Cada segundo es eterno dentro de ese auto, incluso el sudor no tardó en hacerse presente culpa de las altas temperaturas de la tarde, pero cuando sacó el reloj de su bolsillo para revisar la hora, se dió cuenta de que ya lleva tres horas ahí estancado y que no falta mucho para que anochezca... Quizás escogió el peor día para salir de casa, pero cuando estaba a punto de volcarse sobre los asientos delanteros para dormir un rato, el sonido de las puertas de los autos ajenos llegaron a sus oídos como un rayo de esperanza.
Se removió en su asiento y volvió a abrochar su cinturón para luego arrancar su auto. Pudo ver cómo las demás personas hacían lo mismo y los autos delanteros comenzaron a moverse con la molestia de alguien que lleva horas sentado en el asiento de su auto con un calor que parece sacado directamente del inframundo.
Encendió la radio para distraerse un poco y escuchar algo de la actualidad, últimamente no es que haya estado mucho en ella y tiene que admitir que los nuevos inventos no dejan de impresionarlo, sobre todo la tecnología. Si les hubiera dicho a los ingleses en el pasado que en el futuro tendríamos una herramienta que almacena millones de datos a los cuales se puede acceder en segundos, probablemente se hubieran reído en su cara y lo hubieran tachado de loco, pero en la actualidad ese invento es tan común que a nadie le impresiona en lo absoluto.
Solo soltó un suspiro de alivio cuando por fin abandono el embotellamiento, pasando al lado de un cuerpo tirado en el asfalto y cubierto por una bolsa negra...
Afortunadamente para Helena, pudo terminar la gran mayoría del trabajo que tenía pendiente, aun así, le sabe mal por el papeleo faltante, pero sabe que no es momento de preocuparse por algo tan mínimo, es hora de pasarla bien.
—¿Has visto a Kara?— pregunto Helena a Clay en cuanto este salió del edificio y se posó a su lado.
—No, pero creo que no debe...
—Andando— interrumpió Kara pasando frente a ellos, caminando hacia al auto de Helena que esta a escasos centímetros de la acera.
Clay y Helena se miraron y luego se subieron al auto, Helena de piloto y Clay de copiloto.
Después de lo que pasó la semana pasada, Helena sabe que lo mejor para todos es cambiar un poco de aires así que se desvió un poco para salir de la ciudad de Montreal y dirigirse a la ciudad de Toronto, un paraíso arquitectónico el cual no visita hace un buen tiempo. Nadie se quejó por esa decisión, siempre es bueno cambiar un poco de aires.
—Por cierto, ¿Qué era lo que me ibas a decir en el almuerzo?— pregunto Clay rompiendo el silencio.
—Bueno, pues... Hemos hecho un descubrimiento— Helena miró a Kara por el retrovisor para analizar su reacción, y para su sorpresa, la rubia ni se inmutó. Tiene la mirada fija en la ventana, observando su alrededor que se esfuma en un borrón —¿Recuerdas las fotos que te entregó Kara la vez pasada?— Clay asintió —Bien, pues seguí el camino y encontré a un hombre que al parecer tiene una regeneración inhumana, lo que básicamente lo convierte en un ser inmortal.
Se produjo un silencio dentro del auto y Kara sigue sin prestar atención a la conversación.
—Tienes que estar bromeando— dijo Clay seguido por una risa burlona —Esa estuvo buena Hely.
En ese momento Helena entendió que Clay jamás le creería, lo conoce demasiado bien como para saber que cuando se enfrasca en una idea es bastante complicado demostrarle lo contrario, por eso no piensa gastar su aliento intentando convencerlo de que hay un hombre inmortal, aunque en ese orden de ideas, a cualquier persona le parecería un asunto de película, excepto a Kara, quien al parecer si le creyó con facilidad, pero con la actitud que tiene últimamente ya no sabe ni que pensar.
—En fin— sentencio Helena —Ya casi vamos a llegar, así que espero que estén preparados para divertirse.
—Claro que lo haremos...— respondió Kara dedicándole una mirada maliciosa a su amiga.
Cada vez se acerca mas a la ferretería que iba a visitar la ultima vez. Si no le hubiera dado alimento a ese hombre y su perro, probablemente no estaría en esa situación, y aun así, no se arrepiente de nada.
Una vez allí, dejo el auto aparcado, se puso unas gafas oscuras y se dirigió con impaciencia hacia la puerta de cristal de la ferretería, pero para su sorpresa, no se encuentra en servicio... Se le paso por la cabeza romper el cristal y robar lo necesario, pero obviamente es imposible por las personas que transitan la acera. Suspiro y se devolvió al auto de malagana.
Se quedó sentado pensando en otras opciones y la única solución viable que encontró es conducir hasta la próxima ciudad, Toronto, para dar con algún lugar en el que "comprar" lo necesario. También pensó en seguir buscando por Montreal, pero como pinta la cosa, la mayoría de almacenes están cerrados, y eso que es la calle principal. No le queda de otra y sabe que debe darse prisa en llegar a Toronto, no vaya a ser que le cierren en la cara.
Agarró el volante con firmeza y se puso en marcha para llegar cuanto antes.
—Me gusta el ambiente— dijo Clay cuando entraron a la nueva discoteca.
—Y la música no se queda atrás— correspondió Helena moviendo su cabeza inconscientemente —¿No es cierto, Kara?— volteó su cabeza para llevar su mirada hacia la rubia, pero ella ya no estaba allí —¿A donde se fue?
—Al parecer no quiere perder el tiempo— respondió Clay señalando hacia la pista de baile, en donde se encuentra Kara bailando como nunca. Ambos sonrieron con complicidad y no tardaron en acompañar a su amiga.
Por suerte la ciudad de Toronto no esta tan lejos y con la vía libre se vuelve mas ameno el viaje. En unos minutos ya se estaba bajando de su auto para ir hacia un lugar con un cartel en forma de martillo. Además, desde lejos pudo apreciar que su interior aun sigue vivo, igual que los demás locales que están ubicados por la zona, especialmente bares, los cuales parecen rebosantes de gente. No se puede decir lo mismo de la ferretería, y antes de acercarse a ella, se puso sus gafas y también un buso con capucha para que sea mas difícil reconocerlo.