No podía creer que me habían atrapado. No podía creer que había sido Leo quien lo hizo.
Era incapaz de decir palabra alguna cuando lo reconocí, ese chico que conocía no era el mismo por culpa de Giancarlo; se acercó a mi rostro mirándome, tocando con sus dedos mi mejilla, me alejé de su roce sabiendo que sus ahora intenciones hacia mi eran otras.
- Te gusta hacerlo del modo difícil, ¿Verdad? -cuestionó Leo con aquella voz que nunca había escuchado- Conseguirás que te maten con esa actitud.
- Te lo pido, Leo, no me lastimes -le dije, intentando liberarme inútilmente- Sé que tú no me quieres dañar.
- Entonces no lo hagas difícil, Ella, no tenemos que pasar por la misma historia de nuevo.
Me dirigió hacia una habitación cercana, cerrando la puerta y sellando las ventanas impidiendo que escapara, se posicionó en medio de aquel cuarto mirándome.
- Déjame salir de aquí -exigí.
- No. -fue su única palabra, no podía hacer demasiado en esas condiciones.
- ¿De verdad estás de su lado? ¿Piensas que eso debió ser así?
- Esa era mi obligación -dijo tajante- Regresar a lado de mi padre.
- ¡Dios, Leo, él no es tu padre! -grité- ¡Eres su marioneta! ¿No lo entiendes? Te está manipulando para conseguir venganza.
Se dirigió hacia donde estaba y me puso en contra del rincón más lejano, aprisionándome.
- Entiendo lo que me decía, debí matarte aquella noche para acabar con eso; era tan estúpido que dejé cegarme por el amor.
- ¿Escuchas lo que dices? -cuestioné, el miedo me invadía, sintiéndome inútil- No hubieras tenido valor para hacerlo.
- Sí tan sólo hubiese sido más rápido en mi decisión en el momento en que el amo me convirtió: habrías sido la chica más poderosa en el lugar, sirviendo al señor.
- Ni muerta habría hecho lo que dices -me puse a su altura- Fui débil en ese momento porque...
No logré decir nada, no había enunciado que describiera aquello: no sabía lo que estaba diciendo, el temor de ser lastimada no me permitió decir algo coherente, y al parecer se percató.
- No encuentras las palabras, ¿Cierto? -mofó- Porque sabes que lo que he dicho es verdad. Lo prohibido siempre ha sido tu atracción, eso fue lo que te mató.
- Me arriesgué porque te amaba -dije sin dejar de mirarle- ¿Por qué me miras así, Leo?
- No has cambiado en nada, tal y como fuiste en 1311. Mi querida Ella.
En aquel momento observé aquellos ojos rojos sin quitarle la mirada, sentí como sus dedos tocaban mi rostro... Se sentía frío, comencé a observar borroso aquel cuarto y un diferente paisaje se miraba en cuestión de segundos:
Parecía un pueblo humilde, con gente caminando por las calles dirigiéndose a sus deberes y oficios, miré después una escuela con cientos de adolescentes entrando; un comedor tan grande y las charlas que no cesaban, luego un grupo de chicas entraron captando la atención de los jóvenes del lugar... El paisaje volvió a cambiar esta vez es uno de los que parecían ser los pasillos, una conversación.
- ''Un gusto, soy Leonardo Rinaldi'' -era Leo, con un traje que se habían utilizado en aquellos tiempos, presentándose ante una chica.
- ''Mi nombre es Ella Castellano, el placer es mío''.
Aquella chica era yo, con un vestido azul índigo y al parecer muy elegante... La primera vez que hablé con él, el día que conocí a Leo; algunas palabras aparecían en mi mente sobre aquel encuentro.
Tiempo después de que Ian fue llevado preso, me contó la historia sobre su llegada al instituto y cómo se enamoró de mi.
Las imágenes volvieron a cambiar. Aparecía el campus durante un atardecer, caminaba junto a Leo, charlando sin cesar hasta encontrar una banca tomando asiento; el comenzó a decir:
- ''Estas últimas semanas han sido agradables con tu compañía ''.
- ''Lo mismo digo, Leo, me alegra tanto que nos hayamos conocido''.
- ''Bueno, agradezco el conocer a una señorita tan hermosa como tú'' -tomó de su mano y con la otra acarició su cabello- ''Tengo un gran afecto por ti, un sentimiento llamado amor; algo que hoy he de confesarte: Te amo, Ella Castellano''.
- ''Tal como has confesado aquello, quiero confesarte que también te amo, Leo Rinaldi, y quiero que seas mi único amor''.
- ''¿Me concede el honor de ser mi novia, señorita Castellano?''
- ''Por supuesto que si, señor Rinaldi'' -ese fue el primer beso que dimos al otro, el primer recuerdo de aquella historia...
Las imágenes volvieron a cambiar, esta vez una habitación oscura y la única luz proveniente de la luna... La noche era demasiado pacífica, a través de la ventana se observó una silueta dirigiéndose al bosque con una velocidad impresionante; aquello explicaba el motivo por el cual Lorenzetti había ordenado dicha matanza... Había descubierto en lo que Leo se había convertido.
Se presentó una visión sobre aquella noche del ataque, cada chica había sido asesinada y tenía frente a mi a ese hombre quien me refugiaba en sus brazos.
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vidas pasadas, vampiros y magia, novela juvenil con un poco de accion
Editado: 30.07.2018