El grupo de Apoyo

Capítulo: 3

Simone alzó un poco su mirada mientras Kate vertía vino en su copa. Susurro un casi inaudible "gracias" cuando esta se apartó. Había otras cinco mujeres en la sala de estar de aquella casa y solo lograba ubicar a Kate y a Ciara. 

La chica intentaba imitar a la mujer que estaba en frente de ella. Se veía demasiado agraciada y elegante, a pesar de sus muchas canas y algunas cuantas arrugas, sabía que sería solo unos años mayor que su propia madre. 

En un intento de imitarla trato de sentarse cómo ella lo hacía, con sus piernas cruzadas un tanto inclinadas a un lado. No. Simone no lo logró y casi se cayó de su silla, por lo que decidió dejarse de esas cosas y enfocarse en la copa de vino que tenía en su mano. 

—Creo que sería buena idea presentarnos— mencionó. Frunció un poco sus labios y después agregó: —¿Alguien quiere empezar?—

Lo único que se escuchó, fue el sorbo que la joven castaña le dio a su copa. No más. 

—Bien, entonces creo que iré primero— ella dejó su copa en la mesa de centro y soltó un suspiro —Mi nombre es Noah, tengo cincuenta y nueve años. Llevo treinta y un años casada con un hombre maravilloso, su nombre es Nathan; tenemos tres hijos y mi hijo menor lleva dos meses que dejó la casa y no sé…—

Simone apartó su mirada cuando la voz de Noah se rompió. 

—Creo que nada ha sido igual desde entonces— admitió, —Tyler finalmente se casó, Brett lleva tres años casado y mi hija Marisa va a cumplir un año. No lo sé, quizás todo fue demasiado rápido y sé que tienen que hacer sus vidas, pero no creí que fuera a pasar tan pronto. Y ahora sus cuartos están vacíos y yo solo… Quizás necesito acostumbrarme—

Simone se había perdido en aquel mar guinda que removía en su copa. Se mantenía escéptica ante la idea de que al hablar con desconocidos, aquello le ayudaría con sus problemas. A pesar de ello, sentía que debía intentarlo por su hermana. A Fay le había funcionado. 

Pero en el fondo sabía que debía dejar de compararse con ella. 

—Gracias por ser la primera en hablar— Ciara le sonrió y le dio un ligero apretón en la rodilla—Considero que es bueno abrirnos de esta forma, así lograremos apoyarnos entre todas—

Simone inclinó demasiado su cabeza, no; ni una sola gota cayó de su copa ahora vacía. Alcanzó la botella de vino tinto que estaba en la mesa de centro en la sala y frunció su entrecejo al leer el nombre y no entender o saber cómo podría pronunciarlo. 

De igual manera, volvió a llenar su copa. 

—Bueno, soy Aine. Tengo cuarenta y llevo quince años casada con mi esposo Evan— ella miraba sus manos y Simone decidió volver a centrarse en aquel líquido guinda que parecía llamarla, —Llevamos catorce años intentando tener un hijo, pero yo… Bueno, he empezado a hacerme a la idea de que no nos será posible—

—¿Y por qué no adoptan?— le preguntó Simone, 

—¡Simone!— la reprendió Ciara.

—Está bien, todos lo preguntan— espetó —Intentamos adoptar, pero no nos fue posible. Evan no llego a una de las entrevistas porque tuvo un accidente automovilístico. Él está bien, pero los servicios infantiles creyeron que no lo tomábamos en serio—

Simone dirigió su mirada a Aine. Ella no lloraba. No, pero su mirada estaba tan apagada y vacía que no necesitaba de hacerlo para transmitir lo cansada que estaba. Conocía demasiado bien aquella mirada. 

Aine estaba a punto de rendirse. 

—Bueno, ¿Alguien más?— preguntó intentando que pararan de mirarla. 

Una mujer de tez oscura y rizos alzó su mano, casi de inmediato Noah le sonrió e hizo un ademán con su mano invitándola a hablar. 

—Hola, bueno... Soy Tess Harris— arrugó un poco su nariz antes de corregirse, —Bueno, Fitch. No sé si ya deba de usar mi apellido de soltera porque aún no estoy oficialmente divorciada. Tengo tres hermosos hijos, una niña de cuatro, un niño de seis y el mayor de ocho. Mi divorcio no ha sido del todo amigable y creo que…—

Había roto en llanto. 

Intentaba contener la compostura mientras con sus manos daba ligeros toques en su rostro para apartar sus lágrimas y no arruinar su maquillaje. Simone regresó su mirada a su copa, debatiéndose mentalmente si volverla a llenar o no. 

Un nudo en su garganta había aparecido desde que Noah había empezado a hablar y continuaba ahí; incluso podía decir que se volvía más grande conforme los segundos pasaban. 

—… Mis hijos no tienen idea de lo que ocurre— señaló con voz rota —Ellos solo quieren vernos juntos, pero ya no es sano… Y lo decidimos por el bien de los dos—

—Opino que es un paso demasiado importante que era inevitable— dijo Noah en un tono bastante dulce —Estaremos aquí para ayudarte—

¿Estaremos?

Simone se preguntó aquello moviendo su copa vacía. Aquello era un compromiso y sabía que en aquel momento lo que menos debía era comprometerse. 

Simone era un desastre y no quería ser la avalancha en la vida de otra persona que necesitaba apoyo. Estuvo a punto de dar su punto de vista de una forma no tan amable cuando llamaron a la puerta. 

Aine se puso de pie y fue con paso apresurado a la puerta. Simone consideró el ponerse de pie y abandonar aquella casa, pero se quedó ahí. Mirando como Tess era consolada por Noah. La mayor era demasiado paciente y su sonrisa bastante reconfortante. 

—Lo siento de verdad— dijo la mujer que tomaba de la mano a una niña que al igual que ella lucía una melena negra perfectamente lacia. —Tuve que pasar por Naoko al jardín de niños— 

Aine tomó la mochila de la niña y la guio a la sala, la otra, por su parte intentaba no tirar nada con su barriga. 

—Cielo, ven con mamá. Naoko, ven aquí— una sonrisa asomó por los labios de Simone con aquello, —No te separes de mamá—

—Está bien, no te preocupes, toma asiento— la invitó gentilmente Aine, —Iré por algo para que ella pueda entretenerse, ¿Si?—

—Gracias— dijo casi en un susurro, —De verdad lo siento chicas…—




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