Para ese momento, ya habían pasado poco más de dos horas desde que el efecto de los somníferos había pasado, y el Doctor ya parecía encontrarse un poco mejor a como cuando lo habían encontrado. Hasta poco antes estuvo sedado por más de quince horas y antes de eso, habían pasado cinco durante las cuales no dejó de gritar incoherencias y gemir como un completo desquiciado, antes de que todas las drogas que se las arreglaron para administrarle surtieran efecto finalmente.
Sin embargo, aunque era una mejora el que ya no armara tanto escándalo, tampoco es que se encontrara en las mejores condiciones. Luego de despertar, solo permaneció sentado en la cama, con la mirada perdida en el vacío, sin decir una palabra o moverse un solo milímetro. Parecía encontrarse en un estado catatónico. Pero, por algún motivo, de vez en cuanto, durante algunos segundos – entre diez y quince - el hombre comenzaba a hablar.
Lo que decía tenía mucho más sentido que todo lo que había exclamado a lo largo de sus horas de delirios, pero todo lo que mencionaba eran las características de algunas de las criaturas más raras que había estudiado a lo largo de su carrera.
La denominación que se le dio, el peso de los especímenes examinados, la ubicación exacta en la que fue hallado, estatura, apariencia, y muchos datos más eran susurrados a una gran velocidad. No se sabía por qué, pero simplemente lo hacía, simplemente balbuceaba constantemente en voz baja tanta información como podía de manera ordenada y metódica. Algo en él simplemente estaba mal.
La idea en ese punto era simplemente dejarlo en paz hasta que se considerara que estaba lo suficientemente estable como para intentar conversar con él. Pero, luego de ver lo que había pasado en la nave de la que lo sacaron, el Capitán consideró que no se podían dar el lujo de esperar tanto. Necesitaban información, saber qué había ocurrido y quién o qué lo hizo.
- ¿Doctor Domenech? ¿Sabe en qué lugar se encuentra…? – preguntó su entrevistadora, luego de que fuera llevado a una sala aislada y fuera sentado en un silla frente una mesa metálica.
Hasta poco antes de que ella ingresara en la habitación y se sentara frente a él, el Doctor tan solo miraba la superficie de la mesa, sin reaccionar a algún otro estímulo. Pero en cuanto se encontró acompañado, – para asombro de la entrevistadora – alzó la mirada y la vio directamente. Parecía saber para qué estaba allí y, en cierto modo, también parecía querer hablar con ella.
- Doctor… ¿sabe dónde se encuentra? – insistió, viendo en él algo similar al entendimiento luego de su primera pregunta.
- ¿E-En una nave de la Federación? – contestó, con voz profunda y ronca.
- Sí – continuó, un tanto emocionada por conseguir una respuesta –. Este es el Hermes – A234, una fragata ligera. Enviaron esta nave cuando se recibió la señal de auxilio de la suya, Doctor. ¿Está consciente de lo que sucedió?
- S-Sí… - la voz del Doctor comenzó a temblar entonces, recordando de manera fugaz lo que ocurrió horas antes – Todos… Todos están muertos, ¿verdad?
- Efectivamente. Lo lamento… y por eso necesitamos saber qué es lo que pasó. ¿Está dispuesto a ayudar?
El Doctor no respondió, y comenzó a inspeccionar con cuidado y lentitud todo lo que se encontraba a su alrededor. Su mirada pasó por las cuatro esquinas de la mesa y pasó después ver las esquinas de la habitación. Mientras, su entrevistadora lo inspeccionaba a él, buscando alguna clase de respuesta o señal de que había comprendido la pregunta.
- Doctor, por favor. Necesitamos saber… debemos enterarnos de lo qué ocurrió y avisar al resto de la flota si existe algún riesgo para el resto de las misiones o para las naves mercantes. Sabe que estamos cerca de una ruta usada para el comercio, ¿no es así?
- ¿Q-Qué es lo que quiere saber de mí…?
- Lo que dije, Doctor. Queremos saber qué ocurrió. Yo no estuve en persona con el escuadrón que lo rescató, pero lo que reportaron, es simplemente…
- ¿Retorcido? – respondió, volviendo a verla directamente a los ojos.
- E-Es un poco difícil describirlo… pero eso sería algo cercano.
La imagen del Doctor había cambiado después de esos segundos de conversación. Lo que antes era el aspecto de un hombre completamente demacrado y alterado por algo desconocido, ahora se asemejaba más a la de uno levemente estresado, agotado emocionalmente, pero infinitamente más estable que antes. No era lo mejor, por supuesto, pero era una mejora notable. O eso era lo que parecía.
- Los escuché morir, ¿sabe? – continuó el Doctor, desviando su mirada nuevamente hacia la superficie de la mesa.
- ¿Cómo? ¿A qué se refiere?
- Los escuché… gritaban y gemían… los escuché a todos mientras eran devorados.
- ¿Devorados?
La entrevista tenía el propósito de averiguar lo que había pasado por el simple hecho de que lo que se encontró en la nave no les dijo absolutamente nada. Se encontraron los cuerpos de la tripulación, de todos ellos, desde el personal médico hasta el de investigación y de seguridad. Pero, sus estados, era algo que no se vio antes.
El doctor había acertado con la palabra que usó, aunque la entrevistadora no estuviera completamente segura de ello. Los cuerpos que encontraron a penas y podían reconocerse como tal. Sus expresiones de terror absoluto quedaron plasmadas en sus rostros – o lo que quedaba de ellos –, de tal manera que se petrificaron en el mismo instante de su muerte. La piel de estos parecía haberse convertido en algo igual al cuero, pero mucho más duro y resistente. Solo después de mucho esfuerzo, los forenses la atravesaron para darse con la sorpresa de que en su interior no quedaba ni una sola gota de sangre.