2025 la actualidad.
La noche estaba en su apogeo, todos los habitantes de Trasmoz descansaban en paz en sus casas resguardados del peligro que pudiera amenazarlos, menos una joven de dieciséis años, quien se quejaba y parecía sufrir dentro de una pesadilla. Los lamentos de la chica comenzaron a ser más fuertes y el silencio sepulcral fue interrumpido, pues la joven cada vez se veía más asustada, mientras un sudor frio corría por su cara.
Margaret Kedward, ese era el nombre de la pequeña pelirroja de ojos verdes, cuyos sueños no la dejaban descansar porque era perseguida por un par de extraños quienes poseían dones sobrenaturales. Por obvias razones, ella sentía un miedo atroz ante criaturas que sabía que no podía enfrentar, el terror la consumía, la asfixiaba, la estaba volviendo loca, debido a los ojos rojos penetrantes del personaje frente a ella, que la obligaba hacer cosas que no quería y a ver cosas que no deseaba.
La joven indefensa no estaba segura cuando habían comenzado sus pesadillas, bien pudieron comenzar antes o después de la llegada de la familia Silver, una familia poderosa, la cual habitaba el castillo quemado, abandonado y en ruinas de Trasmoz. El comienzo de las pesadillas, no tenía la importancia debida por ahora, lo único transcendental en este momento era la angustia y desesperación que sufría la chica al encontrarse con aquellos seres misteriosos, a los cuales no podía hacerles frente debido a los poderes que la sometían sin esfuerzo alguno. Una noche más, Margaret se encontraba dentro de aquel sueño sin salida; no pudo contener su agonía por un segundo más y fue liberada mediante un grito de pesar que vino de lo más profundo de su garganta, el cual logró despertarla de su lamento para traerla por fin a la realidad.
La pelirroja despertó sudorosa y exaltada, su cuerpo temblaba y su garganta ardía por su grito. Margaret se incorporó y se abrazó a si misma intentando asimilar que solo había sido una vez más una pesadilla, la cual no podía lastimarla en la vida real, se convenció a si misma de que solo era su mente haciéndole pasar un mal rato. Después de varios minutos logro calmarse y volvió a intentar conciliar su descanso, con suerte lograría dormir sin ser perseguida nuevamente por aquellas visiones.
En todo caso el amanecer llego minutos después junto con un nuevo día. Margaret se levantó, se dirigió al espejo y observo su aspecto cansado y agobiado, sin prestarle mucha importancia comenzó a prepararse para ir a la escuela. A pesar de haber tenido una mala noche y no saber cuánto más resistiría no solo sus pesadillas, sino las ojeras que empezaban a apoderarse de sus bellos ojos, ella no dejaría que los problemas ni sus miedos le impidiera vivir plenamente, no señor, no se derrumbaría por tontos sueños dejando que afectaran su desempeño escolar.
Desayunó con su familia como todas las mañanas, los presentes en la mesa notaron el evidente cansancio que tenía la pelirroja, sin embargo, ninguno hizo comentario alguno, decidiendo, al igual que Margaret, ignorar las amenazas aparentemente invisibles que comenzaban a perseguirla. La chica termino su comida, se despidió de sus papás; quienes le desearon buena suerte en su día, y hermanos; quienes bromearon sobre algunos profesores y materias, dando como consejo, no tomarse tan enserio la vida escolar. La pelirroja ignoro el parloteo de sus hermanos y salió de su casa para encontrarse con su mejor amiga Laila, con la cual iba todos los días a la escuela.
—Hola, Magui —saludó su mejor amiga, mientras Margaret salía de su casa devolviéndole el saludo con un gesto de mano y se giraba para cerrar la puerta de su casa.
—Apúrate o llegaremos tarde a la escuela. —La rubia presionó a la pecosa, pero la llave no quería entrar a la puerta para cerrarse—. Voy a envejecer aquí Magui, ¿qué esperas? —Su voz solo provocó que los nervios de Margaret se salieran de control, más de lo que estaban.
—¿Puedes parar? Estoy intentando cerrar la estúpida puerta y no me ayudas mucho —habló Margaret con frustración, su linda amiga se acercó a ella con una mueca, agarró la perilla de la puerta con intenciones de abrirla y rio.
—Magui, la puerta está cerrada, ¿es una broma o qué? ¡Vámonos ya! —Sus palabras sorprendieron a la pelirroja quien se acercó a abrir la puerta para confirmar lo que decía su amiga, ¡realmente estaba cerrada! Pero Margaret estaba segura de que no había podido meter la llave. Quizás su hermano Dylan le había jugado una broma, o tenía los nervios a flor de piel debido a las pesadillas y la falta de sueño que ocasionaba que imaginara cosas. Ignoró aquel hecho y se fue con Laila a la escuela.
Margaret comenzó a relajarse con las bromas y comentarios de Laila, mientras caminaban hacia la escuela ella le contaba cómo había sobrevivido a su cita con Edmund, un compañero de salón, quien no se cansaba de insistirle a la rubia de ojos azules por una cita; al final Laila decidió aceptar, pero evidentemente la cita no fue de su agrado. Sin duda alguna, Laila era el centro de atención de muchos de sus compañeros de clase gracias a sus rasgos, además, su cabello ondulado brillaba como oro ante la luz del sol, lo cual hacia que ella resplandeciera ante la vista de cualquiera.
Por su parte, había un sin fin de adjetivos para describir a Margaret menos uno: común, esa era la única palabra que no podría definirla jamás. Sus mejillas estaban cubiertas por pecas las cuales resaltaban aún más sus facciones; ella poseía un increíble cabello color rojo fuego y ojos verdes oscuro, por esta razón, ya había hechizado a uno de los hijos de la familia Silver, los vecinos dueños del castillo en ruinas.
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Editado: 20.04.2023