CAPÍTULO VI
Sobre la resistencia/
Ser presa del existir
I)- Sobre ser mandado. II)- No quiero esas cadenas. III)- La vida y el ritmo con el que se la vive. IV)- ¿La existencia es vacía, y sin sentido?
I)- SOBRE SER MANDADO
Si hay algo que caracteriza a las personas de pensamiento propio, y de mentalidad diferente es el hecho de que no resisten el ser mandados. Pues en sus corazones habita un deseo tan incontrolable de libertad, que no pueden verse obligadas a realizar tareas cuando alguien se las ordena. Se sienten más cómodos siendo ellos sus propios «jefes» por decirlo así, que estando bajo el mando de uno externo.
Igual de cierta forma creo que a nadie le gusta ser mandado, ni ser obligado a algo que no nos guste, pero cuando se trata de cuestiones de trabajo, allí la cosa se pone más complicada, porque no queda otra más que tragarnos nuestro orgullo y hacer caso a todo lo que nos digan. Pero tengan cuidado, eso no es señal de sumisión, sino todo lo contrario, es un acto de ser servicial, y funcional al puesto que se esté ocupando, solamente que la diferencia a otros empleados, es que el deseo de libertad es tan grande, que ante cualquier cosas, ese deseo estalla, y el que se resiste o no le gusta ser mandado, no aguantará ni un segundo en tirar todo por la borda, y marcharse de allí.
Al que no le gusta ser mandado, viene su pensamiento derivado del hecho de que no le gusta ser un esclavo, o un explotado, sabe sus límites, y sobre todo cuáles puede sobrepasar, y cuáles no. Sabe por lejos cuál es la realidad del esclavo, pero él sueña con esa libertad absoluta, aunque de vez en cuando deje ponerse las cadenas cada tanto.
II)- NO QUIERO ESAS CADENAS
Las cadenas que hoy en día caen sobre nuestras muñecas, y tobillos no son más que puestas ahí por nuestra propia voluntad, no son más que el fiel reflejo del famoso «esclavo moderno» este nuevo espécimen, evolucionado de entre sus raíces más antiguas del concepto de esclavo, pero ahora con una cualidad suprema, él, solamente él y sin más interventores, se coloca por sus propias manos las cadenas que ha comprado bajo el estúpido sueño de la autorealización, una baratija de cotillón que no es más que el opio, la droga para aquellos que creen que es posible alcanzar una plenitud corriendo tras una meta disfrazada de esclavitud.
Ya no se trata de ser un esclavo, sino de un buen esclavo, ya no se trata de ser productivo, se trata de dar hasta lo que no tienes para seguir produciendo y por ende seguir siendo explotado, pero ¿Qué es la realización? ¿Qué es sentirse realizado? Mí sencilla explicación, y sin recaer en intrincadas definiciones, diré que es ese efecto placentero que se sucede después de haber alcanzado una meta u objetivo deseado. Es como ese sueño que de repente se hace realidad. A costa de que sobre tus manos y tus pies lleves los pesados grilletes. Ojo esto no es una contradicciones a lo dicho en capítulos anteriores, sino que creo, y es más, me atrevo a decir que se puede lograr la realización a través del esfuerzo, del mérito y del trabajo, pero de ninguna manera uno no debe ser esclavo de ninguna de las tres; ser esclavo del esfuerzo nos hará desgastar nuestros cuerpos antes de tiempo, creandonos dolores innecesarios, es preciso hacer el esfuerzo justo, en el momento justo; ser esclavo del mérito solo nos dará un placer que nos servirá como droga para satisfacer nada más que a nuestro ego; y ser esclavo del trabajo solo crea a esclavos obedientes, no digo que no trabajes, solo que has el trabajo necesario y así te ahorras grandes esfuerzos, y no serás consumido por el ego.
Últimamente en esta vida que llevamos tan rápida, donde la cultura de la inmediatez reina en nosotros, nos hace vivir de una manera que nos lleva de a poco a ser esclavos, quizás ya no de tu patrón, quizás ya no de ese trabajo que tanto odiabas, pero quizás ahora te haces esclavos de las pantallas que te rodean, de las miles de distracciones que tenes a tu alrededor, y te crees a pesar de todo libre, pero solo puedo decirte que no es así, y todavía esto no ha terminado.
III)- LA VIDA Y EL RITMO CON LA QUE SE LA VIVE
Una vez un gran filósofo dijo alguna vez: «No es que tengamos poco tiempo, es que perdemos demasiado» (Séneca, De la Brevedad de la Vida). Frase tan cierta y a la vez alarmante que no deja de preocuparme. El tiempo, algo que se nos escapa de las manos como cuando tratamos de agarrar el agua, es imposible sostenerlo en la mano, y es imposible detenerlo cuando comienza a caer.
Creo que cosa más imparable que el tiempo no conozco, es como una flecha lanzada por un arquero profesional, está siempre va de punta hacia la diana, y no hay nada ni nadie que pueda interponerse en su camino. Es imparable, y aunque a veces deseemos volver el tiempo atrás, sabemos que es imposible, lo que se fue se fue, el pasado fue lo que quiso ser, por más en ese momento pasado fue una vez un momento presente, ya no está, y ahora el presente dejará de serlo y este día ya será mañana, y por ende será pasado, mientras que el futuro siempre incierto se mantiene expectante como algo desconocido, y pronto el ciclo del tiempo seguirá su curso, la flecha seguirá su recorrido, y ese futuro tan deseado, se volverá presente, y luego será otra vez pasado.
Es duro pensar en cómo los momentos se pasan tan rápido que uno a veces parece no disfrutarlos, es como si el mismísimo Cronos se encargará de hacer que todo transcurra a velocidades tan sorprendentes, que uno empieza a temer. Y eso me remonta a una pequeña frase de una canción demasiado conocida que dice: «Es larga la carretera, cuando uno mira atrás» (Sui Géneris, Canción para mí Muerte), una frase tan letal y profunda, como espadazo en el corazón. Siempre cuando uno se para en el lugar en el que hoy está y centra su mente en lo vivido—sean momentos buenos o malos— se dará cuenta que ha vivido demasiado, sin importar si tenes quince, veinte, o cincuentas años. La vida es un momento, la vida es ese instante presente que luego solo quedará en la memoria de un celular, o cuidadosamente guardada en nuestra mente.