El Hijo del Rey

CAPÍTULO 1.2- Mi primera amiga

Después de un mes sin tener permitido salir de mi habitación que no fuera para entrenar, me sentía mucho más ágil y tenía los sentidos más agudos que antes, parecía como si ahora tuviera una verdadera motivación para ser más fuerte. También había pasado tiempo desde que no veía a mi única amiga, Mañana partiríamos a una ciudad donde se realizaba un torneo en el que el ganador elegía primero las declaraciones. Era evidente que mi padre participaba, y me quería allí para poder presenciar en directo la técnica infalible.

 

Gracias a esto, hoy no tenía entrenamiento militar. Los soldados y criadas se encargaban de prepararnos las cosas para el viaje. Aproveché para ordenarle a Marcus que fuéramos a ver a Aalis. Al principio se le notó bastante poco receptivo al respecto, pero finalmente conseguí convencerlo a cambio de no contarle al rey sobre la conducta de ese día. Así que nos dirigimos cuidadosamente hacia al pueblo con una capa para poder pasar algo desapercibido de la gente.

 

Curiosamente el hogar de Aalis era el más cercano del castillo y fue muy fácil encontrarlo. Cuando habíamos llegado únicamente estaba su abuela allí, tejiendo algo parecido a un vestido. Me dirigí directamente a ella, cosa que la sorprendió mucho.

 

-Príncipe Theo, ¿Qué hace aquí? -preguntó educadamente.

-Busco a Aalis, ¿Me podrías decir dónde está? – respondí cuidadosamente.

-Está en el prado con su madre. Lo llevaré yo misma -se ofreció empezando a dejar sus cosas para levantarse, cosa que la detuve.

-Tranquila ya sé dónde es. Y por favor, agradezco que continúes llamando príncipe, pero no me hables de manera tan formal -le comenté mientras me alejaba para acudir al esperado reencuentro.

 

Marcus decidió acompañarme hasta allí para saber dónde podía buscarme después si conseguía dejarnos tranquilos unas horas. Efectivamente pude ver a la madre de Aalis, pero, al igual que la última vez, no había rastro del padre. Quizás le ocurrió como a la mía… ¿Eso explicaba que fuera tan perceptiva? ¿Por eso sentía que teníamos mucho en común?

 

Me estaban surgiendo cada vez más dudas a pesar de que solo venía de visita. Por suerte, su madre parecía haberme visto, ya que inmediatamente llamó a Aalis para que viniera en seguida y salió de entre las flores. Al parecer se había vuelto a tumbar, me miró fijamente y vino corriendo contenta. Eso me impulsó lo suficiente para ir hacia ella también de manera apresurada.

 

-Theoooo, viniste como prometiste -me llamaba risueña.

-Como prometí, Aalis – y nos fundimos en un abrazo -Te he echado de menos.

-Y yo a ti, pero entiendo que simplemente no puedes venir cuando quieras – me comentó empáticamente.

-Vaya, eres muy lista. Si fuera por mí, habría venido antes -intenté aclararle.

-Tranquilo. Te creo, no he dudado de ti. – me aseguraba -A pesar de que te conozco poco, confío en ti.

 

Y después de eso, nos pusimos a correr por el inmenso prado, a ver como las mariposas huían de nosotros mientras nos envolvían lentamente hasta caer rendidos. Nos tumbamos agotados entre risas como los niños que éramos, y empezamos a contarnos todo lo ocurrido desde la última vez que nos habíamos visto (aunque en mi caso, saltándome las partes de castigos más severos o múltiples asesinatos injustificados que todavía no habían sido descubiertos). Tal vez, el mismo rey de Creciria se trataba de una escoria. No comprendía sus motivos, pero definitivamente Aalis no lo era, y puede que su familia tampoco…

 

De repente, unas voces resonaran en mi cabeza y terminé abriendo los ojos. Me encontraba todavía en el prado sujetado por Aalis. Es cierto, habíamos estado jugando hasta que nos acostamos por el cansancio. Aalis se estaba desperezando y curiosamente una vez despierta, continuaba sin soltarme. Supongo que sabía que era la hora de irme y no le apetecía.  Tampoco me hacía ilusión irme, pero no podía hacer nada por lo que nos terminamos levantando al escuchar a un soldado y a la madre de Aalis.

 

-Príncipe, ¡Qué horror! Se ha manchado, vámonos enseguida a que se duche y limpie de ropa antes de que el rey se entere.  -comentó mirando como si se le fuera la vida de las manos. Tristemente me hacía mucha gracia su expresión.

- ¿Y Marcus? – le pregunté aún entre risas.

-A partir de ahora cuando quiera venir a escondidas, Marcus me ha ordenado que lleve yo en su lugar.

-Entiendo. -capté que no le hacía especial ilusión en perder el tiempo con mis caprichos- No hace falta que me hables de usted. ¿Cómo te llamas?

-Mi nombre es Calisto, pero marchémonos pronto.  -me apresuró nuevamente.

-Es cierto Calisto, no quiero otro castigo.

 

Me dirigí a Aalis para decirle que después del viaje intentaría venir lo más rápido posible, a lo que ella no le dio demasiada importancia. Acto seguido, me extendió los brazos fácilmente para ofrecerme un abrazo y que yo acepté, sintiendo mucha ternura.



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En el texto hay: pacto, dragones, medieval

Editado: 01.04.2024

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