El Hijo del Rey

CAPÍTULO 1.1- Mi primera amiga

THEO

 

Hoy era un día aburrido como siempre. Después de las duras sesiones de entrenamiento, tenía un descanso antes de comenzar con las clases sobre estrategia militar. Por lo que me dispuse a jugar tranquilamente en mi habitación hasta que el rey decidió entrar sin previo aviso.

 

-Podrías aprovechar el tiempo – me regañó -Estás jugando otra vez.

-Llevo toda la mañana entrenando, quiero disfrutar un poco antes de seguir, ¿Es que tú no descansas? – le pregunté de forma acusadora.

 

Con apenas tiempo para reaccionar, esquivé el puñetazo que mi iba a dar en la cara. Estaba tan acostumbrado y cansado de sus movimientos que mis reflejos eran cada vez mejores. Intentó un par de veces más y, por primera vez, logré evitarlos todos (tarea complicada siendo un oponente prácticamente invencible).

 

-Vaya, sí que has mejorado -exclamaba satisfecho contento como pocas veces mostraba -Supongo que mereces un pequeño reposo después de todo. Dejamos para esta noche el estudio militar y esta tarde saldremos a dar una vuelta, ¿Qué te parece, Theo?

-Sí padre, me encantaría -salté eufórico al escucharle puesto que iba a ser mi primera vez fuera de los muros del castillo.

-Es rey, a menos que te dé permiso no puedes llamarme de otro forma -me replicó volviendo a ponerse serio.

-Perdón. Será un honor, rey – y mantuve la postura al percibir su oscura mirada sobre mí.

 

Por la tarde salimos a dar una vuelta por el pueblo. Estábamos adquiriendo muchas cosas, pero lo más interesante fue la tienda de armas donde pretendía comprarme un equipamiento de verdad, y efectivamente eligió una pequeña espada con una armadura acorde a mi tamaño.

 

-Está muy guapo el príncipe Theo -aseguró el vendedor.

-Sí… Me gustaría comprobar como de buena es esta espada. -admitió el rey de Creciria.

 

Acto seguido, el rey me arrebató el arma de las manos y la introdujo hábilmente en el cuerpo del vendedor. Ante mis ojos perdió el conocimiento lentamente mientras se desangraba. Cuando dejó de respirar, el rey recogió el arma para dármela como si no hubiera pasado nada.

 

- ¿Qué haces? -chillé atónito al presenciar esa escena.

-Esto es lo que le ocurre a la gente que pretende engañarme. Subirme descomunalmente el precio por ser de la realeza, se paga con su propia codicia – respondió justificándose.

-Pero podíamos pagarlo o irnos a otra tienda, ¿no? – intenté hacerle razonar.

 

Me arrepentí automáticamente de intentar llevarle la contraria puesto que recibí una patada directa en el estómago, la cual me provocó toser un poco de sangre.

 

-Encima de mala calidad, no aguanta ni una patadita -comentaba con una sonrisa burlona. -Y en cuanto a ti, pensaba que me esquivarías como esta mañana. Supongo que tocará entrenamiento intensivo de nuevo.

 

Mientras tanto la gente que se encontraba en el interior de la tienda empezaba a darse cuenta de que el vendedor había sido asesinado por el mismísimo rey. La gente parecía haberse vuelto completamente loca mientras se dedicaban a robar todas las existencias de la tienda sin hacer caso al recién fallecido. Realmente no les importaba la gravedad del asunto, únicamente su propio beneficio a costa de la vida de alguien completamente ajeno a ellos.

 

“Todas las personas son escoria, nadie merece la pena, nadie te puede importar NUNCA, úsalas solo para obtener beneficio” – empezó a recitar mi mente como cada vez que veía algo tan cruel como esto. En ese instante, el rey me arrastró afuera de la tienda mientras se reía de la situación como si se tratara de lo más gracioso del mundo. Llevaba consigo el arma que habíamos elegido previamente en la tienda (la armadura no porque no era de buena calidad según el rey).

 

Cada vez se acercaba más gente a ver lo ocurrido, dificultando el seguir el paso juntos, cosa que aproveché para poder soltar su mano e irme corriendo. Cuando finalmente conseguí perderlo de vista, me percaté que nunca había venido y no estaba convencido de que supiera regresar al castillo, sin embargo, no me importaba nada más que ser libre por unos momentos.

 

La gente me miraba con curiosidad, estaba claro de que era la primera vez que me veían y podía ser que ni supieran quién era, en cierto modo era lo mejor. Después de un rato comencé a correr nervioso a sabiendas de que, si tardaba en exceso en volver, el entrenamiento no sería mi único castigo. Continué sin detenerme hasta que me caí al suelo siendo empujado por una niña que no tenía pinta de mirar por donde iba.

 

-Ayyy -me quejé molesto por la caída.

-Lo sientoooo, no miraba por donde iba -me habló algo preocupada – Dime, ¿te has hecho daño?

 



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En el texto hay: pacto, dragones, medieval

Editado: 01.04.2024

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