~Soy muy estúpida. ¿Cómo pude pensar en subirme a un auto con un extraño? Bien, no te asustes, quizás no te haga daño. Solo pídele que te baje.~
-¡Espera!- Exclamé cuando pararon en un semáforo.
-¿Qué?
-Debería volver al café. Creo que olvidé algo.- Sabía que era una mentira muy tonta y que jamás la creería, pero esperaba que fuera un poco crédulo como Ciro.
-Yo creo que deberías dejar de mentir.- Dijo Lisandro con una mirada sádica. Este de crédulo no tiene nada.
Era todo, estaba acabada. Mentalmente me despedí de todos mis seres queridos, pero decidí que no quería acabar así. Busqué en mi bolso algo para defenderme pero Lisandro me lo arrebató.
-¿¡Qué pensabas hacer!?- Gritó. Mientras decía esto, una pequeña tarjeta cayó del bolso.
-¿Qué es esto?- Preguntó tomando y leyendo la tarjeta.
-Es una ID de estudiante.- Respondí.
-¿Es tuya?
~No, imbécil. Se la robé a alguien y le pegué mi foto.~
-Sí.
Lisandro no preguntó nada más, solo seguía conduciendo. Parecía estar pensando en algo.
-¿Tu apellido es Britt?
-Sí.- No entendí a que vino esa pregunta.
-¿Tienes algo que ver con Dante Britt?
~¿Papá?~
-¿Por qué preguntas?
-¡Responde, SI o NO!- Lisandro parecía estar alterado por alguna razón y yo no sabía si alegrarme o asustarme por eso.
-Sí. Es mi padre.
Casi de inmediato el auto frenó en una calle totalmente desierta.
-Vete.- Dijo Lisandro secamente.
-Pero no sé donde estoy.
-No es mi problema. ¿No te querías bajar?- Señaló el hombre mientras abría la puerta del acompañante.- Un gusto conocerte.
No entendía nada. Solo me limité a juntar mis cosas y a bajarme del auto. Me quedé parada observando como el auto se alejaba. Cuando lo perdí de vista me di cuenta de que no tenía ni la menor idea de donde estaba.
Me senté y envié un mensaje al número que Ciro me había dado.
*"Oye, creo que fue una mala idea irme con Lisandro después de todo. Ahora estoy perdida y no puedo llamar a nadie más. ¿Puedes ayudarme? Estoy sentada frente a un supermercado (creo), la calle no tiene nombre, solo un número: 2451."*
Rogué para que Ciro no se haya enojado. Lo dudaba, pero nunca se sabe. En eso, mi teléfono sonó. Era un mensaje de aquel número. Re: *"Sé donde estas. Quédate ahí, voy en camino."*
Casi salté de alegría al leer el mensaje. Solo debía esperar.
Ya era muy tarde; cuando Lisandro me dejó ahí eran las 9:13, desde entonces pasaron cuatro horas. Estaba cansada, hambrienta, tenía frio y me sentía como una idiota.
~Al menos mamá no debe estar en casa~ Pensé.
Me alerté cuando escuché unos pasos que se acercaban a mí. Al levantar la mirada vi que se trataba de Zoe y Brianna.
-¿Qué hacen aquí?- Pregunté sorprendida.
-Eso deberíamos preguntar nosotras.- Dijo Zoe.
-Lo que pasa, Zoe, es que ella esperaba que Ciro viniera, ¿verdad?- Indicó Brianna.
-Es que pensé que el número que Ciro me dio era suyo. Da igual.- Dije apoyando la barbilla en mis rodillas. -Gracias por venir.
-Te dije que somos amigas.- Contestó Brianna.
-Sí. Y se supone que las amigas hacemos estas cosas.- Agregó Zoe.
-Incluso si esto implica perdernos la mejor fiesta del año.
-¡Brianna!
-¿Era hoy? Perdón.- Me disculpé.
-No te preocupes, aún podemos ir. Si quieres, puedes acompañarnos.- Propuso Zoe.
-No creo que sea lo mejor. Estoy muy cansada.
-Está bien.
-Le avisaré a Ciro que vamos para su casa, que él te acompañe luego.- Dijo Brianna enviando un mensaje.
Mientras caminabamos, las únicas que hablaban eran Brianna y Zoe. Yo permanecía en silencio debido al frio y al cansancio.
En eso notamos una figura que se nos acercaba. Sentimos alivio al ver que se trataba de Ciro, quien al vernos saludó a Brianna y a Zoe pero a mí me ignoró completamente.
Los cuatro continuamos nuestro camino, pero cuando Brianna y Zoe notaron la tensión que había entre Ciro y yo decidieron tomar otro rumbo.
La situación no cambió mucho; ni Ciro ni yo hablabamos hasta que llegamos a una casa no muy lujosa pero bastante linda. Supuse que se trataba de la casa de Ciro.
Al entrar a la casa noté que había unos juguetes tirados, también había cuadernos y lápices sobre una mesa. También noté cierto libro sobre la mesa. Se trataba del libro por el que Ciro y yo nos habíamos conocido; bueno, por el que habíamos discutido.
-¿Tienes hermanos menores?- Pregunté esperando romper la tensión.
-No. Los juguetes son míos.- Me contestó Ciro sin siquiera mirarme.
Me quedé helada. El sarcasmo de Ciro es aterrador. Decidí que lo mejor sería no hablar por el momento.
-Voy a llamar un taxi para que te lleve a tu casa.- Dijo Ciro, aún sin mirarme.
-¿No vienes conmigo?
-Es broma ¿no?- Esta vez sí volteó a verme, pero con una mirada que me heló hasta la sangre.
~Definitivamente se enojó. Y mucho~
Ciro volvió a darme la espalda y se fue hacia, imagino, la cocina.
Me sentía desconcertada, y también, algo desanimada. Nunca había visto a Ciro tan enojado; bueno, no es como si nos conociéramos de hace tanto, pero de todas formas, no se sentía bien.
-La línea está cortada. Pensé que ya la habían arreglado. Supongo que tendré que acompañarte.- Dijo Ciro al volver a donde yo me encontraba.
Salimos y nos encaminamos hacia mi casa. En todo el camino ninguno habló. Todo era muy incomodo. No fue sino a una cuadra de mi casa que me armé de valor y decidí cortar con tanto silencio.
-Perdón. No fue mi intención causarte problemas a ti, a Zoe o a Brianna. A veces puedo ser muy idiota, demasiado idiota. Sé que suena tonto pero no quiero que te enojes conmigo. Es una sensación muy horrible.- Intenté ocultar mi rostro, que se había tornado un rojo intenso.
~¡¿De verdad acabo de decir eso?! ¡Es lo más tonto que he dicho en mi vida!~
Ciro no dijo nada, y eso no solo hizo que me sintiera más estúpida de lo que ya me sentía, sino que también me sintiera desilusionada.
Al llegar a casa, ni siquiera miré a Ciro, solo me limité a disculparme de nuevo. Fue entonces cuando sentí que me sujetaban de la mano.
-Soy muy egoísta. No me gusta que se alejen de mí. No me gusta que otros se acerquen a lo que yo considero que es mío. Siempre intento tener la razón en todo y cuando no la tengo solo le echo la culpa a los demás. Siempre intento proteger lo que me importa, pero cuando fallo me desquito con quien sea. Perdón, pero así soy.
-Entonces, no eres para nada lo que parecías ser.- Dije pensativa.
Ciro sonrió y negó con la cabeza. –Yo no miento. El Ciro que tu conociste primero soy yo, el que descubriste ahora también soy yo. Es bastante simple si lo piensas.- Dijo con esa sonrisa que ya estaba grabada en mi memoria, como una melodía que no puedes olvidar.
-¿Hay algo más que deba saber sobre Ciro "Moneda de dos caras"?- Dije divertida.
Ciro rio. Supongo que puedo ser graciosa de vez en cuando. –Bueno, cuando algo me gusta quiero tenerlo lo más pronto posible. Por eso te sigo a todos lados.- Dijo con una sonrisa.- Ya debería irme, cuídate "Mi Ángel".
-¿Tu Ángel?- Pregunté confundida.
-Tú me llamaste "Moneda de dos caras" así que yo te llamaré "Mi Ángel".
-Como quieras.- Dije de forma cortante, pero con una sonrisa en la cara.
Ciro se marchó y yo entré a mí casa. Mamá aún no había vuelto, lo que me pareció muy extraño, pero pensé que sería lo mejor; no quería tener que aguantar un sermón de "porque andar sola en la calle muy tarde es peligroso".
Con todo lo que había pasado se me había olvidado que tenía hambre así que solo me dirigí a mi habitación. Me tiré en la cama, prendí la lámpara de lava que me recordaba tanto a los ojos azules con los que estuve hacia apenas unos minutos y me puse a pensar en algo que Ciro había dicho:
"Cuando algo me gusta quiero tenerlo lo más pronto posible. Por eso te sigo a todos lados".
Lo pensé un rato, repitiendo cada palabra en mi cabeza. Hasta que el mensaje me golpeó como cuando te chocas contra una pared. Me senté en la cama con una expresión indescriptible. ¿Cómo pude ser tan lenta? Era demasiado obvio.
-¡Me dijo que yo le gusto!