El Hilo Rojo

Capítulo 4

El sol golpeó su cara junto a una suave brisa, el día era agradable, era un perfecto día para salir a pasear en familia. 

Toma la mano de sus padres mientras siente como el aire recorre su rostro al tiempo que el teleférico va subiendo lentamente hasta la cima. A la vista el lago se ve hermoso, ese que a su madre tanto le gusta.

Él sonríe porque está feliz. 

Y de repente, todo acaba. 

En un parpadeo el hermoso paisaje se transforma. 

La mano de su padre lo empuja lejos de él por más que trate de aferrarse. 

Pero es tarde, las manos de su madre lo sostienen y lo mantienen seguro mientras el caos se desata a su alrededor. 

"Cael, estarás bien" 

Son las palabras que escucha antes de que el fuego se extienda. 

Las personas corren, los gritos ensordecen todo a su alrededor.

Él solo quiere aferrarse a las manos de su padre. 
 

.

.

.

Joder.

Lunes y el maldito despertador está a todo lo alto logrando que Cael abra los ojos. Frota sus ojos frustrados, ha tenido otra vez ese sueño. Limpia una lágrima que recorría su mejilla, algo que siempre pasaba cuando tenía esa pesadilla.

—¡Maldición! —Cael bostezó fuerte; odiaba tener ese sueño, siempre era lo mismo, siempre pasaba lo mismo, siempre despertaba donde mismo y no podía recordar con claridad, salvo tener una sensación de tristeza que le envolvía tanto en sueño como en realdad. Volvió a meter la cabeza bajo la almohada, el despertador sonó de nuevo, esta vez con la estridente voz de Bon Jovi—. ¡Maldita sea, Samuel! 

Cael se levantó de golpe de la cama. Si su amigo quería meterse con sus aparatos estaba bien, pero ¿Por qué poner Bed of Roses cuando existían otras canciones para despertarlo?

Pasó la mano por su cabello, este era un completo desastre por las mañanas y aparte que le tomaba media hora estar completamente despierto. Achicó los ojos, enfocando, observando su reflejo en el espejo, tenía ojeras, muestra de que no había dormido bien las últimas noches. Sentía una enorme presión por terminar su proyecto de arte, después de todo, era lo único en lo que siempre fue bueno, y ahora estaba fallando en eso. Cael sentía que un gran peso se instalaba sobre sus hombros. Los únicos momentos en los que se sentía bien era cuando charlaba con Raina. 

Cael pensaba que aquello no estaba bien, charlar con una extraña por internet era de esas cosas que cualquier adulto responsable te decía que no hicieras, que era peligroso… pero a veces se sorprendía viendo las fotos que ella cada tanto subía a su muro. Se había dado cuenta que no era de esas chicas que subían salto y seña de las cosas que hacía. 

El dibujo que él envió cuando era un niño seguía rondando su cabeza. Se preguntaba si debía preguntarle sobre eso, si ella recordaba quien lo había enviado. Aunque para Cael fue solo un trabajo escolar ese dibujo significó algo para él en algún momento, un recuerdo perdido dentro de su memoria, algo que no quería olvidar pero que se obligó a hacerlo. 

Porque a veces olvidar es mejor, sobre todo para alguien como él, quién tiene una memoria casi perfecta.

Cael soltó un suspiro profundo, observó a su alrededor notando que su habitación era un desastre. Cuando entró a la universidad vivió en una habitación compartida del campus, pero ahora vivía en un departamento relativamente cerca de la universidad. Aunque tenía un fideicomiso que su madre le había dejado al morir no lo había tocado, no quería gastar el dinero de su madre en caprichos de adolescente, pero su padrastro había insistido que tuviera eso. Harry no era su padre biológico, pero lo había tratado como tal desde que se casó con su madre y posteriormente fue quien se encargó de su crianza. Y aunque fruto de la unión de su madre y Harry nació su hermano menor, al que amaba demasiado, algo dentro de él no lo dejaba ser del todo feliz. 

¿De qué le servía blandir las desdichas de su pasado? Todo seguiría igual: Él seguiría estudiando y buscando algo que quizás jamás llegaría a ser. 

—Llegaré tarde —Cael terminó de arreglarse, antes revisó sus mensajes con la esperanza de haber recibido alguno de Raina. 

Era muy curioso como una completa desconocida podía compartir tantas cosas con él y al mismo tiempo ser diferentes. A simple vista se podía notar que ellos no compartían muchos gustos en común, pero cada vez que se escribían mensajes, Cael se daba cuenta que, aunque ella era diferente, siempre encontraba sus charlas fascinantes. Jamás le había pasado algo igual, y él siempre terminaba riéndose por sus respuestas y comentarios ingeniosos, jamás tenía que fingir ser algo que no era cuando charlaba con ella haciendo quizás más fácil mantener el anonimato. La ventaja de ser amigos por internet era que puedes ser quien quieras, puedes inventarte una vida y nombre diferente, pero en cambio él había decidido compartir cosas personales con una desconocida. Sabía bien que era bajo su propia responsabilidad, conocía los riesgos y peligros que eso tenía. Aunque tampoco era que le hubiera compartido su dirección o información que facilitará un chantaje o secuestro.

¡Imagínense, él secuestrado por una desconocida de internet!

Mientras caminaba hacia la escuela recordó que en la escuela intermedia todo era más fácil. Es decir, por supuesto que había una gran cantidad de matones y atletas de segundo año demasiado ruidosos y estudiantes de último año con derecho a meterse con quien quieran de la escuela en calidad de chicos bullying, pero para un tipo tranquilo como él, que no se metía con nadie, eso no le molestó mucho. 

La clave de sobrevivir a esa edad era un esquiva y pasa, y eso fue exactamente lo que hizo.

Tampoco es que importara mucho, de todos modos. 



#17954 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amoradistancia

Editado: 06.07.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.