El grito de las codornices

VIII

La tierra era sacudida por enormes máquinas de acero verde

Su rumor enmudecía a los líderes de la libertad

¿Qué libertad?

Y de sus extrañas trompas alargadas brotaba un fuego blanco

Que desvanecía nuestros lechos y nuestras vidas.

La tierra era un baldío de horrores

Abundaba en él solo el cadáver de las gentes que imploraban libertad.

Cansados, nos echamos a las enredaderas del olvido

Y nuestros cansados ojos vieron un sol rojo

¡Qué agonía!

 




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