La tierra de Serila, un mundo basto en belleza, con criaturas sin igual y belleza inmensurable, donde surge una leyenda; ya que este mundo que en antaño brillaba con la intensa luz del sol y rebosaba de la paz y la armonía, ha sido corrompida y sumida en un caos que amenaza con romper el frágil balance que la mantiene estable; es entonces que en los profundos bosques, cubiertos por las vastas montañas de la sierra de Eranis, las diosas dieron a un pueblo perdido el más grande regalo que han otorgado a este mundo, una semilla de la esperanza, que inmersa en el corazón del neonato Aspída Noirwoods, traerá la paz nuevamente a Serila.
Años han pasado desde el nacimiento de nuestro Héroe, su primera década se ha cumplido y el pueblo de Noirwood se prepara para celebrar con alegría, al joven hijo del jefe del lugar, en su día. Ignorante de su destino, Aspída juguetea en el bosque con un viejo arco de roble, cuya cuerda, hecha del tendón de un venado, se encontraba tan desgastada que era imposible dar la correcta propulsión a las flechas.
-¡Te encontré!, -Exclamó Aspída en sus pensamientos al ver entre los arbustos al ciervo más grande de la zona
-Hasta ahora haz evadido todas mis trampas y esquivado cada uno de mis tiros, !pero hoy¡, hoy regresare glorioso a casa con tu carne y tus pieles- pensó.
Entre los arbustos, inmersos en la flora y ocultos por la sombra de la copa de los altos árboles, destellaban sus ojos color ámbar con una intensa sed de sangre, su corazón, latía sútilmente, su respiración estaba ausente, todo su ser estaba totalmente centrado en dar un tiro certero, directo al cuello, con la fuerza suficiente para darle fin a tan majestuoso animal; Tensó su cuerda y fijó la mirada a una precisión casi perfecta, a un segundo de soltar la flecha y dar por completado su objetivo, ests se partió; un estridente grito rompió el silencio del bosque y el ciervo, ahora alertado, partió sin reparo a la profundidad del bosque.
En el pueblo, se encuentra el jefe, Korsak, un hombre fornido y curtido, envuelto en cicatrices de sus incontables combates contra las bestias del bosque, entre otros, Con su mirada algo perdida, se encontraba angustiado dada la esperada vuelta de su hijo.
- ¿Todo en orden Korsak?, preguntó su mano derecha y amigo de toda la vida Paris
-No del todo, el sol esta a media del cielo y Aspída no ha regresado, me inquieta que le haya sucedido algo- dijo con un semblante rígido en su rostro, casi enfadado
-Vamos Korsak, Aspída no es un crio, desde cachorro ha demostrado un talento enorme para cazar, además es hijo del Gran Korsak, Conquistador del Bosque Noirwood, no tienes por que temer- Dijo Paris en un intento de calmar la angustia de su señor y amigo.
-Es por ese mismo talento que me encuentro así, el no conoce límites, es joven e inexperto y la naturaleza es cruel, me preocupa que salga mal librado en alguna de sus cacerías-
- No tienes que temer, es fuerte como ningún otro, su madre le bendijo con fortaleza dando su último aliento el día de su nacimiento-
-Lo sé, le prometí entonces que le cuidaría, sin importar que me pasará, pues es el legado de su madre y mío, consigo carga con el futuro del pueblo y de todos ustedes-
-Jajaja, no me hagas reír, ¿Desde cuándo suenas como un auténtico jefe? - exclamó Paris en tono burlón-
-Calla Paris y ayúdame a buscar más leña, nos hará falta esta noche, se aproxima una helada-
-No engañas a este perro viejo, quieres salir a buscarle, pero vamos ya-
La suave brisa forestal soplaba, el atardecer estaba próximo, Aspída, reanimado por los suaves vientos, despertó, malherido y confundido, la cuerda había rajado su ojo derecho, su rostro se encontraba bañado en sangre y el dolor estaba presente en todo su rostro.
-¡PADRE! ¡PADRE!- gritaba sin reparo, esperando respuesta pues la herida le impedía andar debidamente, su voz se encontraba entrecortada, lastimosa y casi rompiendo en llanto-
A lo lejos Paris y Karsak se encontraban juntando leños secos para quemar.
-Karzak, escuché algo a lo lejos- Dijó Paris con seriedad
-Guardemos silencio un momento-
-Padre, Padre-
-¡ASPÍDA! ¿DÓNDE ESTÁS? -
-¡PADRE! ¡PADRE!
Al escuchar los gritos desesperado de Aspída corrieron a su auxilio.
-¡KARSAK, ALLÁ, POR AQUEL ROBLE!
Sumido en la preocupación y con el corazón a punto de partirse, su padre le abrazó fuerte y trato de calmar a su hijo.
-Hijo ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo de has hecho esa herida? preguntó totalmente angustiado.
Editado: 17.07.2019