” de veinte cuadras de distancia:
¿Qué te pasa? Fijate bien por donde pasás.
Emm… si, perdón, estoy muy apurada.
Yo también, pero no ando atolondrado.
Lucero se levanta, agarra su bicicleta y recuerda que aquel niño es muy vago y siempre se “ratea” del aula para jugar al fútbol con sus amigos. Con lo que ella prosigue:
Bueno yo no me quiero perder las clases, tal vez estás apurado para jugar a la pelota…
¿Qué decís?
No, nada.
Lucero echa a reír y sale disparando con su bici hacia la escuela. Valente le sigue el ritmo y comienza una mini “carrera”.
Llegan cinco minutos tarde y puesto que la maestra María es muy puntual, se enoja y decide sentarlos juntos.
Durante toda la clase, Valente está ruborizado por las burlas de sus amigos y compañeros. Lucero no se preocupa, está sumida en sus problemas de Matemática. Luego de unos momentos, Valente y sus amigos huyen del salón con los gritos de María por detrás.
¡Lo mismo de siempre estos chicos!- dice la maestra.
Terminan las clases y Lucero no quiere saber nada de pesadillas, simplemente desea vivir despreocupadamente. Distraída, no nota que Valente la espera serio, mofando:
¡Idiota! ¡Por tu culpa tengo menos ganas de ir a clases mañana!
No es mi culpa, además fue porque llegamos tarde que nos sentaron juntos…
Valente le da un “correctivo” a Lucero en la cabeza y ella se lo devuelve, aún más fuerte.
Entrando a su casa, ella escucha a Vicente, su padre, esperándola:
Buenas tardes querida hija, hay que vestirse bien porque hoy vienen vecinos.
Hola Pa…¿Qué?.
Sí, nuestros únicos vecinos.
Lucero no puede creer que se reencontrará con su no muy amable compañero de clases.