La otra cara de la moneda
El atravesar varios pasillos fue muy similar a estar de nuevo en el palacio de Demetri. Podría hasta compararse, sino fuera el hecho de los tonos, la decoración y el diseño de todo nuestro alrededor… De todo el territorio de magnitud en realidad.
Con solo haber llegado hasta lo más alto de la colina en los que fuimos capturados, literalmente. Tuvimos la sorpresa de encontrarnos con una icónica imagen del otro lado.
Una inolvidable de ver y quedar asombrados por una magnificencia de escena, donde no solo otro amplio palacio de piedra tallada se alzaba; amplia de estructura que de elevación. También fue asombrosa la cantidad de personas a su alrededor, viviendo una vida… normal si es que lo era para ellos en estos tiempos. Pero era lo más comparativo que alcanzaba a llamar con casas construidas de antigüedad demostrando a sola vista la permanencia de años que tenia el lugar.
Existía desde hace siglos tal vez, y con un comentario despreocupado de Leila mientras nos dirigían a esa especie de pueblo feliz como lo califico Kaled, éste era el Reino Lycan. El lugar en donde varios Gobernantes Reinaron. Todos de la misma línea de sangre.
—Aquí en serio parece respirarse calma y paz —habló entretenido con la decoración relajante del palacio ignorando a los que nos escoltaban—. Me gusta este lugar. ¿Podemos quedarnos? —parpadeó varias veces en un intento de parecer lindo.
—Kaled, por si no lo haz notado, fuimos calificados como seguidores de Demetri. ¿Qué crees que se hace con los seguidores de tu enemigo? —pregunté, intentando que entendiera nuestra situación.
—¿Mantenerlos y alimentarlos?
Mirarlo de una forma extraña fue poco con la mirada disimulada de los soldados en nuestros flancos, siguiendo obedientemente a la… al parecer Comandante de Aren. Una mujer que continuó observándonos como seres inferiores. Algo que no me molestaba por estar acostumbrada desde que empezó la invasión, pero Leila. Ella le devolvía una sonrisa orgullosa, dictándose aún más superior de alguna manera.
Suspiré creyendo lo mucho que nos estábamos desviando. Este viaje era para encontrar a mi hermano, no para encontrar al hermano de Demetri.
Por suerte todo el carril de pensamientos que iban a venir a mi mente, se detuvieron por los suaves golpes en la madera a una puerta larga y blanca con una manija dorada.
En serio todo era demasiado claro en este lugar.
—Adelante —La voz vibrante varonil del interior, autorizando pasar, accionó a la mujer de rizos: empujando la puerta y acelerando nuestra emoción por conocer al fin a Aren. Enemigo número uno de Demetri. Y hermano al parecer.
Existía tantas preguntas en todo eso. Porque ahora descubríamos que tal vez este era un pleito familiar en el que se nos involucró sin consentimiento alguno.
Debía haber algo detrás de todo que inició para llegar hasta donde estábamos.
—Mi Señor —saludó en un tono respetuoso. Contrario a como nos trató—. Existe un asunto problemático y molesto.
Leila no fue la única en rodar los ojos. Ómar, miró a la morena con cierto desagrado. Supongo que se había cansado de ser tratado de esa manera todo el camino. Más con algunas miradas de algunos guardias y ese pueblo feliz que no fue muy alegre cuando nos vieron pasar y nos reconocieron como Convertidos.
En fin. En el presente, estudié mejor al hombre de hombros anchos y espalda a nosotros, observando el otro lado de una ventana amplia en un despacho amplio de tonos claros diferentes a los de Demetri que prefería refugiarse en la oscuridad.
—Los Convertidos no son molestos, tampoco problemáticos —En su voz había infinita suavidad, detrás de una firmeza natural. —Ellos no pidieron ser Lycans. Ni tampoco formar parte de esta guerra nuestra.
Fue muy inusual sentir algo casi similar como con Marck sucedió la primera vez que nos conocimos. No influía miedo a su alrededor, como algunos Lycans en el palacio de allá. Tampoco la natural manera de mantenerse alerta cerca.
Todo en este sujeto era…
—Interesante —No era la palabra que pretendía usar pero coincidía con Kaled más atento que de costumbre.
—Bueno —se notó no estar de acuerdo—. Incluso sino lo fueran. Siguen siendo seguidores del usurpador.
Por el rabillo de mi ojo capté a Leila, apretar los puños, enfureciéndose aún más de lo que estaba. Y realmente traté de detener lo próximo que diría:
—¿Crees que es por elección estar bajo los dominios de Demetri? ¡No teníamos alternativa! Desde que ustedes aparecieron, jamás la volvimos a tener.
Sonriendo, la otra volteó, arrugando la comisura de sus ojos. —Es fácil lavarse las manos de esa manera. Si realmente quisieran, podrían revelarse contra él. Y no servirlo como lo hacen tan fielmente.
—¿Y que? Morir en medio de nuestra libertad.
—Morir por ella tendría más honor que lo que hacen.
—Te informo que no tenemos el complejo de héroes, como cada de su especie parece tener desde su nacimiento. Nosotros no nacimos para la guerra. Nosotros ni siquiera queríamos una. Pero, cómo hacerle entender eso, a alguien de tu poco intelecto que solo cree en lo que ve y no en lo que está detrás de todo.
En algún momento había sujetado su brazo, impidiendo que diera todos los pasos que pretendía dar. Haciendo frente a una mujer que se le perdió la sonrisa orgullosa.
—Mide tus palabras, humana.
—No voy a medirlas delante de alguien que ni siquiera sabe ganarse el respeto de los demás. Podrás ser una Lycan y Comandante, pero frente a nuestros ojos, no eres nadie que valga la pena.
La próxima llamarada de ira de la contraria, vino en forma de sacar su espada de nuevo. Acercándose con claras intenciones asesinas hacia Leila que rápidamente empujé tras de mi, teniendo a Kaled como ayuda a un lado y Ómar unirse a la intervención de algún acto de asesinato.
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Editado: 20.08.2024