Finalmente llegamos a la entrada número 52, lugar donde nos reuniremos con las demás, o eso era el plan original.
—¿Cómo se demoran tanto? Ya estoy aburrido —comenta Vildorn, claramente desganado, mientras observa el cielo y deja escapar un sofocante suspiro.
—Deja de quejarte, ya lo has repetido más de una vez. Estás frente al Rey, no lo olvides —recrimina Yeverhal a su hermano pequeño. Aunque no lo hace con un tono fuerte, solo lo aconseja.
—Por eso mismo, estamos malgastando el tiempo del Rey, no lo olvides —dice Vildorn, con una clara malicia presente tanto en sus palabras como en la sonrisa burlesca que domina su rostro.
—¡Mira enano de mier…! —Inspira profundo y arregla su traje, adoptando una postura noble, estirando su dedo índice y entrecerrando sus ojos—. Agradece que soy alguien que controla sus emociones. —Señala a su hermanito aburrido—. Entonces, como tu hermano, te digo amablemente que te guardes tus comentarios y solo espera en silencio, de lo contrario tendré que aplicar una solución.
—¿Qué solución?
Ante la pregunta de Vildorn, Yeverhal aprieta su puño con fuerza.
—Corrección a la antigua.
—¡Inténtalo dragón senil! No olvides el regalo que poseo, ya quiero ver como terminas llorando por tus propios golpes.
Ambos elevan su mana y llamamos la atención de quienes circulan por este lugar.
—Ca-ca-calma… ¿Qué hago…? He… no peleen…
Pese al “intento” de Haakon por tranquilizar a sus hermanos, inmediatamente se congela y no logra nada.
—Míralos, van a pelear. ¿Llamamos a un Guardián de Zona? —pregunta una mujer centauro a su pareja. Ambos observan desde la lejanía el espectáculo de este par.
—Supongo, cuando elevaron sus manas sentí un escalofrío —responde el hombre de raza minotauro.
A raíz de sus palabras, poco a poco florecen comentarios de preocupación ante el adulto y niño que se observan con claras intenciones de combatir con el otro.
—Cierren la maldita boca y esperen en silencio —ordeno, trato de no elevar la voz para así evitar alertar aún más a quienes observan curiosos y atemorizados a este par.
Ante mis palabras, como si fueran un reflejo del otro, se posicionan firme y me hacen una reverencia mientras repiten al unísono.
—Perdónenos, Rey.
—Solo esperen pacientemente un poco más.
—Sí. —Siguen sin alzar la mirada.
No solo seguimos igual que antes, ahora los comentarios me agregan.
—Mira, mira, ese ha de ser su líder o algo similar. ¿Serán peligrosos?
—Tienes razón, ahora sí que debemos llamar a un Guardián de Zona.
Mierda, debo solucionarlo.
Me coloco de pie y camino hacia el grupo que cuchichea, relajo mi cuerpo al mismo tiempo que mantengo una sonrisa afable.
—Viene por nosotros… aunque viéndolo de cerca no parece alguien peligroso.
Finalmente estoy frente a ellos. Como estoy manteniendo Ilusión Corpórea, puedo aprovechar el hecho de verme como un elfo.
Coloco mi mano en mi pecho y ladeo un poco mi cabeza a la izquierda, para acrecentar el aura de ser alguien amigable y de confianza.
—Lamento que hayan presenciado este bochornoso espectáculo de mis hermanos, la verdad es que estamos nerviosos porque es nuestra primera vez en esta zona comercial y no dominamos la distribución de las tiendas. —Activo sutilmente mi mana y creo una ínfima gota de agua para que se asome por mi parpado inferior derecho—. Si pudiera hacer algo para remediarlo lo haré ahora mismo, perdonen que por nuestra culpa hayamos alterado su tranquilo día de compras, realmente, lo siento desde lo profundo de mi alma.
—… No… no es necesario. Tra-tranquilo joven elfo. Sabemos que siempre tratan de mantener un aura digna en todo momento. —Bien, ahí va uno.
—Que alguien de tu raza sienta tanta culpa… Quienes debemos pedir perdón somos nosotros. —Ahora son dos, vamos, sigan sumando.
—Pido perdón por el comentario de mi torpe pareja —comenta la mujer centauro, fue ella quien inició todo.
Ante su reprimenda el hombre a su lado se exaspera.
—¡¿Qué?! Pero si no fui yo quien empezó a…. —Bastó una mirada sutil y penetrante de la mujer, para que el minotauro de más de 2 metros bajara la cola, literal, y solo atinó a comentar lo que ella esperaba—. Bueno… la verdad es que fui bastante torpe por comentar eso, perdón.
Con esa última intervención, siguiendo a las masas, todos se dispersaron y nos dejaron en paz.
Cuando ya nadie volteaba a observarnos, finalmente dejé de mantener esta falsa sonrisa y regresé con los demás.
—Rey… por nuestra culpa…
Antes de que Yeverhal volviera a disculparse, entrecruzo los brazos y lo interrumpo.
—Si realmente lo lamentas, deja de llamar la atención. Ya estaba preparado para que ellas tardaran un poco más de lo previsto. Además…
—¿Además…? —pregunta Yeverhal, ansioso por mi respuesta.
—Tiendo a ser muy directo cuando compro algo, no doy tantas vueltas.
—Eso… es bueno Rey. Usted es alguien quien piensa de antemano lo que desea. Sí, eso es.
—… Bueno, tampoco es que… —Un momento, puedo usar eso para que no vuelva a repetir el mismo espectáculo—. Tienes razón Yeverhal, es por ese motivo que debemos esperar pacientemente, dado que he optimizado mucho el tiempo.
—Oh, ya lo comprendo. —Clava su mirada en Vildorn—. ¿Escuchaste al Rey? Ahora sí que debes mantener la boca cerrada y esperar tranquilamente.
—¿De qué hablas? Si yo siempre he estado aquí bien calladito, hermano —responde Vildorn, con la misma sonrisa burlesca de antes.
—¡Te juro qué…! —Inspira profundo y relaja su cuerpo, nuevamente—. Lo que importa es que lo hayas comprendido.
—Por supuesto, hermano.
—… Gran Jhúvuldar dame paciencia.
Ahora sí, llegó la calma. Sin embargo, debo admitir algo.
Pese a que hicieron un espectáculo, puedo notar como se han relajado ante mi presencia, antes era como si tratasen de medir cada una de sus palabras o acciones. No me gusta admitirlo, prefiero que sean así, a pesar de ello igual debo controlarlos para que no atraigan miradas ajenas.