Movimiento sordos, pasos ligeros, luces fugaces, gritos energéticos.
En la alta maleza, un grupo de tres combatía sin querer detenerse, apoyándose, dejando pequeñas aberturas y, sincronizándose con cada segundo que pasaba. De pie, en el contorno de la batalla, un joven de aspecto firme y mirada solemne observaba el combate, con una bestia felina recostada sobre su hombro, una que solo podía ser vista por el muchacho.
--Detrás de mí. --Gritó el hombre de los brazos gruesos.
Su hacha de dos caras resplandeció de azul con matices rojizos, impactando contra la suave tierra y, creando una pequeña grieta, que se extendió ante los pies de la enorme bestia escamosa, justo al alcanzar su objetivo, la grieta se iluminó de rojo, liberando una ráfaga líquida ígnea.
--Ahora voy yo. --Gritó la dama del escudo.
Golpeó con su hacha recién adquirida la superficie de madera de su arma defensiva y, con un movimiento rápido, se acercó ante la bestia. Su boca liberó un espeso bao, acompañado de un gritó ensordecedor. La bestia levantó una de sus pesadas patas, pero su recuperación a causa del anterior ataque fue demasiado lento. La hoja curva de su hacha tocó sutilmente la piel escamosa de la bestia, criogenizando en el acto todo su cuerpo. Xinia se detuvo, impactada por el extraño suceso, saltó hacia atrás al notar la blancura del terreno, evitando tocar aquella energía gélida.
--Maravilloso. --Dijo Ktegan, admirando la enorme estatua de hielo.
El cuerpo de la bestia comenzó a agrietarse, rompiéndose en cientos de pedazos segundos después. Meriel caminó ante su enemigo recién abatido, buscando con desinterés el orbe de color rojo con matices amarillos.
--Mi señor. --Le ofreció el precioso objeto al joven de aspecto tranquilo. Hincando levemente su pierna derecha y, bajando la mirada.
--Les pertenece a ustedes. --Dijo con un tono calmo.
--Lo nuestro es de usted.
--No estoy muy de acuerdo.
--Pero, mi señor. --Acercó aún más el orbe.
--Meriel --Colocó su mano en su hombro--, no fuiste la única que arriesgó su vida y, aunque así hubiera sido, debes guardar lo que has conseguido con tus propias manos. Es una orden.
--Así será. --Asintió no muy convencida y, con movimiento sutil guardó el orbe en su bolsa de cuero.
Dio un paso al frente, acercando sus labios a la oreja de su seguidora.
--Te estás haciendo más fuerte --Susurró--, estoy convencido que si sigues así, tu venganza podrá ser tomada sin mi ayuda.
Meriel guardó silencio, tragó saliva y apretó los puños.
--El vínculo que me concedió aquel día me ha fortalecido, mis instintos se han agudizado y mi percepción para la energía mágica se ha hecho más profunda. Un gracias no es suficiente para agradecerle lo que ha hecho por mí, mi señor --Sus ojos se iluminaron con ligereza--. Solo espero seguir acompañándolo en su viaje.
--Yo también espero lo mismo. --Sonrió.
∆∆∆
La luna, solitaria como de costumbre y, rodeada por espesas nubes oscuras. Su luz, tenue y fría, alumbraba a un par de sujetos, sentados alrededor de una fogata.
--El silencio de la noche es tan escalofriante como la mirada fría de una bestia antigua. --Quitó la carne del animal empalado al fuego, devorando con un poco de clase.
--Mi madre tenía la creencia de que en las noches como esta, Las bestias se escondían de los verdaderos monstruos. --Dijo Meriel, observando sus alrededores con el corazón acelerado.
--Palabras muy sabias. --Mordió y masticó, dejando salir de su boca el menor ruido posible.
--El viento de los espíritus. --Dijo Xinia repentinamente, bajando el paño que limpiaba su escudo y, con el rostro observando los oscuros árboles.
--¿Qué quieres decir? --Dejó de masticar, descansó sus brazos en sus piernas, mirando a la taciturna dama.
--La muerte ha estado presente en muchas ocasiones en este bosque --Quitó el largo mechón de cabello rebelde que obstruía levemente su visión--, causando que las esencias de los desafortunados vaguen sin rumbo, atormentados por perder la oportunidad de llegar al campo de los sueños.
--¿Puedes verlos?
--No, solo sentirlos. Una maldición que me ha acompañado desde que me fueron arrebatados mis padres. --Apretó subconscientemente su puño.
--Que los Dioses sean misericordiosos. --Tocó su corazón.
--Eso desearía. --Su mirada perdió vida, sus ojos color y, su piel palideció. Su cuerpo tembló por el frío excesivo, levantándose con un movimiento tranquilo mirando un punto específico de la zona.
Meriel y Ktegan sintieron como si una entidad los observara, provocando un escalofrío rozar su piel.
--Los muertos no pueden dañarnos, al menos que sus esencias se corrompan.
"Mi madre decía --Comenzó a cantar, con un tono suave, antiguo y sublime--... que un viejo pescador llegó... Que con las olas bebía y, que su bote se salpicó... oh, niña tranquila, que el pescador por fin llegó, las antorchas prendidas, al mal le dirán adiós"
Una poderosa energía antigua se liberó, envolviendo la zona con calidez, el hombre y la dama pelirroja se quedaron de pie, estáticos, impedidos de hacer un solo ruido. Xinia cayó de rodillas, tosiendo una bocanada de sangre espesa color negra.
--Dama Xin. --Al perder las cadenas invisibles que lo detenían, se lanzó para apoyar a fémina de rodillas.
--No te acerques --Tosió nuevamente, pero no como el anterior, este podía ser descrito como algo más normal--... Pensé que, en está zona los espíritus vagaban, pero me equivoqué --Se apoyó en su pierna para levantarse--... En este lugar lo único que habita, son criaturas corrompidas desde antigüedad.