En el Inframundo, tras descubrir la incursión de los sobrenaturales para recuperar las piedras de luna.
Al ver que el licántropo tomó la otra piedra de luna que su padre resguardaba celosamente, Mammon golpeó la barrera que lo detenía con suma insistencia. Por su culpa habían perdido una de tres, y su padre lo había relegado por completo de los planes bélicos contra los sobrenaturales por ello, así que una segunda pérdida por su falta de atención y cuidado era imposible de permitir. El destello de la piedra de luna que sostenía en su mano le hizo recordar que con ella podía abrir un portal que lo sacara de esa invisible prisión, y poniendo en práctica lo que el señor del Inframundo enseñó a sus hijos sobre el manejo de la esencia divina, conocimiento que el embaucador aún recordaba de sus tiempos siendo un serafín que vivía feliz al lado del Dios Supremo, la representación de la avaricia dejó su momentánea cárcel para ir detrás de aquel iluso que se atrevió a descender a los dominios de Satanás y sus hijos.
El portal se abrió en pleno ingreso al palacio. Los demonios que circulaban por ahí mostraron asombro tras asombro, ya que primero les impactó ver a ese grupo de sobrenaturales deslizándose por las paredes exteriores del palacio tras saltar por un ventanal del sexto piso para luego correr a máxima velocidad hacia un punto desconocido, y ahora, el primogénito de Satanás aparecía ante ellos saliendo de un portal. «¡Detengan a esos malditos! ¡Se llevan una piedra de luna!», se escuchó gritar a Mammon, y todos los demonios, hasta los que estaban siendo sometidos a torturas por otros de mayor rango, salieron de prisa detrás de los sobrenaturales.
Mammon avanzaba lentamente, ya que estaba completamente seguro que los miles de demonios que escucharon su orden darían alcance a los espías, consiguiendo recuperar la piedra de luna y aprisionar, de paso, las almas y cuerpos de aquellos que debían ser los mejores en sus especies, sino no se hubieran atrevido a descender hacia el Inframundo. Luciendo encantadoramente hermoso en su apariencia humana, una que dejaba ver lo perfecto que era su cuerpo, rostro y voz, capaces de hacer caer a cualquiera en sus engaños al pensar que era un respetable, exitoso y benevolente caballero, cuando en verdad era un asqueroso pecador capaz de destruir a quien sea con tal de alcanzar sus propósitos, la representación de la avaricia sonreía al pensar que dentro de poco podría presentarse ante su padre mostrando a los prisioneros, subsanando, de alguna manera, el error que cometió años atrás.
Sin embargo, que dos de los diez espías sobrenaturales se detuvieran en medio del desierto y parecieran estar elevando plegarias hacia el Dios Supremo hizo que detenga su andar y se enfocara en observar lo que a continuación sucedería. Los miles de demonios que se acercaban hacia los dos felinos de un menor tamaño que haya visto -lo que le hizo entender que se trataban de mestizos, quizá producto de la mezcla de esa especie sobrenatural con humanos- se detuvieron de golpe a pocos metros de estos. Desde donde se encontraba Mammon, pudo ver que los espías habían empezado a abrir los ojos y mostrar un poder que desconocía que fuera propio de alguna de las dos especies de las que esos provenían. El primogénito de Satanás logró escuchar la comanda lanzada por Erik y Pietro, y sintió las ganas de dar media vuelta y alejarse de ahí, pero el destello de la piedra de luna que llevaba en su mano le hizo salir de ese trance, producto del poder de apaciguamiento de espíritus.
En ese momento, mientras los miles de demonios empezaron a alejarse con la misma prisa con la que se estuvieron acercando a ese par de medios felinos, Belial, Leviatán, Belfegor y Belcebú llegaron al lado de Mammon, quien estaba aún un poco aturdido y sintiendo en su cabeza el eco de las palabras en sánscrito que soltaron los espías hijos de felinos.
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guerra entre sobrenaturales y satanás, vampiros y licántropos unidos, hijos de satanás contra divinidad
Editado: 16.08.2024