Inolvidable
—Minerva —fingí no sentir sus pasos acercándose y el sonido de mi nombre—. Oye, te estoy hablando —El brusco agarre en mi brazo, provocó más mi estado.
—¿Qué quieres? —repliqué, hastiada de su sola presencia.
A la obtención de respuesta y darse cuenta de que no era un buen momento en el que vino a molestar, retrocedió un paso y retrajo su mano. Aún levantando el mentón en orgullo.
—Tenemos algo pendiente y ya es momento de que pagues lo que me debes —¿Pagarle? Que idiotez. —Mi silencio cuesta, Minerva. Y ya no tengo más paciencia que pareces exigir.
Supongo que he tenido suficiente tiempo de paz. Pese a que esa paz acababa de ser destruida antes que Silvia.
—Mañana —aseguré—. Prepárate para mañana a media noche —Sin querer que sonriera animada, añadí lo siguiente: —pero no creas que todo será sencillo. Así que también prepárate para lo peor, porque puede ocurrir cualquier cosa.
Dejando todo en claro me marché de allí sin esperar a escuchar nada de su parte.
“Por qué puede ocurrir cualquier cosa" Por supuesto acababa de aprenderlo hace menos de una hora.
Todavía podía oír los gritos; aún podía sentirme dentro del salón presenciando otra atrocidad que no debía serme tan sorprendente, pero ver al autor de ello, siendo el Comandante…
Ninguna historia acerca de la mano derecha del Rey era desconocida. Como bien mencionó Kaled, existía centenares de ellas, desde las más alocadas y las más realistas. Conocía muchas de éstas últimas pero no sabía cuales eran reales o no sabía si iba a aceptarlo con alegría al ser confirmadas. Peor, siendo testigo de uno de estos actos.
No tenía idea de como sentirme, que pensar o hacer.
Mecánicamente había llegado hasta la parte interna del pequeño bosque dentro de estos muros. Un espacio más solitario en el que parecía ser adecuado para pensar.
Tomando aire por la boca, apoyé mi espalda en la corteza de un árbol, derrumbándome literalmente hasta el suelo y esconder mi rostro entre mis manos, queriendo borrar lo sucedido.
Pero al solo cerrar los ojos la imagen de los prisioneros. Uno de ellos retando a Demetri hasta hacerlo perder la paciencia, ordenando a Seth matarlo…
¿Cómo sacaría de mi mente a la espada atravesar el pecho del hombre, sacándole el corazón y enseñárselo antes de fallecer?
Había visto tanto desde hace tres años y más, pero ver una crueldad de ese tipo por la persona que me hacia sentir tanto…. Ser testigo de esa nula mirada en sus ojos y rostro, mostrando que no sentía nada… Hacía que me sintiera asustada.
Asustada de todo lo que había hecho y de lo que podía hacer. Asustada de que en verdad sean mentiras cada palabra suya. Porque… realmente…. ¿Podía querer alguien que no titubearía ni un instante ante una orden de su Rey? ¿Su lealtad era mayor? ¿Su deber lo es?
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Sigilosamente crucé la tijera hacia su nuca, tomando algunos mechones largos y… —¡Oye! —protestó retirándose del abrazo interminable en el que se mantuvo rodeando mi cintura.
—Qué —Mi atrevimiento de fingir que no estaba haciendo nada malo, fue deprimente, peor con el seño arrugado en su rostro. —Bien, bien —elevé las manos en rendición—, me descubriste. Pero… ¿Qué quieres que haga?
Bajé las tijeras a mi regazo, sentándome sobre mis talones, aún sobre la colcha que hacía su cama.
—Informarme del intento de corte ilegal que quieres hacer. Eso es lo que deberías hacer —cruzó sus brazos en reproche.
Puse los ojos en blanco dándole la razón. —De acuerdo —actué, aclarando mi garganta—, mi querido hermano, ¿podría ésta humilde convertida, cortarle el cabello, para que no se vea como un adolescente que sigue creciendo. Poniéndome triste, porque ya no seguirá siendo mi pequeño hermanito?
La expresión en su rostro a medida que continuaba destilando ironía extrema de una verdad real que sentía, fue icónica, causándome mucha gracia y por el cual reí no tan alto. Pero reí verdaderamente después del día completo que tuve sintiéndome mal con todos mis pensamientos.
—Se nota que has estado conviviendo con tu amigo Kaled —se dio la vuelta sentándose de espaldas a mi—. De todas formas iba a pedírtelo. Es un poco molestoso y me da más calor. No sé como lo soportan ustedes.
Animada, procedí a peinar su melena con mis dedos. Iniciando el corte.
Sabía como hacerlo, lo aprendí después de los tres primeros desastres que hice justamente con el cabello de mi hermano cuando era un niño y ya no el mismo adolescente en el que en serio se estaba convirtiendo.
Ah, será lo más triste verlo como un adulto a medida que pasen los años.
Será peor cuando deseé salir del nido de dos que formamos, en busca de experiencias de vida. Muy deprimente para mi ese futuro.
Suspirando de vuelta como lo había hecho en todo el camino hasta aquí, acompañada de una Silvia sorprendentemente silenciosa y tolerante, terminé de pasar la tijera en la parte principal para ahora solo darle más forma al corte.
—¿Pasó algo malo, Minerva? —preguntó, manteniéndose quieto.
—No, porqué la pregunta.
Tardó en responder. Precisamente, tardó el mismo tiempo en el que finalicé de cortar en la parte de atrás para arreglar el frente ahora, teniéndolo justamente cara a cara.
Solo que en su expresión había curiosidad, analizando mi rostro, haciendo que detuviera un instante la tarea de corte.
—Te conozco desde que recuerdo. Aparte de que eres mi hermana y siento muchas veces lo que tu sientes. Por eso siento que estas preocupada por algo.
Desde ayer por la noche pude lograr convencer a todos los que me rodeaban que no ocurría nada que me preocupara.
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Editado: 20.08.2024