Unas semanas después, en mitad de la tercera semana de guerra, el rey me ordenó que lo acompañara a una cueva que se situaba muy cerca de la capital de Creciria. Era la primera vez desde el incidente con el vendedor de armas que íbamos juntos por la ciudad. Durante todo el trayecto, intentó atacarme muchas veces, a lo que yo intentaba esquivarle todo lo mejor posible, ganándome una mirada de aprobación.
Una vez en la cueva, sentí un escalofrío por todo el cuerpo. Sentía que en este lugar había algo maligno, como una oscuridad que crecía por cada paso que avanzábamos hacia la cueva. Aparentemente no parecía nada fuera de lo habitual, además de que había muchas piedras brillantes. Estábamos en el centro de la cueva y el rey me ordenó que intentara recordar el camino por el que íbamos a seguir.
-Rey, ¿por qué hemos venido? -le pregunté intentando disimular mi curiosidad.
-Pronto harás siete años y me gustaría que conocieras a alguien muy especial – me contestó bastante tranquilo, algo realmente extraño tratándose de él.
- ¿Vive alguien en este lugar? – continué viendo que no me hablaba mal, me sorprendía que alguien pudiera vivir en un ambiente tan negativo.
-Sí, espero que no estés asustado – me miró fríamente -sino demostraría que sigues siendo un bebé y tocaría enseñarte a ser más valiente -me insinuó, eso quería decir que recibiría un castigo si tenía miedo.
-Claro que no -le contesté secamente.
Antes de darle oportunidad de que realmente se lo planteara, comenzó a caminar hacia la derecha, a lo que yo lo seguí sin dudarlo dos veces. Después fuimos recto, a la izquierda, a la izquierda de nuevo, al centro… Y no podía creerme lo que estaba admirando. Lo que vivía aquí, al parecer se trataba de un dragón, eran considerados dioses y me sorprendía que el rey conociera su ubicación exacta.
El dragón que parecía dormido se despertó y comenzó a colocarse sentado firmemente, permitiéndome una mejor vista hacia él. Era completamente negro, con unos ojos totalmente enrojecidos, como el color de la sangre. Estaba colocado en una roca gigante donde unos rayos de luz roja, negro y violeta, enfocaban al dragón, el cual abrió sus alas para que pudiera verlas, eran rojas con algunas zonas negras. Probablemente Aalis estaría encantada de ver algo así, aunque yo no estaba satisfecho con esto.
-Un placer conocerte en persona al fin, príncipe Theo -me saludó elegantemente mientras me invitaba a que me acercara un poco más.
-El placer es mío -le devolví cortésmente el saludo.
-Yo también estoy aquí -comentó el rey Joaquín -Hola.
-Sí, sí. Gracias por traerlo aquí -le respondió mientras hacía un enorme bostezo – Muy bien Joaquín, déjanos a solas un rato.
-Claro -y dirigiéndose a mí me dio una palmada en el hombro -te espero en el centro, espero que sepas volver.
Después de la amenaza se despidió del dragón y se marchó por donde habíamos venido.
-No sabía que los dragones vivían en cuevas – le comenté algo curioso.
-No todos – me respondió en seguida – Digamos que soy único.
- ¿Te gustan los lugares tenebrosos? – comenté sin pensarlo dos veces a lo que abrió más los ojos por escuchar mi comentario – Lo siento, está bien cuidado el lugar.
-Vaya, eres alguien interesante -se río omitiendo la ofensa que le acababa de hacer. -Bueno, soy el dragón Piasa y a todos mis herederos o futuros herederos les ofrezco un regalo inolvidable.
- ¿Un regalo? – comencé a interrogarle.
-Así es príncipe Theo -me confirmó tranquilo – Dime, ¿No te gustaría que algún deseo que veas imposible de cumplir, automáticamente lo consiguieras?
-Pues no… - respondí sinceramente - ¿El rey es tu heredero?
-Algo así – me comentó restándole importancia a ese hecho -Por eso mismo, lo más probable es que seas el nuevo sucesor.
- ¿Y qué se supone que ganas tú en todo esto? – continué con el interrogatorio. Estaba claro de que no podía ser tan sencillo y que había algo detrás.
-Bueno, bueno -me aplaudió -Para ser tan joven eres muy perspicaz, debería felicitar a Joaquín por enseñarte tan bien.
-Así que hay un precio a pagar, ¿Y qué es? -esperé a que me respondiera.
-Querido príncipe Theo -me sonrió con una mirada oscura mientras me hablaba gentilmente -Eso solo te lo contaré cuando puedas acceder.
-Entonces es una trampa, no caeré tan fácilmente -le contesté secamente.
-JAJAJA -se empezó a reír tan fuerte que retumbaba la cueva.
-No le veo la gracia a mi comentario – le observé fijamente -Lo digo muy en serio.
-Es que eres demasiado divertido aun hablando en serio. Tienes razón de que hay un precio a pagar, pero dime, ¿No hay algo que desees tanto que no te importe lo que pueda llegar a pedirte?