El triste hombre
Subía lento la espiral confusa
De sus consternadas memorias
Pasos de fuego bajo las débiles orquídeas.
Subió y llegó a la terraza de su agonía
Para vislumbrar en las oscuras noches
Un sol extraño que nacía
Tejido y pintarrajeado con cadáveres y riachuelos
De un color rojizo claro.
Velas y vinos daban vida a la rabia misteriosa
De los voluptuosos campesinos
Que ansiados pedían sacrificios
Para sus pastizales débiles
Y sus arrogantes claveles
Fuego helado debajo de la lengua del enmudecido
Callado de pasiones y éxtasis prohibidos
Bebió y calló
Un paño de seda cubrió sus ojos
Y un filo atravesó su carne.