Z I A R A
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Ylenia es muy parecida a la descerebrada de Cleo, lo bueno es que esta versión divina de Cleo ya está casada con un semidiós y encima de todo es prima de mi príncipe. La princesa de los mares me dejo frente a una habitación donde ponía el nombre de Penélope con tonos rosas, si mi compañera de cuarto llega a ser una chica muy femenina creo que nos llevaremos bien. Al entrar a la habitación encuentro un lado decorado con tonos rosas y negros, perfectamente arreglado estaba un tocador con mucha luz perfecto para maquillarse. Acostada sobre la pulcra cama bien ordenada de color blanca y con almohadones de colores rosas y negros estaba una chica. Se ve bonita, cabello castaño y en las puntas de color rosa.
– hola soy Penélope, pero puedes llamare Penny – de un salto la chica se dirigió hacia mí. Pudiendo observar sus ojos color chocolate una enorme sonrisa y su delgada figura debajo de ese ajustado vestido de color gris.
– soy Ziara, parece que seré tu nueva compañera Penny – sonreí debía llevarme bien con alguien aquí dentro además de Apolión. Camine hasta donde estaban mis maletas y las entre a la habitación solo serán dos años y podre irme de este sitio. Con ayuda de mi compañera acomode las cosas en mi pequeño armario y arregle la cama.
No me sentía cansada, pero si quería estar tirada en mi cama observando el techo inundada en mis pensamientos. Recordar cómo era todo antes de que me alejaran de Apolión debo ser algo masoquista porque esos mismos recuerdos me lastiman porque ya no están. Cierro mis ojos cuando pongo mis auriculares en mis oídos y le doy play a la música en mi teléfono. No me podre a llorar mi compañera aún está en la habitación debo permanecer fuerte como prometí. Morfeo me acuno en sus brazos y caí en su mundo de sueños, aunque esta vez no fue un descanso placentero sino una horrenda pesadilla.
– no eres lo suficientemente buena para mi hijo – la voz dulce de Perséfone había desaparecido y una más severa me estaba poniendo la piel de gallina.
– pero Pers...
– reina Perséfone más respeto niña insolente – me grita la reina del inframundo desde su trono. El rey permanece en silencio observándome con esa mirada oscura que le daría miedo hasta el más valiente.
– lo siento su majestad – me arrodillo frente a ellos conteniendo las ganas de llorar, no podía dejar que los reyes me vieran siendo una débil semidiosa. – es que no comprendo por qué me quiere alejar del príncipe yo lo quiero jamás haría nada para lastimarlo – alzo la mirada viéndolos suplicante pero los reyes del inframundo son despiadados más que el rey Zeus o la reina Hera. De reojo veo que mi padre agacha su cabeza negando que yo este suplicando clemencia a los reyes del inframundo. Lo cierto es que si me alejan de Apolión yo me muero mi corazón esta con el del príncipe.
– matar a un grupo de excursionistas te parece poco nosotros no podemos interferir en el destino de los mortales solo las Moiras pueden hacerlo – volvió a gritar más enfadada la reina a su lado el rey tomo la mano de su esposa y esta guardo silencio.
– te alejaras de mi hijo o tendremos que encerrarte en el tártaro hasta que llegue tu hora de morir – hablo por primera vez el rey y su voz fue aún más fría que la de la reina. Sin poder protestar me fui de la sala de tronos y comencé a llorar cuando las puertas se cerraron. Mi padre me escolto justo a la salida del inframundo, no me hablo durante todo el trayecto y lo único que se escuchaba además de los lamentos de las almas eran mis sollozos. Había metido la pata hasta el fondo y las consecuencias que debía pagar eran muy altas.
Al volver al mundo de los vivos no le dije nada a mi madre acerca del problema que tuve y que los reyes me obligaron a abandonar a Apolión. Tan solo me encerré en mi habitación para seguir torturándome con las fotografías que tenía con Apolión, aun con mi corazón destrozado sigo queriéndolo como el primer día.
– quiero morir para volver a estar a tu lado mi príncipe – seque mis lágrimas y camine al baño que tengo en mi habitación. Puse el tapón en la tina y abrí la llave para llenarlo de agua caliente encendí un par de velas aromáticas y dejé que la tina se llenara de espuma con un poco de productos de baño. Cuando estuvo la tina lista y con burbujas me saque la ropa metiéndome en la bañera. – si muero los reyes me dejaran verte o encerraran mi alma en lo más recóndito del inframundo – cerré mis ojos acariciando mis muñecas pensando en la posibilidad de quitarme la vida para ver de nuevo a Apolión. Lagrimas nuevas comienzan a caer por mis mejillas quemando todo estructura en mi interior.
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Editado: 17.04.2021