Ash.
¡¿Por qué pensé en hacer esto si le temo a las alturas?!
Georgia y yo estábamos llevando a cabo el plan. No podíamos salir por el frente ya que está cerrado con llave, por lo que pensé en salir por la ventana, amarrando la mayor cantidad de sábanas para formar una cuerda y bajar. Ya se, ¿Muy cliché no?
Los cuartos son el único lugar donde hay ventanas por las que podríamos salir, las demás son más pequeñas.
Los cuartos tienen dos ventanas y nosotras estábamos en el tercer piso. Tal vez no sea muy alto para algunas personas pero para mí era demasiado. Nunca me han gustado las alturas y mi madre lo empeoraba haciéndome bromas pesadas.
Me llevaba a lugares altos sin que yo me diera cuenta o le decía a alguien que me lanzará al aire en forma de "juego", entre otras cosas.
Georgia ya había bajado mientras ya yo tenía más de 10 minutos en la mitad de la cuerda improvisada.
—¡Vamos coletas! —trató de no gritar muy fuerte, aunque sí que lo fue—. ¡Date prisa!
Mire hacia abajo arrepintiéndome inmediatamente. Pero ya había tardado mucho y no se iba a echar a perder el plan por mi culpa, tenía que bajar.
«Puedo hacerlo» pensé mientras suspiraba.
Reuní fuerzas de no se dónde y seguí bajando como pude, pero seguía teniendo miedo. Mi garganta se secó ante el pensamiento de que podría caer, cerré los ojos con fuerza tratando de ignorarlo. No iba a dejar que esto se arruinara, tenía que vencer mi miedo aunque fuera por esta noche.
Cuando toque el suelo me sentí muy aliviada, inhale bastante aire expulsándolo por la boca en un intento de calmar los latidos rápidos de mi corazón. Mire la cuerda frente a mí recordando que tendría que subir por ahí después. Genial...
—¡Por fin! Si le tienes miedo a las alturas ¿por qué tu plan las tiene? —preguntó Georgia a mi lado.
—No recordaba mi miedo hasta hoy —me rasque el cuello.
—No importa, mejor sigamos.
Nos dirigimos hacia el bosque, todo el patio es solo césped y tienes que caminar unos cuantos metros para llegar a donde comenzaban los árboles.
Mientras caminábamos se sentía un aire pesado, nos costaba respirar por lo que hacíamos pausas para tomar aire, pero este parecía que no quería entrar en nuestros pulmones. Estos ardían por el poco aire que les llegaba haciendo nuestras pausas aún más largas, tardando más de lo esperado.
Sentí que la cabeza me palpitaba y varias veces me sentí mareada, Georgia estaba igual, pensé que me iba a desmayar en cualquier momento.
Aún así el viento soplaba fuerte, aumentando el frío de la noche otoñal.
Me subí la capucha de mi grueso suéter metiendo las manos en sus bolsillos para calentarlas un poco, al llegar al borde Georgia hablo.
—Hagamos lo que vayamos a hacer rápido —trató de agarrar aire —, casi no podemos respirar y me imagino —agarró más aire torciendo un poco— que es por eso que no podemos salir sin permiso.
—Entremos al bosque, vemos —agarré aire, mis pulmones ardiendo— lo que vayamos a ver y nos vamos —chinita asintió.
Ambas sacamos las pequeñas linternas portátiles de los bolsillos de nuestros pantalones, las habíamos probado antes de salir comprobando que su iluminación era suficiente. Las encendimos adentrándonos en aquel bosque sombrío.
A penas pusimos un pie dentro sentimos como el aire cambio de inmediato. Podíamos respirar con normalidad y el viento ya no soplaba. Georgia me miró con la misma cara de confusión que yo debía tener, pero seguimos avanzando.
Ya estábamos bastante lejos cuando las linternas empezaron a fallar.
—¿Qué les pasa? —pregunté golpeando la linterna por un costado.
—Tal vez se están quedando sin batería o...
No terminó, en cambio se quedó viendo al frente, su rostro expresando total terror.
Al mirar en su dirección me di cuenta inmediatamente el porqué de su estado.
Había una figura oscura entre los árboles frente a nosotras, no se parecía a Herk y tampoco parecía humano. Sus hombros subían y bajaban delatando su acelerada respiración, y esas pupilas blancas que resaltaban con facilidad en la oscuridad estaban totalmente fijas en nosotras. Se puso en cuatro patas arañando la tierra y hojas bajo estas. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
Y antes de que pudiéramos darnos cuenta, la figura corrió hacia nosotras con rapidez.
Herk.
Me encontraba acostado al lado de lo que quedaba del cuerpo de Azola. Este ya estaba muy avanzado en la descomposición y olía terrible.
Todo este tiempo no he salido de mi cuarto no más que para hacer el desayuno antes de que alguien despierte. Todavía me duele el corazón, pero la tengo que dejar ir.
No puedo descuidar más tiempo a mis niños y mis bosque. En el cual nadie a entrado por lo que me parece extraño.
Sentí alboroto cerca, incluso que tocaban mis árboles pero nadie entró...
Tengo que averiguar qué es lo que pasa.
—¡Vamos coletas! —escucho a lo lejos. Reconozco esa voz, es la de Georgia—. ¡Date prisa!
Como desearía tener una ventana ahora mismo.
—Ya regreso, Azola —le digo a su cuerpo acariciando su cabeza antes de salir de la casa rápidamente.
Me quedé en una esquina de afuera de la casa, asomé mi cabeza con cuidado de que no me viera Georgia y quien quiera que estuviera con ella, aunque ya presentía quién podría ser.
Vi a Ash terminando de bajar una cuerda improvisada, lo cual me sorprende por su miedo. Sus expresiones de terror son reemplazadas por unas de alivio cuando toca el suelo. Se dijeron algo antes de que ambas salieran caminando hacia el bosque.
Lo que haces por conseguir respuestas ¿No, Ash?
Sexta regla: NO SALIR DE LA CASA SIN PERMISO NI CRUZAR EL BOSQUE.
Recuerdo de repente.
Sabía que Ash me iba a dar problemas, pero no que también lo haría Georgia.
Aunque quiero alcanzarlas y llevarlas dentro de la casa, también quiero ver qué tan lejos pueden llegar, qué tanta dedicación le ponen a esto. De todos modos si noto cualquier cosa que me haga preocupar, no dudaré en ir hacia ellas.
Editado: 07.07.2023