El gris también es un color

Capítulo 8: Respuesta

-¿Yo te gusto?
Ciro no contestó. Solo me miraba. Su cara se había puesto como un tomate, aunque no estaba segura de si era por la fiebre o por la pregunta.
-¿Y? – Insistí, sintiéndome peor con cada segundo que pasaba.
Ciro seguía sin hablar pero esta vez agachó la cabeza.
~¡Soy una imbécil!~ Ya sentía las lágrimas en mis ojos, sería la tercera vez que lloraba en frente de alguien. No quería hacer eso, así que me levanté y me dirigí hacia la puerta. Estaba a punto de abrir cuando una voz la detuvo...
-Cassiel
-¿Qué? – Respondí, intentando con todas mis fuerzas ocultar mi dolor.
-No, no me siento bien. – Dijo respirando entrecortadamente.
-¿Qué te pasa?
No contestó. Solo se llevó una mano al pecho señalando sus pulmones.
De inmediato entendí la situación en la que estaba y entré en pánico.
-¡¿Tienes problemas en los pulmones?! – Pregunté arrodillándome al lado del sillón.
Ciro solo asintió.
-¡¿Por qué no dijiste nada?! ¡¿Dónde tienes un, un... esas cosas que usan los asmáticos?! 
Débilmente, Ciro señaló un pasillo. Supuse que por allí debía estar su cuarto así que corrí hacía allí. Había tres puertas, la pregunta era, ¿Cuál era la habitación de Ciro?
~Por Dios, ¿Qué es esto? ¿Una de esas malas copias de "Alicia en el país de las maravillas"?~ Pensé mientras abría frenéticamente las dos primeras puertas; en una estaba el baño y en la otra estaba la habitación de los padres de Ciro, o al menos eso pensé.
Finalmente llegué a la habitación de Ciro. Al entrar empezé a revolver todo, aunque no encontré nada.
Rendida, caí de rodillas al suelo ~¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago?~ Pensé aterrorizada. ~Debe haber otra forma de ayudarlo~ 
Volví a donde estaba Ciro. Lo vi intentando sentarse y rápidamente me acerqué a él.
-¡¿Qué haces?! – Intenté acostarlo nuevamente pero Ciro me detuvo mientras negaba con la cabeza. No entendí del todo pero decidí hacerle caso, después de todo, él es quien sabe de primera mano que hacer. Lo miré, ésta era una faceta completamente distinta a las dos que conocía. Ahora lo que veía era miedo, debilidad, impotencia y vergüenza.
~¿Qué nunca voy a conocerte del todo, Ciro?~ 
Casi sin darme cuenta puse mi mano en su espalda y traté de calmarlo un poco.
La respiración de Ciro volvía de a poco a la normalidad, aunque seguía un poco agitado.
Se quedó mirando al suelo y con una voz débil por fin habló.
-Nunca recuestes a una persona que está sufriendo un ataque de asma. Si no tiene un inhalador lo mejor es hacer que se relaje. – Me explicó sin mirarme.
-Lo siento. Es que jamás había estado en una situación como es...
-Si me gustas. Y mucho. – Me interrumpió Ciro sin mirarme.
Me quedé callada. Alejé la mano de su espalda al tiempo que éste levantaba la cabeza para mirarme. Nos quedamos en silencio con la mirada fija en el otro, ambos totalmente rojos de la vergüenza.
De a poco, Ciro empezó a acercarse a mí. Yo no hacía nada, mi mente se quedó en blanco. Apretaba tanto los puños de lo nerviosa que estaba que mis nudillos ya estaban blancos.
Nuestros rostros estaban tan cerca que ya podía sentir su respiración. Pero justo antes de que algo pasara, la puerta se abrió. 
-¡Ciro! ¡Ya llegamos! – Gritó una mujer acercándose a la sala donde estábamos Ciro y yo.
De inmediato nos alejamos lo más que pudimos antes de que esa mujer entrara.
-¿Hola? – Preguntó dicha mujer al verme.
-¡Hola mamá! – Dijo Ciro nervioso. – Ella es Cassiel, la amiga de la que les hablé.
-¡Ah! Ya me acuerdo. – Dijo con una gran sonrisa, casi igual a la de Ciro.
~Es obvio que son parientes.~ 
-La de la 4° Guerra Mundial, ¿no? 
-¡MAMÁ!
~Sip. Definitivamente es su madre.~
-¿Ella es tu novia? – Preguntó una niña que apareció en la sala. – Ciro, ¿es tu novia? – Preguntó nuevamente.
Ciro no contestó, pero cuando iba a hablar fue interrumpido por otra niña, un poco más grande.
-Es obvio que si Lynn. Estaban solos en casa. – Dijo sin vergüenza alguna.
-¡Lena! – Grito Ciro todo ruborizado.
-¿Por qué dejan que extraños entren a la casa? – Dijo una tercera niña más grande que las otras dos. - ¿Y esta quién es? – Dijo mirandome de arriba abajo.
-Será mejor que me vaya. – Dije sintiendome muy incómoda.
-Te acompaño.
-¡No! Acabas de... - No pude terminar de hablar; Ciro ya me había tomado del brazo y antes de que me diera cuenta, ya estábamos fuera de la casa.
-¡Ahora vuelvo! – Gritó Ciro mientras nos alejábamos lo más rápido posible.
Mientras caminábamos ninguno hablaba. El silencio me estaba matando.
Finalmente Ciro habló.
-¿Yo te gusto?
-Sí. – Respondí sin detenerme siquiera a pensar. Estaba completamente segura de mis sentimientos y ya no me pesaban como antes, aunque aún estuviera asustada.
-¿Desde cuándo? – Preguntó Ciro mirándola sorprendido.
-¿Eso importa? – Cuestioné.
-Pues sí. Porque, que yo sepa, si a una chica le gusta un chico no se sube al auto de otro hombre y se va con dicho hombre a quien sabe dónde. – Reclamó.
-¿Disculpa? – Lo miré con enojo.
-De verdad no entiendes nada, ¿no? 
-¿Qué debo entender? – Dije realmente confundida. – Me gustas, te gusto ¿qué más debo entender?
-Nada. – Respondió secamente mientras aceleraba el paso.
Me detuve y bajé la mirada. Me quedé mirando al suelo hasta que Ciro se percató de ello y se acercó a mí.
-Siempre arruino todo lo que hago. Por eso siempre estoy sola. – Dije en voz baja. – No soy tan perfecta como creía ser, ni tampoco soy una piedra como todos creen. – Mi voz empezó a temblar y ya sabía lo que ocurriría: más lágrimas. Lo que me faltaba. Sin embargo, esta vez no temía llorar. Por fin estaba aceptándome a mí misma. Por fin dejaba de engañarme, de barrer mis defectos bajo la alfombra.
~No son los demás quienes me dejan afuera, soy yo quien no quiere entrar.~
Por fin levanté la cabeza y miré a Ciro con los ojos llenos de lágrimas – ¡Solo quiero que los demás se acerquen a mí! ¡No quiero seguir como hasta ahora! ¡Ahora que sé lo que es tener amigos quiero tener muchos! ¡Sé que suena infantil, pero estar sola no me gusta! ¡Quise conocer a alguien nuevo, y sí, admito que fue una tontería irme con un desconocido, y ya me disculpé! ¡¿Qué más quieres que haga?! ¡Si no fuera por ti, por Zoe y por Brianna todo en mi vida seguiría igual! – Grité sin importarme que me oyeran, aunque no había nadie en la calle. – ¡Seguiría siendo de color...! – De repente me detuve.
-¿Gris? – Completó la frase Ciro. - ¿Por qué insistes en que está mal ser como eres? Es bueno que quieras que la gente se acerque a ti, y lo lograras, estarás rodeada de amigos y les demostraras a todos que no eres como ellos creen. – Dijo Ciro esperando calmarme. – Si sigues forzando las situaciones y tu relación con los demás al final los alejarás, ¿no crees?
-Wow, a veces no pareces tan tonto. – Respondí secándome las lágrimas.
Ciro río. – Y tú a veces no pareces tan amargada. Y no siempre arruinas las cosas, a veces solo las empeoras.
-¿Intentas consolarme o hundirme? – Pregunte riendo.
-No lo sé. – Sonrió. 
-Entonces, ¿por qué te enojaste? – Pregunté confundida.
Ciro se llevó una mano a la nuca mientras alzaba la mirada al cielo. – Porque ya te dije que soy un egoísta. – Dijo riendo.
Me sorprendí de lo rápido que podía cambiar de humor. De nuevo me perdí en su sonrisa.
~Una canción que se encarga de decir de todo sin usar una sola palabra ~ Pensé con la mirada fija en Ciro, quien aún miraba el cielo. Al parecer ya no sabía que más decir.
~Una melodía que no puedes olvidar~
~Una sinfonía que hace que tu alma tiemble~
~Una obra maestra de esas que no te cansas de oír~
Me acerqué a él y antes de que se diera cuenta, lo besé. Ese beso era totalmente distinto a lo que hubiera imaginado. Solo eso bastó para darme cuenta de que eso era todo lo que siempre busqué. 
~Una canción~
~Una melodía~
~Una sinfonía~
~Una obra maestra~
Lo entendí. Estaba irremediablemente enamorada de él.
~Y es hermoso~




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