—¡Solo por hoy. Solo por ustedes. Descuentos en todas las frutas de la región de Ródidnak!
—¡No desaproveche la oportunidad! ¡Conjunto completo de limpieza autónomo, el cual incluye un pequeño gólem de aire que eliminará cualquier mota de polvo. Este gran ayudante vendrá acompañado con tres runas escritas en papel adhesivo en bucle, runas que emitirán una fragancia constante del aroma que estime! ¡Garantía incluida por cuatro meses y extensible a un año por un módico precio! ¡Aprovechen este conjunto para que su hogar se convierta en un palacio propio!
—¡Llegaron! ¡Ya están aquí! ¡Pociones para que el cansancio sea cosa del pasado! ¡Ya sea para recuperarse de una ajetreada jornada de estudios, o de trabajo! ¡Porque ustedes lo merecen, dos pociones por el precio de una!
Los llamados de los anunciantes se sobrepone ante el bullicio de la concurrida zona comercial, dedicada a personas ajenas a la universidad, las entradas asignadas para esta zona se extiende desde la número 135 hasta la número 164. Por ello este lugar es conocido como 29 Entradas.
Ellos son vendedores que lograron un permiso especial para comerciar sus productos en este lugar, en palabras sencillas, es la zona coloquial donde puedes encontrar una amalgama de productos de toda índole imaginable, incluso aquellos que están al borde de lo ilegal. Al no estar ligados directamente con Electus Magicae, se permiten ser más “liberales” en cuanto a las normas de comportamiento. En las demás zonas prevalece el ambiente pulcro y carteles brillantes que exponen sus productos, aunque igual existen áreas que se asemejan a esta, pero por lo menos no compiten a viva voz para atraer potenciales clientes.
Es en este lugar donde nos encontramos actualmente. Estoy acompañado por Yeverhal, Haakon y Vildorn.
—¡Ay! ¡¿Pero qué te pasa pedazo de mier…?! —Estas palabras son emitidas por un enorme centauro de casi tres metros de altura.
Yeverhal acaba de apartarlo de entre la multitud con un empujón, en realidad agarró su cola y simplemente haló con fuerza hacia la derecha. Claramente aquel centauro reaccionaría con ira ante la acción de un desconocido que lo agrede sin razón aparente, pero bastó una mirada para ver que ese desconocido era alguien peligroso.
—¿He? ¿Tienes algo que decir? Muévete de una vez, mi rey necesita caminar con libertad. —Yeverhal sonríe maléficamente y hace tronar los huesos de su mano—. Acaso quieres que ahora golpee tu fea cara para luego…
Sin que la víctima lo anticipara, el rostro de su agresor se estampa contra el suelo de un segundo a otro.
—Te he dicho que dejes de hacer eso. Estás probando los límites de mi paciencia.
Una vena prominente se marca en mi sien, al mismo tiempo que desde mi puño derecho expele un humillo ligero a raíz del golpe que acabo de propinarle a este idiota. Ya es la octava vez que debo intervenir.
—Ja, ja, ja. Que tonto eres, mi rey te ha golpeado ocho veces y sigues haciendo lo mismo, ja, ja, ja. Que risa, mi estómago. —Vildorn ríe sin miramientos al ver como se repite lo mismo con este imbécil.
—No… no es momento de reír Vildorn, nu… nuestro rey nos pidió que fuéramos discretos, shh, baja la voz. —Haakon trata de callar a su hermano menor, pero el nerviosismo de sus palabras y la expresión que mantiene solo provoca que ría con mayor ímpetu.
Ante la escena de nosotros cuatro, el centauro no sabe cómo reaccionar. Sin embargo él no es el único que mantiene un expresión de completa duda sobre nuestro actuar, somos el centro de atención en medio de la muchedumbre.
Luego de algunos minutos logramos llegar a la tienda que anhelaba visitar… aunque hubiéramos llegado más rápido si no fuera por el idiota de Yeverhal. Vildorn no ha parado de reír por los constantes golpes que le he propinado a su hermano mayor, cada vez que este amenazaba a un desconocido por “irrumpir” mi trayecto. Cubre su boca pero eso no evita que una u otra carcajada sea emitida con vigor.
Si bien no existe una norma sobre el diseño que deben de poseer las tiendas, este puesto luce demacrado en comparación con los demás, es como si tratara de espantar a todo posible comprador. La puerta de madera golpea con fuerza su marco por las ráfagas de viento, dado que el pomo oxidado está colgando descuidadamente. La madera en sí luce podrida y con agujeros que dejan entrever el interior. Su cartel es un trozo de tela con letras ilegibles. Roñosa y desprolija, esas palabras describen perfectamente lo que cualquier visitante apreciará desde el exterior.
—Qué lugar tan feo —expresa Vildorn con total sinceridad.
—No es feo… es solo que… solo… —Sin que pudiera encontrar respuesta alguna, Haakon simplemente se da por vencido.
—No se dejen engañar. —Los tres me observan, atentos por lo que acabo de decirles. Me acerco a la demacrada puerta de la entrada—. Es un sujeto extraño, pero solo él tiene lo que necesito, bueno, en realidad es para ustedes.
—¿Para nosotros? —preguntan al mismo tiempo.
Cuando abro la puerta solo pude distinguirse un interior lúgubre y con estantes vacíos, pero al dar un paso dentro de la tienda, todo cambia.
—¿Pero qué…? Era una ilusión —Sorprendido, Haakon queda boquiabierto por lo que aparece frente a sus ojos.
Así como lo ha dicho, era una ilusión. Esta solo puede ser percibida desde el exterior, aunque si das un paso dentro de la “desprolija y roñosa” tienducha, esta deja ver su verdadero rostro.
A pocos metros de la entrada, un recibidor de madera color caoba se planta en medio. Detrás de él puede vislumbrarse un sinfín de estanterías que presentan los distintos artículos de la tienda. Telas que brillan por si solas, con bordados en finos metales. Maderas tan pulcras que reflejan la imagen, como si de un espejo se tratase. Cerámicas y joyas de distintas formas y materiales, todas de un valor considerable. Licores y brebajes de finas marcas, con nombres casi impronunciables. Instrumentos y materiales para cualquier clase de trabajo, desde alquimia hasta caligrafía rúnica. Como si eso no fuera suficiente, el tamaño del interior es abismal, tanto así que no se puede apreciar el techo o el final de sus eterno pasillos conformados por los estantes.