La tierra era sacudida por enormes máquinas de acero verde
Su rumor enmudecía a los líderes de la libertad
¿Qué libertad?
Y de sus extrañas trompas alargadas brotaba un fuego blanco
Que desvanecía nuestros lechos y nuestras vidas.
La tierra era un baldío de horrores
Abundaba en él solo el cadáver de las gentes que imploraban libertad.
Cansados, nos echamos a las enredaderas del olvido
Y nuestros cansados ojos vieron un sol rojo
¡Qué agonía!